Solo Un Latido MÁs

Capitulo Nueve

Capitulo Nueve

 

Capitulo Nueve.

 

¿Quién te hace tal daño Eros? ¿Quién te causo tanto daño para creer que drogándote encontrarías la solución?

 

Eros

 

—Eros— me llama mi madre desde la entrada de mi habitación —Eros.

No respondo porque aún me duelen las heridas de la última golpiza que me dio mi padre así que sigo acostado en la cama con la misma sonrisa de felicidad que me dejo estar con Atenea hoy.

—Eros te estoy llamando carajos— medio levanto la mirada observándola con una maleta en la mano.

—Ya te vas de viaje madre, esta vez quien de tus amantes es el fiador— siento sus pasos acercarse y luego y golpe de su cartera en mis piernas.

—Me voy de la casa— me levanto súper rápido de la cama causándome mareos, me duelen los brazos pero me reprimo de todo dolor —No volveré Eros.

—Nunca estas para mí de todas formas— le digo observándola a los ojos para luego volver a la cama —Por lo menos espero que tengas corazón y el día de mi muerte estés dándome el último adiós.

—No digas idioteces sabes que te amo— se me ablanda el pecho y de pronto me tiembla la mandíbula por la fuerza que ejerzo para no llorar, todos estos años siento la victima de sus peleas y la cosa a la que mamá culpa y aun así no le guardo rencor ni le tengo odio, la sigo amando cada día más porque es mi madre.

—Yo también te amo mamá— me levanto de la cama abrazándola permitiéndome llorar en los brazos de mamá, me ahogo con mi propia saliva pero sigo aferrado a sus brazos, no la quiero soltar ni dejar ir pero muy en el fondo diento que esto lo hace más por ella que por mí porque sabe que necesita amarse a sí misma.

—Hijo ya suéltame que tengo que irme— su voz cambia de tono tornándose fría y distante — Ya Eros antes de que llegue tu padre.

Me alejo sintiendo el frio que me azota cuando ya no me encuentro entre sus brazos.

La veo alejarse, me quedo pos segundos que parecen eterno y de pronto corro detrás de ella, la persigo y cuando está por cerrar la puerta de su carro la vuelvo abrir arrodillándome delante de ella.

—Llévame contigo y empecemos desde cero, por favor ayúdame a sanar mis heridas madre— la veo con su típica mascara de hielo, no se le remueve nada y eso me parte en dos, me empuja y cierra la puerta perdiéndose de mi vista en su auto.

La furia empieza aparecer y la nostalgia arrasa conmigo, me levanto y camino limitando las lágrimas que me hacen lucir débil y me desvió por detrás de la casa del arte para llegar al callejón del beso.

Esta desolado como siempre, la herida abierta en mi brazo empieza a sangrar por lo que me veo obligado a dejar mis planes de desahogo para después y salir corriendo al callejón de la perdición para que el capi me ayude.

Me ve llegar y rápidamente me tira sobre el piso abrazándome.

—Ayuda— repito varias veces buscando el aire que me acaba de sacar.

Mikhaelo observa la sangre que sale de mi brazo, me sienta quitándome la chaqueta, se desespera y rompe la camisa observando el pésimo estado de las heridas en mis brazos, están infectadas y un color verde las cubre.

Cierro los ojos cuando todo se me oscurece.

—Duele— grito abriendo los ojos de golpe, estoy desorientado pero reconozco a Mikhaelo que me mete un trapo en la boca para que no grite, veo a todos lados y no reconozco el lugar, es tan rosa que me sorprende que sea la casa de Mikhaelo.

El capi esta suénateme el brazo mientras Mikhaelo me desinfecta las heridas, duele como los mil demonios cuando utiliza una aguja para suturar la herida abierta.

Volteo la cara y mis ojos se topan con la pelirroja que me acelera el corazón, me parte en dos el alma que me vea en esta situación.

— ¿Qué hace ella aquí?

—Cállate Eros— se molesta Mikhaelo.

—Atenea no quiero que me veas así— ella niega observándome con los ojos cristalizados, me permito verla bien y está toda roja producto de las lágrimas.

—Atenea no...

—Ya me cansaste— Veo la mano de Mikhaelo cuando la levanta —Te estamos ayudando y eso está bien pero tus gritos son fastidioso— su golpe es tan duro que siento que todo vuelve a ser negro.

Unas manos suaves me acarician el rostro, poco a poco me adapto a luz y veo el hermoso azul de los ojos de Atenea muy cerca de los míos.

—Despertaste— suena tan alegre que me trasmite esa felicidad.

—No quería que me vieras así— baja la mirada y sus lágrimas vuelven a salir provocando las mías.

—Eros, por favor lucha por mí y no te dejes caer, eres fuerte y esto es una prueba de ellos no te hundas en un hueco sin salida yo te...

Se queda callada y eso me deja mal.

—Tú que Atenea— la veo tocar sus manos con nerviosismos.

—Yo empiezo a quererte Eros— se me tira encima y se pega de mi pecho, sus lágrimas siguen saliendo y me parte el pecho escuchar tal sonido, mis lágrimas se unen a su compas y siento que tanto su alma como la mia están atravesando la peor de las tormentas.

—Duele saber que te lastiman y duele más saber que tú mismo te causas daño metiéndote esa porquería Eros— su voz sale diminuta pero mis ojos se abre de par en par al escucharla mencionar las drogas.

—Atenea quien te...

—Nadie, yo te vi Eros

Me siento decepcionado de mí, decepcionado de mi vida y decepcionado de todo.

La tomo por los hombros, aguanto el dolor y la impulso para que suba encima de mí, la rodeo con mis brazos mientras ella mete su cara en mi cuello, su olor calma poco a poco mi respiración, sus latidos son música para mí cuando los siento retumbar contra mi pecho.




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