Solo Un Latido MÁs

Capitulo Veintiocho

 

Eros Morón 

 

Eros Morón 

El resultado de la muestra de sangre de Atenea me deja frío en mi lugar, no soy capaz de articular una palabra coherente para lo que veo, sigo en el piso de rodillas sintiendo que todo se me apaga alrededor.

Amahia me observa con cierta tristeza en sus ojos al notar que quizás todo está perdido.

—Esto no puede estar pasando— Ella niega con cierta melancolía reflejada en su voz.

—A veces obtenemos lo que menos deseamos obtener Eros, pero esto solo significa que debes luchar por conseguir una cura diferente a la que estabas buscando.

Asiento dándole la razón, los minutos pasan y yo sigo igual en el piso observando el resultado en mis manos que me mantiene pensando constantemente que le diré a su primo que confío en mí, que le diré a mi amigo que también puso su fe en mí. Aunque ambos deben querer matarme justo ahora.

—Maldita sea— salgo del laboratorio con el genio de los mil demonios, la ira que corre por mis venas es tanta que voy ciego y sordo buscando mi habitación.

—Eros— Empujó a Alaska para que se quite de mi camino y continuó entrando a mi habitación. Sigo molesto con ella por esa foto estúpida que me alejo más del amor de mi vida.

Veo toda la ropa en el armario pero la ira que llevo por dentro se transforma dando paso al dolor, se me aprieta el pecho al sopesar quien es la causante de todo este mal.

— ¿Estas bien?

—No, no estoy bien y nunca voy a estar bien maldita sea estoy lejos de ella y desde aquí no puedo cuidarla, no soy capaz de protegerla.

Alaska me abraza dándome un poco de su fuerza, fuerza que quizás me ayudaría a sobrevivir en otras situaciones pero justo hoy no deseo eso.

Me levanto desesperado del piso y empiezo arrojar la ropa de mi armario dentro de la maleta sin importarme como quede solo veo la oscuridad acercarse a mí.

—No puedes irte— niego sonriendo con sarcasmo.

—Si puedo y lo haré porque debo salvarla.

—No, no puedes porque Eros tu

—Yo que— dejo de moverme como un maniático y la observó por fracciones de minutos dónde puedo notar lo nerviosa que esta.

—Eres el único que puedes curarme, Amahia me acaba de decir que tu curaste a mi hermano que ya está sano.

En el poco tiempo que llevo de conocerla he aprendido a leerle las expresiones, no mucho pero si lo suficiente para decir que eso no era lo que quería decir.

—Regresare y ese día me dirás lo que realmente quisiste decir, por los momentos debo protegerla a ella.

Le doy un beso en la frente y salgo con rumbo a mi hogar el árbol detrás del instituto.

Espero pacientemente en el aeropuerto mientras informan sobre mi vuelo, de pronto dos matas de cabello blanca se me sienta una a cada lado.

—Pero es que nunca me dejaran en paz, Jack Frost debes estar en reposo animal y tu Periwinkle aléjate no quiero más fotitos— Marcos me pone una mano en el hombro.

—Venga vamos ya deja de ser tan dramático iremos contigo y se acabó además Alaska tiene remordimiento de conciencia por dañar a una chica que nisiquiera conoce y todo por celos— ella rueda los ojos y para cuando quiero protestar anuncian mi vuelo y ellos dos salen corriendo al avión.

—Niños, trabajo y vivo con niños.

Abordamos el avión y por mala ley me toca en medio de los dos tontos, me siento a regañadientes escuchándolos como discuten por la estúpida ventana.

—Ya joder, la ventana es mia— Alaska se cruza de brazo pero acepta tocándole a ella el asiento del pasillo.

Un mensaje en mi teléfono me desconcentra de ver la pelea más ladillosa de mi vida.

"Eros, afirmativo mezcla tu sangre con los componentes ya conocidos eso reducirá lo que tiene Atenea pero es un hecho que debes traerla para atenderla aquí mismo" Amahia

Sonrió porque por un momento Amahia me a devuelvo la fe y la esperanza.

—Eros— volteo cuando la voz de Marcos me despierta —De verdad quería agradecerte.

—Que agradeces, estoy feliz que estés sano y pronto tú hermana igual lo estará.

—Sé que no sabes muchas cosas pero cuando regreses busca en los archivos perdidos y sabrás que sucede contigo y tu apellido.

—Dímelo tú— él niega

—Yo si podría decírtelo pero será a su momento aún no estás listo para eso

Se acomoda mejor volviendo a dormirse y yo hago lo mismo.

—Damas y caballeros por favor abrochen sus cinturones porque estamos a nada de aterrizar.

La voz mega chillona me despierta con dolor de cabeza, me acomodo en mi asiento y poco a poco veo por la ventana como mi país me recibe y como mi ciudad me abraza una vez más.

Bajamos del avión estirando las piernas, veo como la piel de Alaska se pone roja por el sol.

—Vengan debemos ir a casa de Atenea es lo primero— Alaska niega.

—Nosotros debemos ir a otro lugar antes y luego de eso si te acompañamos ahora vete que ella te necesita.

Se despiden de mí y con esa voz que pone Alaska me queda una sensación de tristeza en el cuerpo.

—Te odio sí, pero sigues siendo idiota por eso te perdono así que vamos que ella nos espera o eso me dijo Zeus.          

 




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