Inglaterra lo recibió con lluvia, pero Hyunjin se encontró sonriendo. Nunca pensó que echaría de menos el miserable clima Inglés.
La reunión con los directores del Chelsea no duró mucho tiempo: había trabajado para el club por varios años, por lo que lo conocían bien y confiaban en él para que siguiera desde donde lo había dejado. Hyunjin no había pensado que sería realmente capaz de conseguir su viejo empleo de vuelta, pero resultó que la doctora que lo había reemplazado quería cambiarse a un club de la principal liga alemana después del final de la temporada, y Hyunjin accedió a esperar hasta que la posición estuviera disponible de nuevo. Mientras tanto, él iba a ser responsable del centro de rehabilitación del club.
Cuando la reunión terminó, Hyunjin encontró a sus pies llevándolo a los campos de entrenamiento. No había esperado que la reunión se llevara a cabo en el Centro Cobham de Entrenamiento, pero ahora que estaba allí, Hyunjin no pudo resistir la tentación de buscar a Jeongin. Había pasado casi un mes.
La lluvia había cesado, y el aire estaba limpio y cargado de humedad. Hyunjin lo aspiraba mientras caminaba lentamente hacia el grupo de futbolistas en formación dentro del campo de juego. Parte de él todavía no podía creer que realmente había hecho esto que realmente iba a volver a su vieja vida en Inglaterra. Tal vez era la decisión equivocada, pero estaba cansado. Cansado de luchar con esto. Cansado de huir. No tenía un maldito sentido.
El corazón de Hyunjin empezó a latir más rápido cuando vió los familiares risos rubio-oscuros. Jeongin estaba pasando a dos defensores, brillantemente veloz y ágil. Hyunjin casi había olvidado lo bueno que era. Como si hubiera sentido su mirada, Jeongin giró su cabeza. Él se detuvo, los ojos y los labios muy abiertos. Una hermosa sonrisa se extendía por su rostro y Hyunjin no podía evitar reflejarla.
Y entonces Jeongin corría hacia él, el uniforme azul de entrenamiento pegado a su piel. Hyunjin intentó no quedarse mirándolo demás, pero era difícil. Jeongin podría ser un poco delgado, pero como la mayoría de los futbolistas, estaba en muy buena forma, sin ser voluptuoso. Carajos, para Hyunjin, Jeongin era perfecto de pies a cabeza. Hyunjin apenas se mantuvo en pie cuando Jeongin chocó contra él.
—Volviste… —Jeongin respiró en el cuello de Hyunjin, abrazándolo con fuerza— Volviste.
Muy consciente del entrenador y los otros futbolistas que los miraban con curiosidad, Hyunjin se permitió acariciar el pelo de Jeongin por un momento –sólo un momento— antes de retroceder y meter las manos en los bolsillos de su chaqueta. La simple acción resultó mucho más difícil de lo que debería haber sido.
—Sí. —él dijo tardíamente, con los ojos en el rostro radiante de Jeongin.
Jeongin se acercó de nuevo. Hyunjin apretó sus manos en los bolsillos y le dio una mirada de advertencia. Quédate a unos cuantos pies alejado de mí.
Jeongin frunció el ceño y miró a sus compañeros de equipo antes de volver su mirada a Hyunjin.
—¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no me lo dijiste?
—¡Hyunjin!
Otro futbolista corrió hacia ellos. Yang Seungmin.
—¡Estás de vuelta! Quiero decir, ¿Estás de vuelta? —Seungmin le preguntó con algo de confusión en su rostro.
Hyunjin le sonrió y le estrechó la mano. No compartía la opinión de Jeongin sobre que Seungmin era la reencarnación del diablo; Jeongin no era exactamente un ángel también.
—Sí. —le dijo Hyunjin— Por el momento, voy a ser el médico a cargo del centro de rehabilitación. Reemplazaré a la Dra. Boyle cuando ella se mude a Múnich en el verano.
—¡Genial! —Seungmin tocó el brazo de Hyunjin, sonriendo— Se te ha extrañado mucho, Doctor Hwang.
—¡Yang!, ¡Yang!… ¡Ambos, vuelvan en este instante!—gritó el entrenador.
—Sí, regresa al entrenamiento. —Jeongin dijo ceñudo a su hermano.
Seungmin lo ignoró, su mirada todavía en Hyunjin.
—Estoy muy contento de que hayas regresado, Hyunjin. —le dijo acariciándole el brazo y poniéndole ojos de cachorrito, que de alguna manera se las arreglaban para ser seductores.
Hyunjin sonrió con diversión. No era la primera vez que Seungmin había intentado –y fallado— hacerle comer de su mano, como Seungmin había hecho con todos los demás. Pero a veces deseaba que el encanto de Seungmin funcionara en él.
Objetivamente, Seungmin era mucho más apuesto que Jeongin: su pelo castaño artísticamente desordenado, complementaba a sus vivaces e inusuales ojos aguamarina, y su caliente piel dorada. Él era muy jodidamente impresionante. Cualquier hombre gay pasaría un momento difícil tratando de mantener sus ojos y manos lejos de éste joven. Y Seungmin claramente no era hetero como su hermano.
Jeongin se interpuso entre ellos y cruzó los brazos sobre su pecho.
—Vete y molesta a alguien más.
Seungmin levantó las cejas, viéndose ligeramente divertido. Pero no se alejó.
—¡Te veo por ahí, Doc!—y regresó al campo de juego, moviendo las caderas un poco más de lo necesario.
—¿Estás comiéndote su culo con los ojos?
Hyunjin miró a Jeongin Tenía los labios fruncidos, una extraña expresión en la cara.
—Es un buen culo. —dijo Hyunjin, estudiándolo.
Jeongin abrió la boca antes de fruncir el ceño y apartar su mirada. Hyunjin se rio y dijo, no sin sonar cariñoso:
—Eres la persona más ridícula del mundo.
Pateando una piedra bajo sus pies, Jeongin murmuró:
—No lo soy. Yo solo no lo entiendo. Dices que me amas y luego te comes con la mirada el culo de ese pendejo.
Hyunjin no pudo reprimir su sonrisa, una oleada de afecto bañándolo. Cristo, había extrañado a su Jeongin y su ridícula forma de pensar.
—¿Quieres que devore con la vista el tuyo, entonces?
Jeongin se sonrojó un poco, pero levantó la barbilla obstinadamente. Hyunjin nunca deseó besarlo tanto como en ese momento.