Tan pronto como Hyunjin se encontró con los ojos de Wonyoung, él supo que ella lo sabía.
Algo desagradable se enrollaba en la boca de su estómago y le tomó un esfuerzo considerable mantener la sonrisa en su rostro.
La sonrisa en respuesta de Wonyoung fue vacilante.
—Estoy contenta de que hayas vuelto. —dijo ella y lo besó en la mejilla.
—Invité a Hyunjin a quedarse aquí hasta que encuentre un lugar nuevo. —Jeongin dijo, tocándole el hombro.
—Por supuesto. —dijo Wonyoung con la misma sonrisa falsa— Eres bienvenido a quedarte, Hyunjin. Por el tiempo que quieras.
Hyunjin buscó en su rostro alguna señal de hipocresía y no halló ninguna.
Wonyoung hizo una mueca, mirando su camisa manchada de leche.
—¡Dios, me veo terrible! Regreso después de cambiarme la ropa. —con una sonrisa torcida, corrió arriba, un aire de incomodidad sobre ella.
—¿Por qué se lo dijiste? —dijo Hyunjin. De haberlo sabido, él no habría accedido a quedarse con ellos.
—Porque tenía que hacerlo. —Jeongin dijo, dando un paso más cerca de él— Tú no eres ningún pequeño secreto sucio para mí. No tenemos nada que ocultar. No voy mentirle a nadie, mucho menos a Wonyoung. —miró a Hyunjin con firmeza— Mira, sé que todo esto es extraño, pero voy a tratar de hacer que funcione. Y no voy a complicar la situación con mentiras. Así que le dije a Wonyoung lo importante que eres para mí y que quiero hacerte feliz. Y tuve que decirle que tú estás… que tú estás…
—Que estoy enamorado de ti. —Hyunjin dijo claramente.
Mordiéndose el labio inferior, Jeongin asintió.
—¿Estás enojado conmigo?
—¿Qué te parece? —dijo Hyunjin— ¿Tienes alguna idea de lo incómodo que es para mí? Ella es tu esposa…
—¡Ella no lo es!
—¿De verdad? —dijo Hyunjin con dureza— Ella es la madre de tu hijo. Eso es por lejos más importante que un pedazo de papel. Y ahora se supone que debo permanecer bajo su techo, sabiendo que ella lo sabe y viéndolos a ustedes dos y su hijo…
—Lo sé. —Jeongin dijo, y el tono de su voz hizo que Hyunjin lo mirara y realmente lo miró. Los ojos de Jeongin estaban muy abiertos aturdidos, sus hombros tensos debajo del suéter verde suave que llevaba puesto— Lo sé. —dijo de nuevo— Yo no soy tan insensible. Sé lo difícil que debe ser esto para ti. ¡La puta que lo sé! —Jeongin tomó un respiro tembloroso— ¿Crees que me gusta? ¿Que disfruto hacerte sentir como la mierda? Lo odio. Y estoy cagado de miedo.
—¿De qué? —Hyunjin le preguntó.
Jeongin lo miró a los ojos.
—De que acabarás lamentándolo. Que te arrepentirás de haber dejado a ese tipo y mudarte aquí por mí cuando yo no tengo mucho para darte. —él sonrió sin alegría— Te dije que te haría feliz, pero me conoces: me dejo llevar a veces. Quizás no pueda hacerlo. Probablemente terminaré decepcionándote y haciéndote infeliz. —sus labios se apretaron en una línea fina— Tal vez debí haberte dejado en paz. Ese tipo, Kai, podía darte cosas que yo no puedo, pero… —la mandíbula de Jeongin se tensó. Apoyó la frente contra el hombro de Hyunjin— Pero tan solo no puedo. Me carcome por dentro. —Hyunjin se quedó mirando fijamente a la pared de enfrente— ¿Sabes cuál es la parte más jodida? —Jeongin dijo, con la voz un poquito ahogada— Si Wonyoung se enamorara de otra persona, la dejaría ir. Apestaría, pero respetaría su decisión. Porque quiero que ella sea feliz. Pero es diferente contigo. Cuando te imagino amando a alguien más, alguien más siendo más importante que yo para ti, me vuelvo loco. Tú eres mío. Mío y de nadie más. —su mano empuño la camisa de Hyunjin. Su voz se apretó— Es jodidamente estúpido, pero sinceramente me siento como como que fuiste creado para mí y nadie más tiene derecho a tenerte. —Jeongin se rio entre dientes, todavía ocultando su rostro en hombro de Hyunjin— Dilo: soy un bicho raro. Estoy enfermo.
Hyunjin luchó para controlar la reacción de su cuerpo. La extraña posesividad de Jeongin siempre le afectaba. Sabía que Jeongin realmente no quería decirlo de forma sexual, pero había algo vagamente sexual en su posesividad, ya sea que Jeongin lo quisiera o no.
—Eres un bicho raro. —Hyunjin dijo, acariciando la nuca de Jeongin y dejando caer un beso en su pelo.
—Pero me amas de todos modos, ¿no? —la necesidad en la voz de Jeongin era imposible de ocultar.
—Te amo. —dijo Hyunjin. Las palabras sabían agridulce en su lengua, pero era también un alivio poder decirlas. Inclinó el rostro de Jeongin hacia arriba y arrastró su boca suavemente por la mandíbula de Jeongin— Te amo.
Jeongin prácticamente se derritió contra él, escondiendo la cara en el hueco del cuello de Hyunjin.
—Te amo más. —él susurró, rozando sus labios contra la garganta de Hyunjin.
Un beso casto. Palabras castas. Pero no había nada casto acerca de la forma en que su cuerpo reaccionó. El corazón de Hyunjin le martilleaba en el pecho, la familiar mezcla de necesidad y deseo, dolor y euforia corría por sus venas.
Hyunjin cerró los ojos y se preguntó si esto era como se sentía al estar entre el cielo y el infierno.