Las niñas se quedaron dormidas a las nueve de la noche, justo después de que Jeongin volviera del trabajo.
Después de eso, Jeongin pasó una hora tratando de hacer que el aspecto lamentable del departamento se viera semi-presentable. Al final, se dio por vencido considerándolo como una causa perdida y se dio una ducha rápida. Poniéndose unos viejos shorts azules, Jeongin se estaba secando a sí mismo cuando alguien llamó despacio en la puerta.
Descalzo, Jeongin fue en puntillas hasta la puerta y la abrió.
La mirada fuerte de Hwang inmediatamente en su pecho desnudo,
sus pezones, su ombligo, antes de quedarse en los shorts que caían bajo en sus caderas.
Jeongin se aclaró la garganta silenciosamente y Hwang miró su cara.
En la penumbra de la habitación era difícil de leer su expresión.
Jeongin apretó un dedo en sus labios y señaló a la cama de las chicas.
Hwang asintió secamente.
Jeongin le tomó la mano, tiró de él dentro, y cerró la puerta. Luego guio a Hwang hacia su habitación.
Era la única habitación en el departamento. Cuando recién se habían mudado, Jeongin tenía la intención de convertirla en el cuarto de las niñas, pero era fría y húmeda, por lo que había terminado por tomarla él mismo.
La habitación también era pequeña y carente de cualquier mueble, además de una cama y un escritorio angosto. Jeongin se habría sentido más avergonzado si Hwang estuviera en realidad mirando a su alrededor, pero no parecía interesado en su entorno mientras él despacito cerró la puerta y miró a Jeongin a la tenue luz de la lámpara.
Hwang comenzó silenciosamente a desvestirse.
El corazón de Jeongin latía más rápido y de hecho podía oír su propia respiración, desigual y temblorosa. Él se quedó quieto y observo, su piel cálida, su polla dura y pesada en sus calzoncillos.
Por fin, Hwang estaba desnudo. Luciendo completamente
inconsciente de sí, él se acercó a la cama, se sentó y se dio unas palmaditas en la rodilla, la tensión saliendo de él en oleadas. Su erección permanecía larga y gruesa contra una mata de bello oscuro en su ingle.
Jeongin apartó la mirada, se deslizó fuera de sus shorts y caminó hacia Hwang.
Dudó.
Sus ojos algo caídos, Hwang tomó su brazo y lo tironeó a su regazo.
El resto era un borrón de calientes besos y toques, y tanta piel. Jeongin nunca se había sentido tan fuera del control por el deseo, incapaz de pensar, sin poder hacer otra cosa que sentir y desear.
Cuando finalmente se dejó caer contra la polla de Hwang, el profundo alivio fue abrumador. Él gimió. La plenitud, la intimidad era enloquecedora y aterradora por su intensidad. Hwang gruñó, tirando de Jeongin más fuerte contra él, sus pechos rosándose entre ellos.
Mirando dentro de los ojos avellana, Jeongin se movió. Fue tan excitante ver los ojos de Hwang entrecerrarse, la forma en que su cabeza se sostenía con su espalda arqueada.
Jeongin abrió sus piernas un poco más, ajustando su postura mientras tomaba tan profunda y dulce, la longitud caliente de su maestro, que le quemaba de adentro hacia afuera. Miró hacia abajo en medio de sus cuerpos, fascinado por el movimiento de sus propias caderas mientras continuaban girando en su lugar. Vio las manos de Hwang — tan buenas, y cálidas, y fuertes en sus caderas — dirigir el movimiento como él lo quería, guiando a Jeongin montándolo mientras la propia polla de Jeongin se quedó sin ser tocada entre ellos; estaba enrojecida y gruesa, la humedad reluciente y deslizándose por su eje.
Los pulgares de Hwang acariciaron sin pensar en sus huesos de la cadera, su lengua trazando una franja húmeda en su cuello mientras su polla extendía a Jeongin tan condenadamente bien. Tragándose sus gemidos, Jeongin empujó hacia abajo para aumentar la presión y tomarlo completamente. La sensación del estómago duro de Hwang deslizándose contra la carne dolorida de su polla hizo a Jeongin gemir, y él se aferró de los hombros de Hwang un poco más apretado mientras abandonaba las rotaciones con su pelvis y comenzaba a deslizarse hacia arriba y abajo en la polla de Hwang, duro y rápido, con ganas de más, más profundo, más.
Tampoco podía respirar bien y ambos necesitaban todo más duro y más rápido, y pronto Hwang estaba golpeando sus caderas para encontrarse con Jeongin en cada embestida, y Jeongin jadeaba cada vez que Hwang golpeaba su próstata, estrellas chisporroteando detrás de sus ojos. Hwang gruñía, sus músculos trabajando mientras él levantaba a Jeongin y lo bajaba sobre su polla, y joder, su fuerza era tan excitante, y Jeongin lo quería, lo quería, lo quería.
Hwang se corrió primero, y Jeongin lo siguió poco después, sacudiéndose su camino a través del orgasmo y hundiendo sus dientes en el hombro de Hwang para amortiguar sus gemidos.
Jeongin solamente era vagamente consciente de Hwang levantándolo y poniéndolo sobre su espalda: sus párpados crecientemente pesados, su cuerpo lánguido con el placer.
Justo antes de que se quedara dormido, se dio cuenta de que no se habían dicho ni una palabra el uno al otro desde que Hwang entró en el departamento.