Solo una oportunidad

03

“LOS 10 MINUTOS”

—papá, tengo hambre, hace tan solo unos minutos mi estómago empezó a sonar y papá sonrió y me trajo comida.

—ahora regreso— me dio un beso, me sentó en una de las bancas y salió, luego de unos minutos, volvió y me trajo un jugo y galleta.

Papá me hacía mimos y de la nada escuche a varios señores decir que la perdieron, pero no sabía a quién. Y entonces la vi, vi como en una camilla se la llevaban a quien sabe a dónde, su cuerpo apenas estaba cubierto con una sábana y sentada en esas frías bancas, empecé a llorar, sentía que me quedaba sola.

Luego de unos minutos salió el doctor, no tenía buena cara, yo me asusté, traté de acercarme, pero mi abuela no me lo permitió y vi que hablo con mi papá y con mi mamá.

Mamá rompió en llanto, papá la abrazo y escuche como le decía:

—Solo 10 minutos William.

—Solo 10 minutos Elizabeth.

—¿Qué le voy a decir a mi hermana? ¿Cómo le voy a decir que no va a ver a su hija nunca más? — mamá lloraba.

En eso llegaron mis tíos, mi tía era un mar de lágrimas y mi tío trababa de ser fuerte.

Mamá abrazo a mi tía mientras que papá les decía algo. Vi como lloraban más y más, mi corazón se rompió, a pesar de que era una niña, supe que mi prima había fallecido, me había dejado. Estaba en mi mundo memorizando cada centímetro del rostro de mí prima para nunca olvidarla.

—¿Cómo paso Elizabeth? Estaba en tu casa, ¿se suponen que debían cuidarla? ¿qué mierda le paso a mi hija? ¿quién le hizo daño a mi hija? — mi tía gritaba enojada.

—amor ya, fue un accidente, ¿verdad? — pregunto mi tío.

—las niñas se escaparon, la idea de jugar en la calle fue de Elisa— respondió mi abuela.

—señora, por favor— le hablo papá

Es entonces que todo se volvió silencio, mi tía vino directamente a mí y jamás olvidaría lo que me dijo

—Tú, tú tienes la culpa, tú y tu estúpida idea de jugar en la calle, ahora mi niña no volverá y todo quedara en tu conciencia, tú tienes la culpa, olvídate que tienes tíos o familia, me encargaré de hacerte sufrir todo lo que mi bebé sufrió.

—tía lo lamento— no sabía qué hacer, trate de excusarme. — solo estábamos jugando...

—cállate Elisa— grito mi tío e hizo el intento de pegarme.

—Alfredo ni se te ocurra ponerle un dedo encima a mi hija— se interpuso mi papá.

Ese gesto me asusto muchísimo.

Una enfermera vino producto de los gritos.

—señores esto es un hospital no un mercado así que sus problemas discútanlos fuera del hospital— dicho esto se fue.

Mi madre me abrazo y escuche como papá les decía a mis tíos que solo fueron 10 minutos los que nos quitaron a Karina para siempre.

Lloraba y lloraba, no sabía que hacer que decir, por mi culpa Karina no estaría con nosotras nuca más.

Todo era mi culpa.

Lo que fueron solo 10 minutos; para mí fueron 10 horas.

Desde ese día mi vida cambió por completo.

El día del velorio mis tíos me prohibieron verla, no me dejaban acercarme a su ataúd y tanto era su rencor que cuando me vieron me gritaron.

—asesina, tú la mataste, asesina— grito mi tía. Todos los que estaban presentes empezaron a susurrar, algunos me miraban con lastima, otros con molestia, solo agaché la mirada y salí de ese lugar y me senté en el césped.

Me dolió ver cómo me trataban, pero más me dolió ver cómo mis padres, los seres que me dieron la vida, no me defendieron.

Un niño se acercó a mí.

—oye... ¿estás bien? — pregunto curioso.

—déjame sola— no le vi más el rostro, no quería ver a nadie más. Solo quería a Karina y que todo volviera como antes.

—lo siento— dicho esto el niño se fue.

Después del entierro. Mis tíos no me quisieron ver ni en pintura y ellos poco a poco envenenaron la mente de mi familia, les dijeron que, si me seguían viendo, Karina no descansaría en paz y que yo los mataría a todos.

Todo me confundía, ¿Cómo yo tenía la culpa de todo? ¿Cómo pase de ser feliz a ser una carga más?

Cuando mi tía vino a recoger las cosas de Karina, yo escondí su osa, quería tener un recuerdo de ella.

—¿Dónde está la osa de mi hija? — me pregunto indiferente.

—no... no lo sé— mentí.

—maldición— susurro y se fue de la casa.

—¿estas seguras que no sabes? — pregunto mi papá

—si papi— era la primera vez que les mentía, salió de la habitación y le puse seguro.

—yo te cuidare— le susurre a la tierna osa

Mi abuela dejo de venir a verme y cuando lo hacía, me ignoraba por completo y yo como cada noche hablaba con la osa, le contaba mi día, lo que pasaba con mamá y papá y con todos en realidad y de alguna manera sentía que hablaba con Karina. Y me sentía no tan sola. Mamá de alguna forma se empezó a alejar de mi o eso sentía yo.

Siempre me pregunto y me preguntare ¿cómo una niña de 7 años tiene la culpa de la muerte de su prima?, solo estábamos jugando. Nunca entendí por qué Karina fue a la otra calle, la policía archivo el caso diciendo que solo fue una travesura de niñas. Mi tía se enojó por ello y pidió que me arresten porque yo la mate. Yo quería enterarme de la verdad, sentía que había más y que si salía a la luz, lograría que mis tíos me perdonaran o al menos lo intentaran. Pero no fue así, yo solo era una niña, que no tenía voz ni voto en mi familia, cada día era peor, lo único que me reconfortaba era la osa que dejó Karina. Esa osa se convirtió en mi amiga, en mi mejor amiga.

Papá descubrió que, si tenía a la osa, pero no me dijo nada, al contrario, jugaba conmigo y me protegía, por otro lado, mamá cada vez se alejaba de mí, a no me daba abrazos, ni beso, ni caricias, empezó a trabajar y casi nunca la veía. Con mi hermano era otra situación, casi nunca me hablaba y ya no jugábamos, papá, me decía que era por él estaba más grande y yo aún era chiquita.




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