Solo una oportunidad

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"ESTO SE TERMINA AQUÍ"

Ya han pasado 5 meses desde que le deje el mensaje a Daniel, ese día me sentí bien conmigo misma, a pesar de que hable con él, y aunque tengo vergüenza, me escribe constantemente para saber cómo estoy y creo que ese es el motivo por el cual sigo soñando, todas las noches eran lo mismo, soñar con mi boda, hijos, romance y felicidad. Me sentía bien en los sueños, todo era felicidad, pero lo triste era al momento de despertar.

Siempre era lo mismo levantarme sudando o gritando. Mi madre siempre me regañaba por eso

«¿Me puse triste?» si

«¿Sufrí de depresión?» Bueno sumándole lo que me pasó con mamá sí.

¿Y quién no?

En esos sueños eras realmente feliz, no había sufrimiento, cosa que la realidad se encargaba de decirme que no es verdad.

Erica fue un gran apoyo. No me juzgaba ni nada por el estilo, solo que quedaba a mi lado dándome la fuerza necesaria.

No quería salir con nadie, paraba horas encerrada en mi habitación para tratar de buscar una buena explicación de los sueños, me mataba pensando por qué soñaba con él, es por ello que bajé en mis promedios, es por ello que mi madre todo el día me recriminaba que era una estúpida que no sabía aprovechar las oportunidades.

—Elisa ven aquí— ni madre se sentó en la mesa.

—dime.

—revise tus notas bimestrales, bajaste en matemáticas— me digo enojada.

—no entendía algunos ejercicios nada más, a todos nos pasa.

—quiero que subas esas notas, debes ingresar a una buena universidad, para que solo así me sienta orgullosa de ti, no seas estúpida— hablo sería.

—de acuerdo.

Así le diera todas las explicaciones, mamá nunca me entendería por qué me pasaba más cosas.

Pero yo solo quería una cosa.

Ser feliz, o al menos un poco.

Bueno Elisa, basta ya de sufrir, es hora de salir un poco para distraer la mente.

Ese día salí al parque, vi a muchas personas sonriendo, niños jugando con sus padres, niños comiendo helado. Hacían todo lo que yo no pude hacer y entonces vi a una pareja feliz, tomados de la mano demostrando su amor y sus miradas eran sinceras, resignada decidí ir a casa, ya cuando regresé a mi casa. Me tiré en el mueble y cansada de lo mismo me dije a mi misma, esto se termina hoy

Ya no más lágrimas

Ya no más depresión

Ya no más tristeza

Fue hermosamente doloroso.

Pero no más.

Ya no más.

Cuando vi el reloj, eran las 16:30 pm como aún era temprano, eso consideraba yo. Salí de casa rumbo a la biblioteca, ahora estaba una señorita reemplazando a la señora Lucrecia, si bien era amable no tenía punto de comparación con la señora, así que pasé horas en ese hermoso lugar, que era mi verdadera casa, allí nadie me juzgaba, nadie me recriminaba nada y me sentía segura.

Y volví a leer, la lectura es algo que me apasiona, como cada autor relata sus hechos, es impresionante.

Una vez, hace años aun cuando mamá me trataba bien me dijo que yo cuando tenía 4 años, supuestamente me ponía a leer.

Les leía a mis peluches o a mis muñecas.

Desde que me dijo eso, supe que yo amo los libros y sumándole al apoyo de la señora Lucrecia. Sentía que algo me conectaba a ellos. Sentía una conexión muy importante.

—señorita, ya es hora cerrar— me dijo la bibliotecaria.

—oh si, de acuerdo— asentí con una sonrisa.

Después regresé a casa como a las 21:45 pm y encontré a mi madre. Pensé que me gritaría por llegar tan tarde y como era sábado, ya estaba por decirle que mañana no hay colegio y que no haga escándalo, la salud y ella me sonrió débilmente, pero sonrió

«Esperen», paren todo.

¡Mi madre! ¿! me sonrió?!

¡Mi madre! ¿Sonreírme?

¿Qué le pasaba?

"—aun te quiere— me dijo mi conciencia"

—uy si claro, y yo mañana voy a hacer la tercera guerra mundial— me respondí.

Me asusto un poco, ya que eso es raro, nunca me sonríe, siempre se ríe y su risa me da miedo, me fui a mi habitación, realice mis deberes escolares y encontré una carta de un poema que me dio la maestra de letras, al parecer ella se da cuenta de algo y no quiero que vaya a generarme algún problema con mamá, por eso no me habla directamente.

«No te rindas»

«No te rindas, aún estás a tiempo de abrazar la vida y comenzar de nuevo, aceptar tu sombra, liberar el peso y retomar el vuelo.

No te rindas, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir los sueños, abrir las esclusas, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas.

Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se acalle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tu seno.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque lo has querido y porque yo te aprecio, porque existe el vino y el amor es cierto, porque no hay herida que no cure el tiempo.

Abrir las puertas, quitar los cerrojos, bajar el puente y cruzar el foso, abandonar las murallas que te protegieron, volver a la vida y aceptar el reto.

Recuperar la risa, ensayar un canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida, remontar los cielos».

Mario Benedetti

—no rendirme— susurré.

Me senté en el balcón a pensar en el poema.

No rendirse suena fácil, pero no es así, demanda mucho esfuerzo y yo ya me había rendido y al parecer yo no tenía intenciones de salir de ese embrollo.

El frío cada vez se hacía más presente así que entre a mi habitación fui a la cocina por leche tibia, regresé y solo me recosté en mi cama pensando en todo lo que me sucedía y soñando despierta en que algún día sería feliz o algo parecido.

Sentí mis ojos pesados y no recuerdo en que me momento me quede dormida solo sabía que




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