Solomon Price: Horror en la casa Alberti

8

 

 

Francis había entrado en la casa forzando la puerta principal y vio la catastrófica antesala. Anduvo por un salón donde una amplia escalera se esforzaba por seguir elegante y digna hasta el segundo piso. No subió. Siguió por un pasillo angosto que daba a otra habitación donde algo se movía hacia él. Reconoció a Mario que corría a toda velocidad y no creyó lo que perseguía a su hijo. Era imposible de creer.

—¡Corre papá! —gritó Mario aterrorizado.

Su padre abandonó el pasillo y volteó a ver a su hijo salir de la angostura. Aquella cosa saltó sobre él derribándolo al suelo.

Mario vio desde el piso a su progenitor arrancándole de encima a Antonio que lo golpeaba.

—¡Párate rápido! —le apremió mientras lo ayudó a levantarse—. ¿Se puede saber qué demonios hacen aquí? No me esperaba esto de ti, Mario. De tu hermano tal vez, pero no de ti. ¿Dónde está Felipe?

—No estoy seguro dónde está, papá —dijo Mario—, pero Antonio está poseído por un demonio. Al parecer las historias sobre esta casa son ciertas.

—Arrbertii…Sí —dijo la criatura con voz grotesca arrastrando las palabras como si intentase corroborar lo que dijo Mario.

—Y lo admite el muy miserable. ¡Vámonos de aquí!

—Aguarda un momento. Espero que esto no sea una especie de juego entre ustedes, porque si es así, Mario… —le manifestó Francis a su hijo y luego se dirigió a Antonio—. Lo mismo irá para ti, muchacho. Ya hablaré de esto con Teodoro más tarde.

—Créeme papá, esto no es un juego —le dijo Mario preocupado—. ¿Acaso no ves cómo está Antonio? No somos expertos en maquillajes ni efectos especiales como Richard Taylor. Ni siquiera Chris Barnes puede emular una voz así.

Francis no conocía esas personas que su hijo había mencionado, pero miró a Antonio y entendió lo que decía. Algo verdaderamente sobrenatural actuaba sobre ese muchacho. Encaró a Antonio que los miraba a la expectativa, babeando y haciendo sonidos extraños y guturales. Si aquello era un disfraz, estaba de campeonato.

—¿Quién eres y qué quieres de nosotros?

El muchacho no respondió.

—¿Eres Lucio Alberti quién está poseyendo el cuerpo del niño? —sonsacó nuevamente y Francis se sintió estúpido luego de preguntar eso a la cosa que se parecía al mejor amigo de su hijo, estaba confuso ante aquella situación y no sabía cómo proceder. No era el tipo de entrevistado al que estaba acostumbrado.

—Sólo yo tengo la ocurrencia de intentar entrevistar a un poseído —recapacitó el periodista—. No importa amigo, no queremos ningún problema contigo. Seas Lucio Alberti o no, recogeré a mis hijos y nos iremos de tu casa dejándote en paz.

—¡Poseer! —respondió la criatura, saltando varios metros hasta caer frente a la puerta, bloqueándola para que ellos no pudieran salir.

Tanto Francis como Mario se sorprendieron por el aterrador sonido de la voz que bramó desde el interior de su pequeña garganta. Si anteriormente Francis no estaba seguro de que allí había una posesión demoníaca, ahora sí lo estaba. El cuerpo de Antonio había sido tomado por alguna entidad maligna.

—¿Ves lo que digo? —Dijo Mario mirando asombrado al horror que tenían delante de ellos—. Ahora sólo falta que vomite como en El Exorcista.

—No creo que estemos para bromas —le indicó a su hijo que había dicho eso por puro mecanismo  de nervios defensivos ante lo que acontecía. Se dirigió a Antonio una vez más.

—¿De verdad eres Lucio Alberti?

—¡Alberti…! —repitió con ira las palabras de Francis como una repetidora del infierno.

El miedo creció más dentro de ellos.

—¿Y qué quieres con Antonio? —Le cuestionó armándose de valor—. ¿Por qué estás en el cuerpo de Antonio?

—¡Conquistar!

—¿Qué quieres conquistar?

—¡Todo sucumbirá! —dijo el demonio atacando a Francis. Lo derribó—. ¡De aquí nadie sale vivo!

Sacudió a Francis con un desquicie brutal mientras Mario trataba de quitárselo de encima. El periodista se protegió de los desenfrenados golpes como pudo. El monstruo interrumpió el ataque y lanzó un chillido quejumbroso con furia y horror. Se comportó como si sintiera algo de su interés que hubiera ocurrido en otro lado. Francis jamás había escuchado un alarido tan espantoso. La criatura salió corriendo a toda velocidad derribando a Mario que estaba en su camino.




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