Solomon Price: Horror en la casa Alberti

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EL Aeropuerto Internacional Las Américas estaba abarrotado de turistas que venían a conocer las famosas playas de República Dominicana, y de criollos que volvían a su tierra a visitar sus familiares queridos. Sin importarle mucho el ajetreo de la gente, Price descansaba apático, sentado en una cómoda butaca en la sala de espera mientras miraba la última emisión del noticiario en la TV. La presentadora informaba al país sobre el lamentable descubrimiento del cadáver de una mujer dentro de un carro en el estacionamiento subterráneo del Hotel Thalarion. La opinión de los expertos de la Policía Nacional fue que la mujer, todavía sin identificar, murió por asfixia. El vehículo en el que se encontraba el cadáver estaba registrado a nombre de Francis Salander a quien la policía ha iniciado su búsqueda como principal sospechoso del crimen.

Las cosas no podían haber quedado mejor, se había cerrado otro acceso al Mundo Negativo y poseía el Libro de los Portales. —pensó mientras observaba a David Marco caminar a su encuentro entre el río de gente y equipajes que fluían cansados y presurosos por las distintas estancias de la terminal. Caviló en lo joven que era el agente y recordó los días en que él mismo se preparaba para ser un ejecutor y su primer gran reto eliminando a un grupo de vampiros. Marco daba la impresión que iba a ser un buen efectivo dentro de la organización.

—¿Están bien sus heridas señor Price? —Preguntó con un poco de preocupación.

—Hiciste un buen trabajo conmigo, Marco —respondió Solomon tocándose la herida donde la criatura lo había mordido—. Podré aguantar sin problemas hasta llegar a la enfermería del DIASP.

David se sintió complacido con el comentario de su compañero, quien es una persona muy exigente y poca expresiva. Admiró el ingenio del ejecutor por preparar una escena del crimen para la policía local cuando, un día, descubran los cadáveres de la casa Alberti. Usar el puñal de Lucio para asesinar los testigos fue una buena jugada.

La voz nasal de una mujer sonó por las bocinas de la sala de espera indicando que el último vuelo a Francia estaba listo para ser abordado. Los enviados del Despacho se prestaron a tomar ese avión. Solomon Price se levantó con cuidado a causa de sus heridas. Marco vio el dolor que reflejaba su rostro.

—¿Quiere que le ayude con el equipaje?

—No. Puedo desempeñarme bien por mí mismo —le respondió cortante.

Marco se arrepintió de haber preguntado. Al ejecutor Price no le gustaba que se compadecieran de él. Había luchado en muchas batallas y las heridas que consiguió en esa ocasión no eran nada comparadas con las que le habían infringido en el pasado. Marco se quedó de pie mirándolo cojear por un breve momento mientras pasaba entre la gente que ignoraba quién era aquella leyenda en la lucha contra el Mundo Negativo. Price lo miró con reproche y Marco apresuró el paso para darle alcance. Ya era tiempo de que volvieran a casa y dar la misión por finalizada.




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