Solomon Price: Horror en la casa Alberti

EPILOGO

 

 

El teléfono sonó en el bolsillo del supervisor Bloch. Rápidamente tomó la llamada y escuchó una voz excitada desde el otro lado de la diminuta bocina del aparato. Eran Price y Marco quienes regresaban de su misión. Cuando terminaron de informar, su boca dibujó una gran sonrisa. Eran las mejores noticias del mundo.

Corrió hasta el despacho del director Lovestone, que estaba en compañía del supervisor Bosquenegro, para dar la buena nueva personalmente. Estos, al ver la cara de satisfacción que traía se quedaron a la expectativa.

—Señor, nuestros hombres están regresando de Santo Domingo —le informó al director—. Ha pasado algo maravilloso. Price, sorpresivamente encontró a Lucio Alberti con vida en la casa de su familia, y pudieron quitarle el Libro de los Portales que había robado a Skarsgård. Esta vez Alberti sí está muerto.

—Esto es algo que no me esperaba, es verdaderamente sorpresivo y afortunado —respondió el director maravillado por las buenas noticias—. Hágalo mandar a buscar de inmediato en cuanto llegue. Deseo saber cómo nuestro querido Price nos consiguió el libro. Haremos una reunión de inmediato con los demás directores de las otras sedes para organizar el siguiente paso de nuestros planes.

El director Philip Lovestone tenía una misión muy importante en su vida; conducir hasta la victoria al DIASP en la erradicación del mal del Mundo Negativo que amenazaba constantemente nuestra dimensión. Para ello, sus ejecutores y agentes tendrían que viajar a ese otro mundo y derrotar a los seres ruines que vivían allí arrancando el problema desde su raíz. Hasta ahora había sido imposible ya que no tenían la manera de incursionar dentro del Mundo Negativo, pero con el libro en su poder las cosas tomaban otro color.

Varias horas después, Solomon Price y David Marco entraron a la espaciosa e iluminada oficina del director. Al fondo, Price pudo verlo sentado tras su antiguo escritorio junto a un grupo de los miembros de la organización. El ejecutor apreció el aroma de aquel lugar que tanto lo confortaba. Hacía varios días que no estaba en El Cuartel General. Las instalaciones del Hotel Thalarion Santo Domingo eran estupendas, pero prefería la familiaridad del DIASP que lo hacía sentir en casa.

—Imagino que trae el libro con usted —quiso saber el director—. ¿Lo ha mostrado a alguien más?

—No, no lo he mostrado a nadie, señor —respondió desempacando el bulto de cuero que colocó sobre el escritorio, delante del director Lovestone, su fiel amigo el ejecutor Howard Arkham, el ejecutor Shaw Duncan y los supervisores John Bloch y Argelino Bosquenegro.

—¿Quedó algún testigo o pruebas que puedan comprometernos o vincularnos de alguna manera con lo que pasó en la casa de los Alberti?

—Nunca dejo testigos, señor. Las cosas se manejaron como siempre. Tal como le gusta a usted.

—¡Bien hecho, Price! —Dijo con júbilo el director Lovestone—. Como siempre su trabajo ha llenado todas nuestras expectativas. Nunca deja de sorprenderme su talento. Reconozco que nunca imaginé que traer este libro entrara en la ecuación cuando decidimos mandarlo a Santo Domingo. ¡Bendita nuestra fortuna gracias a usted! Nos ha proporcionado lo que tanto necesitábamos para poner en marcha nuestro más grande plan y cumplir nuestro propósito en esta vida: Un servicio único que solamente nosotros, esta antigua organización, le puede brindar a la humanidad.

—Luego de que se haga revisar las heridas en la enfermería, a Bloch y a mí nos gustaría leer un informe detallado sobre todo lo acontecido en la casa Alberti lo antes posible— les pidió a Price y a Marco el supervisor Bosquenegro, quien controlaba el departamento de ejecutores del DIASP.

El ejecutor y el agente asintieron a la petición al mismo tiempo, mientras Lovestone abría el Libro de los Portales haciendo oscurecer el despacho ante la exposición de las arcanas páginas. Dentro de las secretas líneas mágicas del libro se encerraba un extraordinario poder, y Lovestone lo revisaba emocionado, mirando las secretas y vetustas runas grabadas en sus páginas. Después de un rato de deleitarse, cerró satisfecho el libro y un brillo inusual en sus ojos centelleó hasta que la habitación volvió a iluminarse hasta la normalidad.

—¡Caballeros! —les dijo el director Lovestone excitado—. Es hora de iniciar los preparativos de la operación: Salto en la Oscuridad.




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