Antes de él:
"No todos ven la belleza en los cuervos, y no todos pueden entender lo que realmente quiere decir."
Las puertas del tribunal se abrieron de par en par, en el mismo instante en que el niño dio el primer paso. La sala estaba repleta de personas bien vestidas, impecables en sus trajes. A diferencia de ellos, él llevaba unos zapatos que no eran de su talla, incómodos, apretados. Cada movimiento era una prueba más de lo fuera de lugar que se sentía.
Escoltado por tres hombres, dos con apariencia rígida y uno que parecía un simple espectador más, avanzó por la sala. A su derecha se encontraba el juez, un hombre de rostro senil, cuya expresión rígida no mostraba indicios de humanidad, pero con quien ya había establecido una conversación. A la izquierda, otro hombre, elegantemente vestido, con un rostro desconocido. Y junto a él, una mujer que llevaba una apariencia similar al niño. La misma mirada inocente, el mismo color de cabello, castaño, compartían el mismo sentimiento de estar fuera de lugar…
Sus ojos se encontraron con los de ella. La confusión lo atravesó y su respiración se volvió errática. No podía dejar de mirarla, y un temblor incontrolable recorrió su cuerpo.
—Salvador, ya hemos hablado antes. ¿Lo recuerdas? —la voz del juez lo sacó del trance, su tono suave, casi paternal—. ¿Sabes por qué estás aquí?
El niño asintió. No había necesidad de palabras. Sabía exactamente por qué estaba allí, pero sus pensamientos no podían escapar de ella, de la manera en que se miraban sin hablar. Fue entonces cuando sus ojos volvieron a buscarla, con la necesidad de comprender algo que se le escapaba.
—¿Qué me puedes decir de la señora Belmont? —preguntó gentilmente el juez.
Tan solo escuchar ese nombre dirigió su mirada nuevamente hacia la mujer. 1…2…3… Segundos que se sintieron inmortales.
—Mi madre —respondió con voz temblorosa.
Una gota sobrepasó la mirada de la mujer. Su rostro enrojecido reflejaba la emoción contenida, y lágrimas cristalinas descendieron como si el peso de la verdad se hubiera desvanecido con ellas. Era necesario. En ese instante, sus piernas se movieron por instinto. Tenía que protegerla de aquellas miradas.
El murmullo en la sala creció, y el oficial que lo escoltaba intentó detenerlo. Sin embargo, el niño se escabulló entre sus brazos y, en un impulso, corrió hacia su madre. Se lanzó a sus brazos sin pensar, sin darse cuenta del juicio que se estaba llevando a cabo.
La audiencia tomó un descanso inesperado. El ambiente se volvió más calmado, como si todos supieran que el desenlace ya estaba sellado. Salvador fue separado y llevado en otro cuarto para mantener la tranquilidad de la sala. Era muy cruel separar a un niño de su propia madre; sin embargo, era parte del protocolo. El hombre que lo sostuvo lo llevó con cuidado al baño para limpiar sus lágrimas; sin embargo, cuando abrió la puerta el niño había huido.
Mientras que fuera de la sala de audiencia los juicios comenzaban a formarse.
—La parte demandada jugó bien sus cartas. Esa escena con el niño fue realmente conmovedora —comentó una voz al salir, con una risa burlona.
—Es una lástima. El señor Ladezma insistió tanto en que ese niño diera una declaración. Los niños siempre prefieren a la madre. Ese niño en particular... ¿No es un poco demasiado listo para su edad? ¿Cómo pensaba el señor Ladezma manipularlo, si ese niño tiene las características de un alfa dominante? Ellos son demasiado inteligentes para su corta edad —continuó la charla un hombre, casi como si hablara de una estrategia.
—¿No te enteraste? El señor Ladezma es yerno del fiscal. Incluso si la norma dice que el niño no debe separarse de su madre hasta cumplir la edad de su despertar… tenía al mando decisivo, por otro lado.
—Es un poco cruel hacerle eso a un niño. ¿Cómo se formará correctamente si no puede recibir las feromonas de su propia madre? —cuestionó el hombre. Aunque había muy poca información sobre el tema. Un niño que no llega a superar la etapa de su infancia junto a su procreadora, tendrá dificultades en el futuro.
—¿El hijo del fiscal no era un alfa? El señor Ladezma también es un alfa dominante. Entonces… —otra mujer continuó la conversación.
—El señor Ladezma es un buen jefe. No pienso lo mismo de su calidad como persona. ¿Por qué crees que está interesado en el niño? Dos alfas no pueden tener un hijo. Así que…
Y entonces, otra mujer, cuya voz estaba llena de desdén, se adelantó con una conclusión que cayó como un peso sobre todos los presentes:
—¡Un bastardo!
Los ojos del niño se asomaron en el lugar, llenos de curiosidad. Solo entonces, uno de los presentes notó su presencia.
—Oh, querido. ¿Qué haces aquí? —preguntó con curiosidad un hombre—. ¿Dónde está tu madre?
No lo sabía. Había perdido de vista incluso a los hombres que lo escoltaban luego de correr hacia los brazos de su madre.
El hombre lo levantó con ambos brazos y lo analizó con detenimiento.
—¿No es excelente? ¿Realmente tiene la apariencia de un alfa? —dijo, observándolo con interés—. Dime, pequeño. ¿Cuántos años tienes?
El niño contó con sus dedos hasta formar exactamente cuatro. Los ojos del hombre brillaron con intensidad.
—Debe ser por eso que el jefe desea tanto a este niño —continuó. El niño incluso pudo leer la etiqueta del hombre. “Oficina central Penal” “Maximilian Velasco” Parecía ser un hombre amable, pero su mirada posesiva decía otra cosa— Los alfas dominantes son tan demandados como los Puros. Con un hijo como él, hasta yo…
“¡¡¡Blash…!!!”
Antes de que pudiera terminar la frase, su rostro giró repentinamente. En ese momento, el niño logró liberarse de sus brazos y cayó al suelo. La expresión del hombre quedó en blanco, mientras que su mejilla enrojecida ejercía un temblor en todo su rostro. Una bofetada que cayó justo en el momento.