18 años antes…
Dos años.
Dos años en los que la vida de Selene se convertía más y más en un espejo de la de su familia... Un muy monótono espejo.
Sus padres seguían inmersos en sus propias vidas.
Su padre pasaba el tiempo trabajando, moviéndose de reunión a reunión y de viaje a viaje; mientras que su madre aprovechaba las ausencias para encontrarse con sus amigos. Constantemente un amigo diferente aparecía en su puerta.
Solo su niñera y los sirvientes parecían recordar su existencia, pero el estricto itinerario de clases y lecciones preparado para ella le demostraba su error. Desviarse de ello podía ser considerado un pecado capital... Y a veces hacia que deseara realmente ser olvidada y desaparecer.
Era en esos momentos cuando sin importar las posibles consecuencias y castigos, escapaba de la casa para acercarse a la orilla del mar.
Después de haber sido salvada por ese extraño niño al estar a punto de ahogarse, simplemente no lograba sacarse toda la situación de la cabeza. Y especialmente no a él.
Ese niño de ojos dorados y cabellos de fuego la perseguía hasta en sus sueños.
Con el paso del tiempo las fugas de Selene hacia la playa se hacían más y más frecuentes, pero él nunca estaba allí.
Una mañana volviendo de una especialmente horrible clase de equitación, ingresó a la casa desde la cocina, con intención de buscar a su madre. Esas clases solían ser extenuantes de por sí, pero esa vez el profesor le había gritado; provocando que Selene estuviera a punto de caer del caballo al asustarse el animal.
Demasiado alterada como para preocuparse por quitarse la sucia vestimenta, recorrió la casa en busca de su madre, pero no aparecía por ningún lado. Con el dormitorio de sus padres como el último lugar por revisar y sus nervios a flor de piel, aceleró el ritmo tanto como sus pequeñas piernas le permitían. Al llegar, Selene estuvo a punto de irrumpir en la habitación, pero un extraño ruido proveniente del interior hizo que frenara su carrera.
De pie allí pudo oír como los ruidos se incrementaban y crecían en intensidad, pero ella no lograba identificarlos. Insegura de que hacer y temiendo que algo podía estar sucediéndole a su madre, lentamente abrió la puerta para asomarse; quedando petrificada con la imagen frente a sus ojos.
Su madre estaba desnuda en la cama que compartía con su padre y un hombre igualmente desnudo se movía sobre ella, haciendo que soltara esos extraños sonidos. Selene no alcanzaba a comprender lo que estaba viendo, pero en su interior no se sentía correcto.
En su desconcierto, la fusta que aún llevaba resbaló de su mano y golpeó el suelo, atrayendo la atención sobre su persona.
Instintivamente retrocedió un paso ante el enojo reflejado en el rostro del hombre y salió corriendo de la habitación cuando fue clara su intención de acercarse a ella.
Solo unos momentos más tarde, ambos se encontraban a medio vestir y corrían tras ella llamándola, pero Selene simplemente siguió corriendo rumbo al bosque... Y a la playa tras él.
Casi en su destino, ella creyó ver movimiento en el agua, pero alguien la sujetó por detrás alejándola.
Ese simple instante, reafirmó su esperanza.
Aunque le llevara años, Selene estaba decidida a ver a ese niño.