Solsticio de Luna

Parte Onceava

La luz lo cubría todo.

Todos en la sala quedaron cegados por la luminiscencia que desprendía el tridente real, símbolo de poder y legitimidad del trono de la Atlántida; expectantes y temerosos de moverse por lo que pudiera suceder a continuación.

Una ola de energía ingresó en Selene desde la mano que sostenía el tridente y comenzó a hormiguear su camino al resto del cuerpo, invadiéndolo, para concentrarse en su cuello y piernas. El agua a su alrededor comenzó a arremolinarse y burbujear, elevándola y envolviéndola por completo.

Los minutos que pasaban, parecían interminables.

Poco a poco, los destellos de luz disminuyeron visiblemente en la sala, hasta concentrarse en una especie de capullo, formado por burbujas y corrientes de agua, arremolinándose en torno a Selene. Entonces, la crisálida eclosionó dispersándose en todas las direcciones y la luz se desvaneció.

Les llevó un momento ajustar sus ojos a la nueva iluminación. Al hacerlo, un jadeo colectivo se extendió por el lugar.

Selene se encontraba en el mismo lugar que antes, sosteniendo el tridente, pero ya no era la misma. Sus piernas se habían transformado en una hermosa cola color ónix y pequeñas branquias adornaban los lados de su cuello.

Brillantes perlas a juego con su nueva cola se entrelazaban con su rubio cabello, decorándolo; mientras que una hilera de ostras y picos de coral formaban una especie de corona sobre su cabeza.

—¡Mátenla! —Ordenó el rey Larak, a los guardias, antes de que alguien más pudiera reaccionar.

—¡No! —Gritó Zale.

Él y Cormac se pusieron en medio, forcejeando con los guardias que intentaban pasarlos, tratando de cortarles el paso, sin llegar a matar a los otros tritones que solo estaban obedeciendo órdenes. Aún así un par de ellos lograron llegar hasta Selene, pero al intentar tocarla, el tridente brilló y una onda de energía los despidió hacia el otro lado de la habitación.

La sorpresa hizo detener al resto de los tritones, que comenzaron a mirarse desconcertados.

—Cormac, encárgate de mi padre. —Ordenó Zale.

—Sí señor. —Respondió, con una pequeña reverencia. —Guardias, detengan al antiguo rey Larak por traición al reino y a la corona.

—No entiendo. —Se aventuró a decir uno de ellos. —¿Qué está pasando príncipe Zale?

—La predicción de los rollos de alga finalmente se cumplió. El tridente ha elegido a nuestra nueva gobernante.




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