A estas horas ya habrás terminado tu cena. Me pregunto qué habrás cocinado o si habrás elegido salir con tus amigos por la noche. ¿Sabrá ese amigo al que le hablaste sobre mí lo que sucedió entre nosotros? Seguro que sí. Así como también habrás encontrado refugio en él, porque te habrá dado la razón. Tal vez piense que estoy loca o que encontrarás a alguien mejor.
Tal vez hasta te has convencido de que tu amigo está en lo correcto y, simplemente, yo debí ser una más con la que no pudiste congeniar.
Hay una tormenta esta noche donde vivo, parece que el cielo se va a caer mientras escribo y recuerdo lo que vivimos. Ayer lloré, no te voy a mentir. Pero ahora mi energía está renovada; supongo que esto me va a pasar varias veces hasta que me reencuentre.
Repaso nuestra historia como tantas veces lo he hecho y me pregunto si te habrás dado cuenta de cuánto traté de adaptarme a tu estilo de vida ajetreado. Te manejabas como si fueras un hombre hecho y derecho, primero en la lista estabas vos y después los demás. Cuando me expresaste que estabas enfocado en vos mismo, que carecías tiempo para otras cosas (en esa lista supongo que mi nombre figuraba desvanecido), me lastimaste. Viéndolo ahora me pregunto… ¿Qué se sentirá vivir así? ¿Qué se sentirá ser consciente de que le rompiste el corazón a la persona cuya prioridad eras vos? ¿O será que todavía no caíste en la cuenta de lo que perdiste?
La relación con tu familia nunca fue un camino llano. No te llevás bien con tu hermana mayor, cuyas decisiones suelen ser inconsideradas. Tampoco tenés una buena conexión con tus padres, a pesar de que los visitás y pasás tiempo con ellos nunca te llenan como querés. Tus padres discuten y vos estás en el medio, tratando de que hagan las pases. Y luego, me tenés a mí para pasar tu frustración. Estás llorando porque te acusan de algo que vos desconocés y yo, te apoyo. Te escribo un párrafo explicándote que no debés complacer a aquellos que te hacen mal y me asegurás, horas después, que está todo bien, que igualmente vas a estar para ellos porque son tu familia y, de paso, me agradecés. Te aseguro que voy a estar para lo que necesites, y era así. Te juro que era así. Sin embargo, ahora que no estamos juntos, ¿qué se siente saber que no tenés a la persona que te apoyaba cuando te perdías en conflictos familiares?
Mi relación con mi familia no es perfecta, tampoco la categorizaría de rota. Te hablé sobre ella, detalles que no suelo contar a las personas, solo para que entendieras un poco más de mí porque, a diferencia tuya, yo reconozco que mi pasado define parte de mi carácter. A diferencia tuya, yo sí sé hacer una retrospección.
Admirás mi relación con mi madre. Lo cercanas que somos. Me decís varias veces que esperás caerle bien, a pesar de que niego tu existencia frente a ella. Y, por suerte, mi mamá todavía desconoce tu nombre. Una decisión sabia debía tomar entre tanta turbulencia.
Te agrada mi relación con mis amigos. No tengo muchos, pero los que tengo los llevo de años. No me es difícil conocer gente. Puedo descargarme aplicaciones y pegar onda con varias personas. Esto, yo sé porque me lo dijiste, te desagradaba. A pesar de que te expliqué que solo conocía personas en modo amistoso, no sé si en algún momento llegaste a sentirte seguro con esta información. Mis amigos son mi todo, elijo bien la gente con la cual relacionarme y me quedo con aquellos que no esperan ningún tipo de filtro de mi parte. Tus amigos, al menos algunos, son bastante cuestionables. ¿Con quién irás ahora cuando uno de ellos decida inventar otro rumor sobre vos? Y, a todo esto, ¿qué habrá pasado con esa situación? Recuerdo haberte preguntado después de que decidiste abrirte conmigo al respecto, pero nunca me respondiste. Me ignoraste por veinticuatro horas, yo preocupada, y vos… Cenando con amistades.
Te gustaba mi estilo de vida más relajado. Yo no soy como vos, no tengo que tener la cabeza todo el tiempo ocupada para no enfrentar la realidad. Nunca sentí la necesidad de usar de excusa el trabajo o estudio, como lo hacías vos, porque a mí sí me agrada la vida que vivo. No le tengo miedo a no hacer nada durante un fin de semana, a quedarme en mi casa para hacer videollamadas con mis amigas que viven a distancia, o a mirar una película o una serie. No tengo miedo a quedarme sola con mis pensamientos o sentimientos porque yo estoy en paz con ellos. A vos, en cambio, te falta mucho para llegar a comprenderlos.
Me resulta irónico escribir estas palabras cuando anoche me quedé dormida llorando porque te extrañaba. Me dolía tanto el corazón que decidí responder los últimos mensajes que tenía de mis amigas y pedirles que me dieran un tiempo este fin de semana para reordenar mis ideas. Esta soy yo haciendo catarsis. En este desastre de documento que luego será publicado en redes sociales.
Una parte de mí todavía quiere llorar, pero no por lo que tuvimos. Sino porque plasmando mis sentimientos puedo darme cuenta de lo diferentes que éramos y que jamás hubiéramos funcionado. Yo soy muy transparente con lo que siento, vos no. Yo vivo en paz en mi cuerpo y mente, vos no. Cuando mis pensamientos y sentimientos me juegan una mala pasada, yo sé cómo manejarlos, vos no. Sé expresarme y también aceptar emociones ajenas, vos no. Yo sé cómo tratar a la gente que quiero, y vos no.
Te falta mucho para amar a corazón abierto como lo hice yo. Sé, y puedo firmarle a cualquiera, que me quisiste, pero no de la forma en la que me merecía.