Mientras estábamos en la estación de policía, el feo y yo, porque al gordo se lo habían llevado al hospital por qué le abrí la cabeza. Dos policías me tenían agarrada por agresiva.
—Esta mujer nos aventó tres botellas y una de ellas le dió en la cabeza a mi amigo, ahora él está grave en el hospital. — Hablábamos con el jefe de la delegación.
—Solo tiene una herida muy pequeña. — Arrastraba las palabras y con mi pulgar e índice hacia la señal de pequeño juntando estos por las yemas. Ya había llamado a Carmen y ella venía en camino.
—Entonces usted admite que sí los agredió.— Me afirmó el jefe.
—Sí. — Dije sin pensar.
—¿Lo ve? — Gritó el feo.
—¡Pero es porque ellos me estaban insultando! — Me solté de un policía y le di un golpe al feo, los policías volvieron a agarrarme y me apretaron aún más.
—¡Eso es mentira! Nosotros hablábamos de chismes de figuras públicas, hablábamos de la ex esposa de Alejandro Sosa. — Explicó el feo.
—¡Que yo soy la ex esposa!— Grité molesta.
Carmen llegó corriendo y pidió que me soltaran del agarre, los policías accedieron a darme movilidad pero le informaron la situación a Carmen.
—La señorita agredió a este señor y a su amigo hiriendo a uno de ellos en la cabeza. Dice que era porque la estaban insultando, pero en realidad ellos hablaban de la ex esposa de Alejandro Sosa. — Resumió los hechos.
—Ella es la ex esposa de Alejandro Sosa. — Verificó Carmen.
—¿En serio? — Los policías, el feo y el jefe comenzaron a reír. — Le diré algo a ambas, si eres la ex esposa de Alejandro Sosa, que venga por ti.
Y siguieron burlándose de mi, me imaginé el momento en el que Alejandro viniera y me viera en esta situación, no era un panorama bonito. Él dejó muy claro que lo lastimé mucho y que me odia, entonces pedirle ayuda ya no era una opción. Además yo no estaba lista para verlo.
—Tienen razón, no soy la ex de ese hombre. — Dije con fastidio.
—¡Claro que lo es! — Carmen me contradijo.
—¡No quiero que venga a salvarme! ¡No quiero deberle nada! — Le grité a Carmen y después me dirigí al jefe. — Arrestenme y lléveme a prisión, me hará bien cambiar de aires.
Carmen siguió hablando con el jefe
y el hombre feo, tratando de llegar a un acuerdo. A mí me metieron a una celda con dos personas, una mujer y un hombre, la mujer parecía ser sexo servidora y el hombre se caía de borracho.
Yo me quedé de pie pero me recargaba en la reja, me estaba quedando dormida hasta que lo hice, me dormí de pie hasta que un policía golpeó la reja asustandome, él solo me burlo de mi y siguió su camino. No sé cuánto tiempo había pasado pero de pronto ví entrar al hombre de mis pesadillas, Alejandro Sosa.
Iba acompañado de otro hombre un poco más joven que él, Alejandro parecía buscar a alguien y terminó la búsqueda cuando vió a Carmen. ¡Carmen le había llamado!
¡Que humillación!
Me quedé como idiota viéndolo mientras hablaba con el feo y el jefe. Ambos quedaron sorprendidos ante su presencia y quince minutos después me dejaron libre.
—Entonces la señorita se hará cargo de los gastos médicos y se retirarán los cargos. — Carmen me abrazó aliviada cuando el jefe dijo eso, yo estaba tensa. El jefe se estrechó la mano con Alejandro. —¿Cierto? — Me preguntó a mi.
—Ya que. — Miré mal al feo.
—Tienes suerte, te hubiera golpeado si mi educación me lo permitiera. — El feo me advirtió y me miró de arriba a abajo con desprecio.
—¿Cuál educación? — lo miré de arriba a abajo de una forma despectiva. — Mejor consíguete una novia para que dejes de hablar de la de los demás. — Quise golpearlo pero Carmen me detuvo.
—Ahora entiendo porqué se divorciaron. — Volteó a ver a Alejandro. — Que bueno que se separó a tiempo de esta bruja.
—¡Bruja tu mamá! — Le grité pero Alejandro y compañía se dió la vuelta y salió a toda prisa, Carmen me empujaba para que fuera detrás de él y eso hice. — Alejandro. — Lo llamé antes de que se subiera a su auto.
—¿Qué quieres ahora? — Me habló quedándose a la distancia.
—Gracias por...— No pude terminar de hablar porque él me interrumpió
—Espero que no volvamos a vernos en estas circunstancias. — Me habló con desprecio, como si estuviera molesto. — La próxima vez que te detengan no menciones mi nombre.
Me sentí como la idiota mayor.
—Yo también lo espero.— Hablé en su mismo tono. — Se más cuidadoso para que no estén hablando de mi. Eso sabes que me molesta. — Tomé a Carmen de la mano y comencé a alejarme.
—Tú también se más cuidadosa, no quiero que me relacionen contigo. — Se subió a su auto, yo corrí detrás él pero ya había arrancado.
Me quité un zapato y se lo aventé logrando golpear el auto. Él no se detuvo, siguió avanzando.
—¡Ay no! Mi zapato. — Corrí para recogerlo.
—¡No hagas eso aquí!— Carmen me regañaba. Tomamos un taxi que pasaba y le di la dirección. — Sí que ha cambiado. — Carmen estaba muy sorprendida.
—Es un idiota. ¡No se disculpó! ¡No tuvo remordimiento de todo lo que me hizo sufrir! — Estaba verdaderamente enojada.
— Deja las cosas en el pasado de una vez. — Carmen parecía estar harta de todas mi quejas.
—Esta bien. — Me quedé callada, pero de pronto me surgió una duda. — ¿Cómo conseguiste su número? — Pregunté.
—Fue extraño, llamé a su antiguo número y contestó. — Me explicó. Me reí, me reí a carcajadas. —¿Qué te pasa? — Carmen me miraba como si estuviera loca.
—Han pasado tres años, es un empresario exitoso y después de un rompimiento de la magnitud que tuvimos ¿No cambió su número? — Me seguí riendo. — Su teléfono era un anticuado teléfono de 10 dólares.
— No pensarás que sigue loco por ti ¿O sí? — Me preguntó con obviedad. — ¿Lo viste hoy? Ahora él es inalcanzable, justo cuando llegó parecía que brillaba. Esa clase de hombre ya no mira al pasado.
Miré queriendo asesinar a Carmen.
—¿Por qué sigues poniéndote de su lado? — Le pregunté molesta.