Soltera divorciada

AZOTEA

Me senté en una banca, el parque era bonito, era momento de tomarme una foto. Saqué mi teléfono y arreglaba mi cabello viéndome en la cámara frontal.

—No cambias. — La voz de Alejandro me interrumpió. — Siempre tan superficial. — Alejandro y Héctor llegaron. 

Ignoré su comentario.

— Escucha, sé que debió de sorprenderte que pidiera trabajo en tu empresa. — Dije en tono de disculpa. — Habiendo tantos otros lugares más pero, conseguir trabajo es algo más importante que mi orgullo. 

—Hay muchos trabajos, sólo debiste ignorar mi empresa. — El tono firme me sorprendió, yo miraba el piso tratando de parecer vulnerable. 

— Alejandro, tú sabes que no tengo estudios o experiencia, sabes que los trabajos no me duran mucho y eso no deja que me den una carta de recomendación. — Seguí mirando al piso. — Tampoco tengo ningún contacto y las demás empresas ni siquiera leen mi currículum. — Fingí la voz, era un tono triste. — Pero... no te preocupes, si me contratan yo me iré lo antes posible. — Ahora me hacía la mosca muerta, esta no falla. — Me iré cuando pueda juntar la suficiente experiencia y espero que puedas ayudarme con una carta de recomendación. 

— Ese no es mi problema, es el tuyo. Yo no quiero verte nunca más ¿No lo entendiste? — Alcé la mirada sorprendida, no lo había conmovido ni un poco. 

Entonces él comenzó a irse. 

—¿Es en serio? — Me puse de pie, él se giró a observarme.  — ¡¿Qué rayos te pasa?! — Le reclamé haciendo que mi teatro de mujer indefensa se cayera. — Tú no eras así, madura un poco y separa lo personal de lo laboral. Yo no entro a esta empresa para verte, entro porque lo necesito de verdad. 

Él me observó unos segundos, creo que estaba cayendo, estaba logrando ablandarlo un poco. 

—No, no quiero. Es mi empresa y no quiero contratarte. Búscate otro trabajo. — Siguió su camino. 

—¿Qué debo hacer? — Pregunté, yo debía conseguir este trabajo, tenía buenas prestaciones y buen sueldo. — ¿Quieres acaso que me arrodille ante ti y te ruegue por el puesto? — Pregunté con sarcasmo. 

Él se giró por completo para verme.

—Sí. — Su tono y su mirada era fría, no podía creer que de verdad me dijera eso.

Nos miramos por unos segundos, no supe qué más hacer así que dejé mi bolso en la banca del parque y me quite el saco gris, solo para que él viera que iba a hacerlo. El Alejandro que conozco nunca dejaría que esto pasara, si me arrodillaba él se iba a conmover tanto que me recogería del piso y me pediría perdón por decirme que lo hiciera. 

—Alejandro... — Héctor le decía con tono de advertencia. 

— Tranquilo, no lo va a hacer. La Ana que conozco jamás se arrodillaría o le suplicaría a nadie. — Alejandro seguía esperando a que yo me pusiera de rodillas.

Puse una rodilla en el piso y lentamente puse la otra, Héctor estaba horrorizado pero Alejandro no tenía ninguna expresión en su rostro. 

—Por favor… — La voz se me apagaba, pero debía hacerlo, debía rebajarme ahora para que después él me pagara todo esto y más. — Necesito el trabajo, tengo muchas deudas y… realmente lo necesito. 

Héctor no lo soportó más y fue a ayudarme a ponerme de pie. Héctor sacó un pañuelo y me limpió la tierra de las piernas, él miraba mal a Alejandro. 

—Lo pensaré. — Alejandro se dió la vuelta y caminó decidido por dónde vino. 

—¿Estás bien, Ana? — Me preguntó Héctor.

Yo estaba llena de rabia, las lágrimas me salían pero las limpiaba de inmediato, Alejandro pagaría por todas las lágrimas que he derramado 

—Sí. — Respondí y tomé mis cosas. — Gracias por ayudarme. — Traté de sonreírle y comencé a caminar hacia la parada del autobús. 

No me contratarán, Alejandro no me contrataría. ¡Fracasé, fracasé! ¡Me odiaba por fracasar! 

Cuando le conté a Carmen ella me dio un gran. TE LO DIJE. 

—No seas cruel, me humillé frente a él para nada. — Eso era lo que más lamentaba. 

—¿De verdad te pusiste de rodillas? — Me preguntó dudandolo por completo. 

—Claro que sí, pero Alejandro ya no es el mismo, ahora sí estoy segura. Pensé que solo fingía y si le daba algo verdaderamente fuerte que fuera en contra de todo lo que él era… pues iba a reaccionar, pero no. Ya no es el mismo chico tonto que se dejaba conmover por todo.

—El mundo empresarial vuelve duro a cualquiera, debe ser así. — Carmen lo defendía de nuevo. — Puedes seguir buscando trabajo, ya sabes. — Me sirvió la cena y comencé a comer como loca. 

De nuevo a los malos empleos. 

A los dos días de seguir buscando trabajo aunque sea como edecán, vendedora de tienda o de limpieza de nuevo, recibí una llamada. 

—¿Ana Torres? — Preguntaron. 

—Sí, soy yo. 

—Hablamos de la empresa Zelo, le informamos que ha sido contratada como pasante, mañana preséntese a las 9 de la mañana en la empresa, díga que es la nueva pasante en recepción y se le entregarán sus cosas.

—¿Es en serio? — Pregunté.

— Bienvenida a la familia Zelo. — La mujer colgó y yo no cabía de la felicidad. 

—Lo logré. — Me parecía una broma todo esto. —¡Lo logré! — Grité y todos voltearon a verme. Llamé a Carmen. — ¡Carmen! ¡Lo logré! ¡Me contrataron! — Me reía. 

—¿En dónde conseguiste trabajo? — Preguntó algo feliz por mi. 

—En nada más y nada menos que en la empresa Zelo. — Sonreía como idiota. 

—¿Qué? — Carmen se quedó callada unos segundos. —¿Estás diciendo que sirvió que te arrodillaras? 

—Sí. — Fui por una paleta, era tan dulce. — Quizá logré conmoverlo un poco. 

Caminé hacia el departamento, me llegó un correo de la empresa donde me decían lo mismo que en la llamada. Cuando Carmen llegó yo ya tenía la mesa y la comida lista, le mostré el correo y ella estaba muy feliz igual que yo. 

Me ayudó a escoger la ropa que usaría al día siguiente, usé un traje color vino, unos tacones abiertos, pero bajos. Me recogí el cabello en una coleta dejando unos mechones sueltos, no usé tanto maquillaje. No quería estar retocandome todo el día. 



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En el texto hay: comedia, romance, venganzayamor

Editado: 26.12.2020

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