Cuando terminé de llorar, después de algunas horas me levanté, y salí de la casa. Alejandro se había ido, ya no estába su carro. Cerré bien la casa y después caminé todavía pensando en todo lo que debía cambiar en mi.
No pude dormir todo el fin de semana, me la pasé acostada y comiendo. Pensé seriamente en ya no asistir a la empresa, hasta falté el lunes. Pero debía terminar bien. Huir era la vieja Ana, ahora debía enfrentar a los demás. Debía ir a la empresa a dejar mi carta de renuncia.
Me puse lo primero que encontré, unos jeans y una blusa azul. Me senté en la sala a desayunar mientras escribía mi carta de renuncia.
Cuando terminé tomé mi gafete y la carta.
Lo metí en mi cartera y salí rumbo a la empresa. No tenía nada de maquillaje, ni siquiera me había bañado.
Cuando llegué a la empresa lo primero que hice fue dejar la carta en el escritorio de Tabata, no había casi nadie, era la hora de comer. Había llegado muy tarde.
Después de eso miré el agua vacía, Fui a cambiarla, aunque sea por última vez.
—Te ayudo. — Adam tomó el garrafón y yo sé lo entregué. No tenía ganas ni de hablar. — Me pregunto dónde estará el de limpieza, esto está muy sucio. — Miró la oficina.
Yo lo ignoré y caminé hacia el elevador, ya era hora de irme. Adam me alcanzó subiendo al ascensor conmigo.
—¿A dónde vas? — Le pregunté.
—Contigo. — Pasó un brazo por mis hombros. — Ana, parece que te sientes terrible ¿Estás bien? — Me preguntó preocupado.
—Sí, no pasa nada. — Lo abracé en forma de despedida, aunque él no lo sabía.
—¿Estás enferma?
—No. — Respondí y se abrió el elevador, yo avancé sin esperar a Adam.
—¿Por qué no viniste ayer? — Preguntó.
—Adam, basta. Quiero irme. — No podía quedarme más en la empresa, no quería ver a Alejandro.
— Te invito a comer. — Me propuso. — No aceptaré un no, vamos.
Me tomó de la mano firmemente y me arrastró hacia el mismo restaurante donde cenamos la otra noche.
—Quiero cerveza. — Hice un puchero.
Él pidió dos cervezas sin preguntar, yo seguía en modo sad.
Comencé a tomar en silencio.
— Ayer tuve que hacer el trabajo que te correspondía a ti, debes de agradercerme de alguna forma. — Me dijo interrumpiendo mi forma de beber.
—Piensa en eso como una nueva experiencia, trabajar bajo presión. — Me reí ante mi tontería después volví a tomar.
—Realmente te rompieron el corazón. — Parecía sorprendido.
— Deja de molestar. — Le advertí.
—Bien. — Parecía pensar en algún otro tema. — ¿Y Cómo te fue en la cena con Alejandro? — Me preguntó.
—No digas ese nombre, me da nauseas. — Evité mirarlo a los ojos.
—Entonces es él… — Dedujo.
—¿De qué hablas? — Me hice la tonta.
—¿Tú lo rechazaste a él o él a ti? — Preguntó.
—Ninguna de las dos, Adam. Él y yo no somos compatibles, yo soy una mujer tonta, ambiciosa e interesada. Mientras él es un hombre sin sentimientos que no le importa pisar a las demás personas, lo demostró en la cena.
—Tú no eres así. — Me defendió. — Eres una mujer que trabaja duro, lucha por lo que quiere y eres muy linda.
—¿Qué edad tienes? — Le pregunté.
—¿Yo? Ya sabías que 22. — Mientras me ofrecía otra cerveza pedía de comer a la mesera y le pedía otras dos cervezas.
—¿Quieres embriagarme para aprovecharte de mi? — Pregunté.
—Sí. — Admitió.
—Lo lograrás. — Me tomé otra cerveza de fondo y él comenzó a reír. —¿Qué piensas? ¿Qué estoy loca?
— No. — Me sonrió sinceramente. — Pienso que el hombre que te tiene de esta forma debe pagar las consecuencias. ¿Fue muy malo contigo?
—Sí. — Admití y después me cubrí el rostro. — Me mostró algo que yo anhelaba, me ilusionó y después me insultó.
—¿Por eso estás así? — Preguntó triste. Asentí. — Ese hombre es un idiota, deberías pagarle con la misma moneda. Fastídialo hasta que se arrepienta.
—Eso es malo. — Regañé a Adam.
—Soy malo. — Admitió.
Mientras yo miraba al vacío, Adam sacó una moneda y comenzó a jugar con ella haciéndola pasar rápidamente por sus dedos, parecía que la moneda ni siquiera tocaba su piel.
—¿Cómo haces eso? —Pregunté. — Hazlo de nuevo.
Él sonrió y comenzó a hacerlo otra vez.
—Es fácil, a ver. — Tomó mi mano derecha boca abajo, puso la moneda entre el dedo índice y medio. — Debes hacer que la moneda pase por encima dándole la vuelta con los puros movimientos de tus dedos. — Me explicaba atentamente.
—Esto es casi imposible. — Comencé a intentarlo y la moneda se caía o me daba calambre en los dedos.
—Es con la práctica, te presto la moneda para que sigas practicando. — La mesera llegó con la comida y yo seguí intentando mientras comíamos.
Cuando me rendí, guarde la moneda, alcé la vista y miré como un hombre entraba al restaurante, se me hacía conocido. Lo observé por un rato hasta que él volteó a verme y miró hacia otro lado poniéndose una gorra.
—Ese hombre se está escondiendo de mi. — Le dije a Adam y este volteó a verlo. Enseguida el hombre se puso de pie y salió rápidamente del local.
Adam lo pensó por un segundo y salió a perseguirlo.
Se me hizo algo extraño pero terminé de beber ambas cervezas y pagué la cuenta.
Cuando salí estaban deteniendo al hombre con gorra y un policía le explicaba a Adam que debía ir a la estación.
De vuelta a la estación.
Adam y yo tomamos un taxi hacia allá, Adam me explicó que los servicios de mantenimiento no van los martes y que el señor que nos recogió la basura hace unas semanas no debería estar ahí, lo reconoció cuando se lo señalé y al querer hablar con él, el señor huyó. Eso lo marcaba como sospechoso.
Cuando llegamos lo ví bien y sí era él, soy muy mala con las caras pero su corte de cabello era inolvidable.
—¡Debería darte vergüenza! — Le grité. — ¿Sabes lo que pasé por tu culpa? ¡Me culparon a mi! Casi quedé despedida y en la cárcel.