Soltera divorciada

CAOS

Le mandé mensaje a Carmen porque aún la obligaba a comentar el sitio de la lavandería. 

"Pon que ahí conociste a tu esposo" 

Es un buen comentario sentimental, atraería a las solteras. 

"Pero no he conocido a nadie y no estoy casada. Lo único que me trajo la lavandera es una amiga terca y grosera. "

Me contestó de inmediato, ¡De verdad que a veces Carmen está de un humor!

"Entonces ponle que esa amiga es lo mejor que te ha pasado porque te ayudó a conseguir un buen trabajo y te deja probar tus experimentos en ella."

Me reí, la última vez había pensado que podría hacer una crema muy buena, la cual no lo fue y me irritó la piel. 

Quizá pueda hacer un poco para Alejandro.

—Ana. — Adam me miraba con miedo cuando llegué a mi escritorio. 

—¿Sí? ¿Pasó algo? ¿Estás bien? — Le toqué la frente y él me quitó la mano tomándola entre las de él. 

— Está a punto de iniciar el caos. 

—¿¡Qué!? — Luisa gritó y miraba hacia todas partes tratando de encontrar algo o a alguien. 

— Toma tus cosas rápido, debemos adelantarnos. — Adam me ordenó pero yo no entendía qué estaba pasando. 

—¡Tabata, hay un problema!— Luisa se puso de pie y corrió buscando a Tabata. 

— Vámonos. — Adam tomó él mismo mi bolsa y me arrastró hasta el elevador. 

—¿Qué pasa? — No entendí nada. 

—Hay un cliente de la lavandera en el hospital con un problema en la piel. — Me informó cuando estábamos en el elevador. 

—¿Qué? — Me mareé un poco. — ¿Cómo lo supiste? 

— Tu madre me llamó de inmediato cuando ella se enteró. — Llegamos al estacionamiento, Adam me jalaba del brazo haciendo que yo tuviera que tratar de seguirle el paso, el cual lograba corriendo. Nos cruzamos con Alejandro, nosotros bajamos y él subió. No nos despegaba la mirada, Adam siguió corriendo hasta el auto. Nos subimos y ahí inició una escena que debería estar en rápidos y furiosos, nos pasamos dos altos y no poníamos direccionales.

—¿Ya vas a decirme qué es lo que pasó? — Estaba aferrada al asiento.

—Parece ser que el señor fue completamente específico con el producto que pidió, preguntó los productos que usaban y fue a la tienda a dejar la ropa. Se le entregó ayer y hoy está en el hospital porque el producto que se utilizó no es el que pidió, el señor tiene una enfermedad en la piel, la cual estaba cuidando y el producto lo empeoró. 

—Eso… suena muy grave. — Me preocupé. 

—Hay que ir al hospital para que al señor no se le ocurra demandar y nos haremos cargo de las curasiones, así no se hace un escándalo y cuando llegue Tabata, ya todo estará solucionado. 

—Apresurate, si no lo solucionamos van a corrernos. — Lo animé.

—Yo soy el responsable del proyecto. — Trató de tranquilizarme. 

—Todos van a enterarse que es mi familia, Adam. Tú y yo deberemos buscar un nuevo trabajo si no se soluciona hoy. 

—Ana, yo no importo. Pero no debes ser afectada. — Me miró apenado.

—¡Mira al frente! —Lo regañé.

Adam aceleró y yo me comía mis uñas, estaba realmente preocupada, este era el motivo perfecto para que Alejandro me corriera. 

Carmen me llamó porque Gerardo le había avisado y yo le decía a Carmen que ya iba en camino, que no me explicaba cómo es que el producto había dañado al cliente si siempre fuimos muy cuidadosos en la calidad de este.

Entramos corriendo al hospital después de estacionarnos en el primer lugar que encontramos. Preguntamos por el nombre del señor, que Adam sabía y nos dijeron dónde se encontraba 

Adam y yo fuimos directo a su habitación, al abrir la puerta nos encontramos con un hombre quejándose del dolor, una mujer que parecía su pariente, un doctor y una enfermera.

—Buenas tardes. — Saludé con respeto, ellos nos indicaron que pasáramos y Adam no se apartaba de mi lado. Eso lo agradecía. — Somos de la empresa Zelo. — Me identifiqué con el gafete.

—Quiero hablar con el dueño. — El hombre, Mario dijo entre muecas. — Pensé que al ser una gran compañía ponían más atención a los puestos vinculados a ellos.— Se quejaba. 

—Le dije que debía de cuidar de su piel, esto dejará un daño irreversible. — El doctor revisaba la piel de cerca con un cubrebocas, guantes y gasas. 

Al acercarnos más notamos la piel del hombre, tenía un aspecto muy malo, si no tuviera un estómago fuerte para estas cosas, hubiera vomitado. Adam no podía ni mirar, sus piernas, brazos y cara estaban rojos, con ampoyas y ronchas gruesas, además de sangre que salía de algunas de ellas. 

—¿Es muy grave? — Le pregunté al doctor.

—Tiene la piel saturada de lesiónes como: vesículas, escamas, úlceras y pápulas. — El doctor señalaba las áreas de la piel que tenian ese nombre, cada cosa era peor. — Es grave, pero curable. 

—Escuchen, chicos. —La mujer habló en tono dulce. — Sabemos que quizá fue un error, pero es un error que todos debemos enfrentar. Confiamos en ustedes y nos defraudaron. 

—Señora lo sabemos, esto nunca había pasado, la lavandera lleva muchos años y todos los clientes hasta hoy están bien. — Adam habló y el doctor le indicó algo la enferma y salió. 

—¡¿Estás tratando de decir que soy un mentiroso?!— Gritó el señor.

—No, no… — Negué de inmediato.

—¡Estamos siendo amables, desgraciados! — La señora ya no hablaba tan dulce, ahora rugía. — ¿¡Así es como vienen a disculparse y arreglar las cosas!? ¡Son unos hipócritas, vayanse ya!

—No quisimos ofenderlos. — Adam se disculpó. 

Se escuchó la puerta abrirse y volteamos, mis padres entraban a la habitación.

—¿Ana? — Preguntó mi padre sorprendido.

— Permítanme un momento. — Me dirigí a la señora y a Mario. — Salgan. — Sugerí amablemente a mis padres guiandolos hacia fuera. Adam nos siguió y en el pasillo estaba Fernanda y Gerardo. — Escuchen, no sirve de nada que ustedes estén aquí. Me encargaré de todo yo sola y…



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En el texto hay: comedia, romance, venganzayamor

Editado: 26.12.2020

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