—Lo lamento. — Adam parecía sentirse muy culpable. — Te creé este problema tan grande con tu familia y el problema de la lavandería con la empresa. — Adam hablaba muy rápido, casi no se le entendía. — Yo de verdad… si pasa algo hablaré con el director y yo seré el único responsable...
—Tu no tienes la culpa. — Lo interrumpí. — Fue algo inevitable. — Suspiré. — Mi familia siempre está peleando, después tendré que ir pidiéndole disculpas como siempre o ellos se meterán en un problema más grande del que quieran que los saque como siempre y volveremos a estar bien. — Traté de que no se preocupara.
— Debi hacerte caso y no afiliar la lavandería. — Adam se culpaba una y otra vez.
— No importa, si no me corrían por esto, me iban a correr por alguna otra cosa. — Sonreí. — Dejemos que el problema pase y ya veremos cómo lo solucionaremos.
—Dejame solucionarlo. — Me pidió. —No quiero que tú te encargues de problemas que yo creé, no quiero hartarte y que te alejes… — Adam estaba preocupado.
— Tranquilo. — Me reí. — Somos amigos y los amigos siempre se apoyan en sus problemas ¿Y qué mejor si juntos se metieron en uno? — Nos reímos.
El teléfono de Adam sonó.
—¡Mierda! — Adam no respondió y parecía estar preocupado.
—¿Qué pasa? — Pregunté.
—Es mi papá, se me olvido que hoy es el cumpleaños de mi hermana. — Hizo una mueca.
—Si me haces eso, ahí si me alejo. — Le advertí. — ¿Por qué no te vas? Ve con tu hermana, comprale unas bonitas flores y ve a verla.
—Debo estar aquí. — Negó.
—Yo me quedaré y si nos despiden te enviaré un mensaje que diga "La caca se fue." — Lo empujaba hasta el elevador.
—¿Estás segura, Ana? — Adam parecía incómodo.
— Completamente, adiós. — Me quedé esperando a que las puertas se cerraran y entonces cuando quise volver frente a la puerta de Mario, mi padre apareció dando la vuelta al pasillo.
—Lamento lo que dijo tu madre. —Mi papá parecía triste y apenado.
— No importa. — Me rei.
—Perdón por causarte esta clase de situaciones, tú siempre has tratado de hacer las cosas bien y lo único que obtienes es problemas. — Mi papá me hablaba con el corazón. — Problemas que debes resolver sola, si no fuera por ti alguno de nosotros estaría en la cárcel o estaríamos durmiendo en la calle.
Mi papá se acercó a abrazarme, lo acepté y juntos caminamos frente la puerta, esperamos en silencio.
Los minutos pasaban lentamente torturandome, comencé a caminar por el pasillo, mi mente comenzó a divagar, pensando en todo lo que había pasado hoy, había sido realmente insolente con mi familia y aunque se lo merecieran, no debí hablar de ellos así, pero mi madre me había puesto a pensar en que verdaderamente me había vuelto peor cuando me divorcié, había alejado a todos y también lo hubiera hecho con Carmen si ella no me conociera tan bien, tenía un nudo en la garganta y en el estómago, una lágrima caía pero la limpiaba de inmediato, caminaba de un lado a otro por el pasillo pensando una y otra vez en todos los problemas que hay en mi cabeza en este momento, hasta que por fin salió Alejandro con Héctor de la habitación, me paré en seco y bajé la vista caminando hasta él. Me limpiaba las pocas lágrimas que mis ojos contenían.
— La empresa se hará cargo. — Alejandro me indicó. — Nuestros abogados se contactarán con el afectado.
—Lo lamento. — Dije levantando mi rostro hacia él, aunque realmente me moría de vergüenza.
—Te dije que dejaras de llorar. — Me ordenó de nuevo y yo asentí.
—Realmente lo lamento. — Mi padre dijo y Alejandro parecía sorprendido, no lo había visto. — No sé qué decir...
—Descuide, no se preocupe por nada. — Alejandro sonrió para darle confort dirigiéndose a él, Héctor revisaba su teléfono y anotaba algo en notas.
—Escuché que ese hombre quiere mucho dinero y… — Mi padre estaba realmente preocupado.
—Mi empresa se hará cargo, ustedes no tienen que preocuparse, su familia debe estar tranquila. Yo no dejaré que esto les afecte a ninguno de ustedes. — Alejandro volvía años atrás, cuando me ayudó a enfrentar el problema de embargo de casa de mis padres y él, cuando todavía trabajaba, pagó toda la deuda.
— Debo ser honesto contigo, yerno. — Mi padre seguía diciéndole así. — Ana no sabía nada, hicimos el trámite para afiliarnos a tu empresa a sus espaldas y cuando ella se enteró ya estaba en proceso la aprobación. Tampoco sabía que había pedido jabón de baja calidad, actuamos como siempre a sus espaldas. — Mi papá explicaba y Alejandro sentía mirándome de reojo. — Sabes que Ana siempre hace lo correcto y lo que hicimos no lo fue. Así que ella no tiene nada que ver…
— Siempre hay problemas en la empresa, esto no es nada. — Alejandro le dió una palmada en el hombro para que se tranquilizara. — Los clientes van y vienen, depende de cómo los tratemos. La mayoría demandan pero casi nunca procede, no debe de mortificarse más.
— Pero la culpa es mía, ¡Si Fernanda no me hubiera convencido de pedir ese jabón...! — Mi papá bufaba, entonces la puerta de Mario se abrió dejando salir a Tabata y a Berna.
— Ya no importa, me retiro, tengo otras cosas que hacer. — Alejandro miraba su reloj y él y Héctor caminaron rápidamente hacia el elevador.
—Vamonos. — Berna me hablaba con tacto, mientras que Tabata me ignoraba. Estaba muy molesta, quizá su trabajo también esté en juego. Aunque Alejandro ya nos hubiéra despedido.
Mi padre, Tabata, Berna y yo, nos fuimos del hospital mentalmente cansados, Berna llevó a Tabata y mi padre y yo compartimos taxi. Él me llevó a casa primero, después el taxi llevó a mi padre a la suya.
Entré y Carmen estaba en la sala con una gran taza de café.
—¿Qué pasó? — Preguntó Carmen alarmada. — Quería llamarte pero sabía que lo estarías resolviendo.
Me senté frente a ella y comencé a contarle todo lo que había pasado, los gritos de mi madre, como los regañé en el hospital y finalmente como Alejandro resolvió todo.