Soltera divorciada

SUEÑOS

A Alejandro le encanta el fútbol, así que lo veía con él. No entendía nada, pero aprendí que mi objetivo era que le metieran gol al equipo contrario, como fuera. 

Cuando tocaba noche de fútbol no cocinada y pedíamos pollo frito, Alejandro era tan fan que compramos unas camisas de su equipo favorito y las usábamos mientras veíamos el partido.

—¡¿Por qué le marcaron falta?!— Pregunté furiosa. —¡No cometieron ninguna!

— Claro que sí, amor. Lo empujó por detrás. — Alejandro me señaló cuando pasaron la repetición. 

—¡Pero los del otro equipo también lo empujaron, el otro equipo ha estado haciendo trampa y nadie les marca falta! — Defendí al equipo de Alejandro. 

—Bueno, pero el árbitro manda. — Alejandro le restó importancia a que íbamos empatados y en cualquier momento el otro equipo podía meter un gol y ganar, ya quedaban 2 minutos de juego. Comía palomitas mientras yo lo miraba mal. 

—A ver… — Le golpeé el brazo. — ¿A quién le vas? — Me estaba traicionando, yo siempre lo apoyaba en sus gustos y ahora que a mí también me gustaba me apuñalaba por la espalda. — Nuestro equipo está apunto de perder ¡¿Por qué te pones de parte del otro equipo?!

—No estoy de parte del otro equipo. — Se defendió. — Sólo que sé que lo injusto es injusto, no me gusta ganar con trampas. Tú eres muy emocional con esto, defiendes tu bando aunque no sea lo justo y si perdemos te molestas, hasta conmigo. — Me reclamó. — Creo que lo haces para dejar de ver el juego. — Lo miré sorprendida y sumamente molesta. — Si no es así, solo diviértete, es sólo un juego, ni siquiera es importante.

No le quité la mirada de encima, él intentó seguir viendo el juego pero mi vista lo incomodaba. Giró lentamente a verme, lo intimidé.

—Entonces mejor me voy, disfruta tu partido. — Me puse de pie indignada.

—Amor, amor… ¿A dónde vas? — Me detuvo tomándome de la mano haciendo un puchero.

— Yo soy así, si soy parte de un equipo lo defiendo a morir. — Le arrebaté mi mano  — Pero entonces la próxima vez que te equivoques y pidas las alitas con salsa dulce en vez de la picosa, no me pelearé con el repartidor para no admitir que el del error fuiste tú. 

Caminé y me encerré en la habitación, ¡Es que Alejandro no se decide! ¡Todo le molesta! 

Escuché el timbre ¡Rayos! Se me olvidó que todavía no cenamos. Alejandro abrió la puerta y corrí en silencio a sentarme frente al televisor, ví que faltaban unos minutos para que terminara el juego.

Alejandro cerró la puerta y se dirigió a la puerta de la habitación con la caja de pollo.

—Amor, llegó el pollo, si quieres no me hables pero come un poco, no has comido. — Golpeaba levemente la puerta. 

—Está bien. — Acepté y él se sorprendió cuando se giró a ver de dónde provenía mi voz. 

—Toma. — Me sonrió y fue a mi lado a sentarse. —¿Quieres picantes o normales? — Me sonrió. 

—De la que sea, a ti te molesta que yo tenga favoritismo. — Seguí haciéndome la digna. 

Alejandro abrió la caja y miró unos segundos. Tomó una pierna normal lentamente.

—¿Esta? — Me preguntó mostrándomela.

—No, de esa no. — Hice una mueca y él sonrió dejando la pierna y tomando una picante. 

— Entonces toma. — Me la dió y yo la tomé, comencé a comerla y él me veía. —Amor… — Me llamó con un puchero. —¿Puedo ver el juego? 

—¿Qué te lo impide? — Pregunté sin importancia. 

—Que no quiero verlo sin ti. — Apagó la televisión. 

—¡Prendela! — Le grité. —¡Solo faltan 39 segundos del tiempo extra! — Alejandro prendió la televisión de inmediato. 

La televisión se encendió mostrándonos un gol de último segundo, nuestro equipo había ganado.

—¡Gol! — Alejandro gritó. 

—¡Gol! — Grité de vuelta y me levanté saltando de felicidad. 

—¡Ganamos, amor! — Alejandro gritó y me lancé encima de él besándolo en todo el rostro de la felicidad. 

Los sueños seguían, pero ya no me importaban, me despertaba llorando y entonces recordaba lo que Alejandro me había dicho esa noche en la azotea. Carmen se daba cuenta porque estaba muy inquieta y lloraba por cualquier cosa, así que le conté, ella se enojó mucho. 

Carmen dijo que yo había hecho lo correcto, que fue bueno que me disculpara y aclarar todo para por fin cerrar el ciclo. Pero Alejandro había sido muy grosero, sin embargo no lo culpé, lo lastimé mucho, fui cruel al alejarlo sin previo aviso, eso debió destrozarlo y por eso él me odia tanto, todo este tiempo me encerré tanto en mi que no pude verlo a él y entonces Carmen me recordó que yo también sufrí, que lo que debía hacer era vengarme de Alejandro pero… yo sentía que esas palabras no tenían sentido. Ya lo había intentado pero, ¿Qué ganaría yo? Yo no ganaba nada, ni aunque lo lastimara de nuevo podría cambiar lo que pasó. Lo mejor era simplemente cumplir mis promesas, me iría, no causaría problemas y dentro de muy poco tiempo, Alejandro y yo nos olvidaríamos uno del otro.

Así era mejor.

Aunque el inconsciente no ayudaba mucho con los sueños y con el estado de ánimo. Aunque me forzaba a estar bien, a estar feliz y disfrutar día a día.

Pero las cosas no me iban tan bien en el trabajo, en una junta con todo el piso, Tabata se dió cuenta que yo no entendía nada de lo que estaban hablando, eso me pasaba desde la escuela, los maestros notaban que yo no entendía nada aunque fingiera que estaba poniendo atención y los mirara fijamente ¿Se veía la estupidez en mis ojos o leen mentes? 

Tabata me llamó la atención, me recordó que era una pasante, así que lo que debía hacer era aprender y estudiar para estar a la altura y así cuando se termine el tiempo de la pasantía, poder quedarme en la empresa permanentemente. Aunque no estaba en mis planes quedarme, superarme era algo que debía hacer. Tabata o Elizabeth podían darme una carta de recomendación y yo podría cambiar de empresa, tener un trabajo con las mismas funciones que tengo aquí. 

Adam se disculpó por mi y ofreció a ayudarme a estudiar, pero Tabata no lo permitió, él también era un pasante y lo mejor era que alguien con experiencia me enseñara. 



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En el texto hay: comedia, romance, venganzayamor

Editado: 26.12.2020

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