La propuesta le gustó a Tabata, Adam estaba orgulloso de mi trabajo, no paró de felicitarme y decirle e insistirle a Tabata que era la mejor idea que podría tener para el hotel. Tabata estuvo de acuerdo pero me pidió mejorarla. Después de eso me envió por lo cafés para el piso, Adam se ofreció a ir conmigo y así lo hicimos, íbamos jugando en el elevador porque Adam me describía lo que debíamos hacer en el caso de que el ascensor fallara y este cayera, Adam quería que me recostara en el piso pero obviamente yo me resistía.
Llegamos a planta baja y el elevador se abrió mostrándonos a Alejandro y Elizabeth frente a nosotros, se tomaban de la mano mientras que Alejandro tenía un poco de lápiz labial en los labios, Elizabeth con un pañuelo intentaba quitarlo, Adam parecía sorprendido y después sonrió con ternura.
—Buenos días. — Adam saludó para llamar la atención de ambos, yo me encontraba en shock.
Ayer sentí que todavía estaba con Alejandro, que el tiempo nunca pasó y verlo de esa forma me daba coraje, impotencia de no poder amenazar a Elizabeth como a Roxy y no porque Elizabeth fuera mi amiga y jefa, sino porque yo ya no era nada de él pero sin embargo, Elizabeth lo era todo para él.
Elizabeth volteó y sonrió sonrojándose.
—Lo lamento. — Se dirigió a ambos, ellos entraron al elevador, Alejandro parecía confundido, me miraba tratando de decirme tantas cosas con la mirada pero yo sólo le sonreí a Elizabeth y salí de ahí junto a Adam.
Estaba pensando tantas cosas que no presté atención a lo que Adam me decía, hasta que se adelantó y se puso frente a mi haciendo que me detuviera.
—¿Qué pasa? — Pregunté.
—Lo mismo digo, ¿Qué pasa? Parece que estás enojada. — Tocó mis cejas que estaban fruncidas y las estiró con los dedos hacia los lados, yo me reí y le quité las manos de mi cara, me dolía de lo fuerte que jalaba.
—Me duele. — Le avisé y él comenzó a reír.
—Debo pintar una sonrisa y no dejar que te salgan arrugas en la frente por estar molesta. — Adam soltó mis manos, volvió a estirar mis cejas. — Ya no tienes arrugas en la frente pero te falta la sonrisa. — Soltó mi frente y presionó las comisuras de mi boca con sus pulgares, después me estiró los labios hacia los lados. — Así está mucho mejor. — Me reí, lo más seguro es que me viera muy chistosa, no aguanté y comencé a reír escupiendole un poco a Adam, Adam me soltó y pasó su mano limpiando la saliva que le quedó en el rostro. — Eso fue asqueroso. — Él comenzó a reír también.
—¿Para qué me haces escupirte? — Seguí riendo, también traté de limpiarle la cara con mis manos, Adam dejó de reír y al comenzó a ponerse rojo, no entendía por qué.
—Nos atrasaremos y Tabata se volverá loca, vamos. — Tomó la mano con la que le estaba limpiando la cara y entrelazó sus dedos con los míos, después comenzó a caminar fuera de la empresa.
Mientras caminábamos por la calle tomados de la mano, Adam me decía que observara a la gente, que a veces él se sentaba en un lugar público a observar para tratar de saber cómo era su vida, se me hizo algo entretenido, yo que soy una mujer egoísta nunca me pregunté cómo era la vida de los demás, vimos a una mujer desde lejos, tenía tacones altos, una falda de lápiz y unos lentes de sol, caminaba con prisa mirando a todos lados, Adam y yo quedamos de acuerdo con que no era una mujer superficial pero iba tarde a alguna cita. Una mujer superficial aunque llegue tarde no apresura el paso, siente que todos deben esperarla.
Regresamos a la oficina, repartimos los cafés y nos sentamos en nuestros escritorios. Tuvimos algo de trabajo pero nada verdaderamente importante, Adam se ofreció a llevarme a mi casa pero se paró en un restaurante que estaba de paso, parecía que lo conocían, nos asignaron mesa y nos sentamos.
—¡No puedo creer que no hayas visto la película 50 primeras citas! — Parecía asombrado porque no entendí su frase de referencia "¿Quién te crees para llegar a esta isla, robar nuestras piñas, acostarte con nuestras mujeres, además, hacer que mi hermana limpie tu habitación? "
—Lo siento, nunca he escuchado hablar de ella y eso que pasaba mucho tiempo viendo películas. — Admití.
Un mesero llegó a darnos el menú y se fue, me acerqué a Adam para ver el menú juntos. Pedimos tres platillos mientras Adam me contaba con detalle la película, sobre la enfermedad de la protagonista y que estaba basada en hechos reales. Me pareció una historia muy bella, romántica y tierna, además de graciosa.
—¿Cuál fue el último lugar al que viajaste? — Cambie de tema.
—Fui a Turquía, de hecho ahí fue cuando pensé que iba a casarme, no por amor si no porque me iban a obligar. — Comencé a reír, Adam parecía recordar algo perturbador.
—¿Cómo se te ocurre meterte con ellos? Deberías informarte más de su cultura, además de que debes de dejar de jugar con los sentimientos de las mujeres. — Golpeé su hombro. — Aunque una mujer no sean conservadora, no tienes el derecho de jugar con ella. — Lo regañé.
—¿Quién crees que soy? — Me respondió molesto. — ¿Crees que voy por ahí enamorando a todas las mujeres y engañandolas? — Se indignó.
—Es lo que parece. — Admití.
—Hablo claro, Ana. No soy un cobarde. — Se defendió. — Sé que con tres simples pasos enamoro a cualquiera y por eso tengo cuidado. — Comencé a reír y él se puso muy serio. —¿De qué te ríes?
—¿En tres simples pasos? — Seguí riendo con ganas.
— Claro que sí. — Él seguía serio.
— Claro que no. — Me burlé de él controlando mi risa y entonces seguí comiendo.
— Algún día te lo demostraré. — Me advirtió. — No puedo hacerlo contigo porque ya estás locamente enamorada de mi, eso sería trampa. — Ocultó una sonrisa y yo igual.
Terminamos de cenar mientras discutíamos del método de enamorar de Adam.
— Gracias. — Me despedía mientras bajaba del auto, mi teléfono comenzó a vibrar y lo miré, era Alejandro, miré a Adam que bajaba también del auto.