Adam y yo estuvimos mucho tiempo comiendo pastel, platicamos sobre dragones y regresamos a la cabaña, todos parecían haber tomado mucho, Adam y yo acordamos no decir nada de nosotros porque le dije que había escuchado que no podíamos salir entre compañeros, Adam parecía que estaba muy seguro de que no era cierto, pero no quería arriesgarme.
Junto con los demás nos sentamos a beber, comenzaron a girar la botella y a quién le tocara la boquilla, bebía. No entendí la diversión del juego, pero me uní.
Elizabeth entró a la cabaña exaltada.
—¿Han visto a Alejandro? — Preguntó.
—¿Mi amigo? ¿No está dormido? — Preguntó Berna arrastrando las palabras.
—No, no está en nuestro cuarto. — Elizabeth parecía muy preocupada. — Tenemos un problema, el servidor se cayó. — Todos se pusieron pálidos y se levantaron de inmediato, la borrachera se les había bajado.
—Hay que buscarlo. — Tabata propuso.
Todos corrimos a buscar a Alejandro por todas partes, yo fui directo a los quioscos, pero no había nadie.
—¡SEÑOR SOSA! — Grité intentando obtener respuesta sin éxito, caminé por todos los quioscos que encontré, pero solo perdí mi tiempo, regresé a las cabañas.
Todos estaban con linternas buscando en el patio, otros revisaron todas las habitaciones de las cabañas. Elizabeth estaba intentando llamarle, pero no contestaba. A mí tampoco me atendía el teléfono, mientras estaba en los quioscos lo llamaba y él desviaba la llamada.
—¿Qué haremos? — Luisa estaba alarmada. — Los desarrolladores dicen que es imposible arreglarlo sin él.
—El auto del jefe no está. — Berna llegó corriendo hasta nosotros, su respiración era irregular.
— Quizá se enteró y va para la empresa. — Dedujo Adam.
—Es imposible, yo fui la primera en saberlo. — Elizabeth estaba muy nerviosa, ya no sólo por la empresa, sino porque Alejandro no aparecía.
¿Dónde podría estar? ¿Qué habrá pasado? La última vez que lo ví se veía algo mal. Quizá sí se sentía mal y fue a su casa.
Llamé a Héctor, él no sabía nada de Alejandro, Elizabeth ya le había llamado y él había ido al departamento de la empresa, pero ahí no estaba.
Intenté pensar, me repetía una y otra vez: ¿A qué otro lugar podría ir Alejandro...?
Quedé helada al saber la respuesta.
No, no, ¡no…! Alejandro no iría ahí.
Sin otra opción pedí un Uber, me salia bastante caro, pero cada segundo que el servidor no funcionaba, la empresa perdía mucho dinero. No le avisé a nadie, me alejé sigilosamente de todos, tomé mi mochila y corrí al estacionamiento para esperar al Uber, el cual no iba a tardar mucho.
Subí y le pedí que fuera lo más rápido que pudiera, no me rendí llamando a Alejandro, no podía permitirme dañar la empresa, debía salvar mi trabajo, amaba la empresa.
Cuando llegué al destino corrí para encontrar la casa de Alejandro, había puesto la estación más cercana de autobús porque no me sabía la dirección así que tuve que correr varias calles, el tiempo no pasaba en balde, debía apresurarme.
Llegué a su casa y me di cuenta que estaba abierta, estaba confundida ¿Por qué estará abierta? Entré y cerré la puerta como se debe, la puerta de adentro igual estaba entreabierta. ¿Qué no estaba consciente de los peligros? ¡Alejandro debe estar loco!
Entré y caminé rápidamente dispuesta a gritar el nombre de Alejandro, parecía que no había nadie, la luz estaba apagada.
Encendí la luz porque no podía ver por dónde caminaba y me di un gran susto al ver a Alejandro sentado en el piso de la sala, estaba al lado de la mesa de centro, justo al lado de la maqueta de la casa, estaba bebiendo.
—¿Qué haces aquí? — Pregunté de mala gana. Alejandro me miró por un largo tiempo pero no dijo nada y volvió a observar la maqueta, me acerqué. — La empresa tiene problemas, el servidor se cayó. — Informé de inmediato pero no hubo ninguna reacción de su parte, me arrodillé a su lado. —¿Me escuchaste? — Toqué su hombro para llamar su atención porque parecía que no entendía lo que le decía. — Alejandro, vamos, ¡Debes salvar la empresa! — Le grité desesperada.
—Ana. — Giró su cabeza hacía mi, me miró a los ojos. — ¿A quién viniste a buscar? ¿A mí o a tu jefe? — Me reclamó, yo no entendí la pregunta. — Contestame por favor. — Suplicó con seriedad. — ¿Por qué viniste hasta aquí tan rápido? ¿Por Alejandro o por tu jefe?
— Por mi jefe. — Respondí sin más. — La empresa significa mucho para ambos y…
—La empresa, la empresa, ¡LA MALDITA EMPRESA! — Se levantó exaltado y yo también me puse de pie, quedamos frente a frente.
—Vamos, todos te están buscando, debes… — Seguí insistiendo tomando su brazo.
—¡Ya lo sé! — Me gritó y me arrebató el agarre, yo no entendía el porqué de su actitud, Alejandro se inclinó a tomar el vaso de la mesita y después lo bebió de fondo, comenzó a reír. — No sé qué esperaba, realmente soy patético. — Siguió riendo.
—¿Qué pasa? — Alejandro daba muchas vueltas ¿Por qué nadie podía ser directo? — ¿No entiendes que la empresa está…? — Alejandro me ignoró yendo a servirse más whisky, que es lo que noté que bebía.
—¿La empresa? — Bufó. — La empresa hizo que nos separáramos, Ana. ¿No lo entiendes? — Reclamó.
—¿Estás borracho? — Pregunté, no venía al caso nada de lo que decía Alejandro.
—Ana. — Se puso serio y fue hasta mi, acercó mucho su rostro al mío. — Eres buena siendo severa, antes y ahora. — Aclaró.
—¿Qué quieres que diga? — Reclamé. — Pensé que el pasado lo habíamos enterrado. ¿Por qué sacas esto ahora?
—¡Por nada, Ana! ¡Por nada! ¡Olvídalo! — Comenzamos a discutir. — Ya me quedó claro que ahora sólo soy tu jefe. — Me habla de una forma muy golpeada.
—Exactamente y por eso debes conocer algo que se llama "Modales" — Recalqué la palabra, ya que estaba siendo muy grosero.
—Sé lo que son los modales. — Respondió irónico. — Pero no quiero tenerlos contigo. — Volvió a tomar a fondo el whisky. — Y no sé cómo es que supiste que estaba aquí, pero no quiero que vuelvas a venir. — Habló con rabia.