Me dirigí al cuarto de suministros porque Luisa así lo quiso, me dió una lista con todo lo que debía traer a la oficina, caminé lentamente hasta ahí, tomé grapas, pañuelos, tachuelas, plumones para el pizarrón…
Escuché una alarma extraña, miré hacia todos lados, no era la de incendios ni tampoco la de un temblor… ¿Qué debo hacer? Sin pensar más dejé todo lo que tomé y corrí hacia afuera de la bodega.
—¡Los tenemos rodeados, no queremos que los rehenes salgan heridos! — Se escuchó un megáfono desde afuera ¿Rehenes? ¿Qué estaba pasando?
Alguien me tomó desde atrás cubriendo mi boca, yo me asusté. Quise gritar.
—Soy yo. — Susurraron en mi oído, reconocí la voz de Alejandro, me relajé. —Ven acá, debemos estar seguros.
Alejandro me soltó y después me jaló de la muñeca llevándome a una pequeña habitación llena de escritorios, me indicaba con susurros que nos escondieramos, se escucharon pasos afuera y yo quise ver pero Alejandro se molestó.
—¿Y si es alguien que necesita ayuda? — Susurré.
—¡Es un asaltante! — Susurró en forma de regaño.
—¿Por qué alguien asaltaría la empresa? ¿Qué quieren? — Alejandro y yo nos escondimos debajo de un escritorio de hasta el fondo.
—Esta empresa es muy poderosa, tenemos muchos datos, quizá sea eso. — Se encogió de hombros, nuestros rostros estaban muy cerca. — Quizá debamos abrazarnos.
—¿¡Abrazarnos!? — Dije en un tono normal, no susurré, eso me alteró un poco. Traté de alejarme lo más que pude.
Alejandro le encantaba decir tonterías, quizá moramos y él quiere abrazarme.
—¡Shh! — Chistó. — Debemos quedarnos aquí para sobrevivir. — Susurró y yo asentí.
—Quizá debamos intentar salir. — Propuse, no podía simplemente esconderme, me daba ansiedad, traté de ponerme de pie.
—No, no… es mejor quedarnos seguros aquí. — Alejandro me detuvo haciendo que cayera encima de él. — No te muevas, no hagas ruido. — Susurró casi en mi oído. —Si te mueves podrías hacer ruido y nos descubrirán. — Su aliento golpeaba mi rostro.
Creo que tenía razón y actué sin pensar, debíamos quedarnos aquí.
—Está bien, esperemos. — Traté de relajarme para no cansar mis brazos, me dejé caer suavemente en el cuerpo de Alejandro, él me tomó entre sus brazos, lentamente nos acomodamos.
—No tengas miedo, yo te protegeré. — Susurró en mi oído haciéndome estremecer. — Estando así nos hace ver cómo pareja ¿No lo crees? — Aunque susurrara, su tono y forma de decir las palabras era cálida, me sentía cómoda en sus brazos, aunque no lo había notado porque estaba verdaderamente preocupada por mi vida. — Así nos sentamos cuando íbamos de campamento con mis amigos. ¿Te acuerdas? — Escuchaba sus palabras con mucha cautela. — Tú tenías frío y yo te abrazaba para protegerte de todo. — Me apretó más hacía él. — Aunque mi mano no estaba ahí. — Movió su mano que estaba en mi brazo. — Estaba aquí. — Me soltó y puso su brazo en mi cintura pegándome más a él.
— Suéltame. — Susurré advirtiendo peligro si no lo hacía, Alejandro regresó la mano a su lugar inicial. — Has estado muy sentimental ¿Por qué? — Quería saber la razón.
— Quizá son las circunstancias en las que nos hemos visto… — Se encogió de hombros. — Ayer la lluvia y hoy un asalto. — Se justificó. — ¿Te parece si la próxima vez vemos una película? — Mi corazón se aceleró.
—¿Qué estás tramando? — No quería ilusionarme, no podía, por mi, por Adam, por Elizabeth.
La alarma que sonó al inicio volvió a escucharse.
—¡Emergencia terminada! — Gritaron por el megáfono. — Gracias por participar en el simulacro.
—¿Simulacro? — Pregunté sorprendida, miré a Alejandro.
—¡Por favor, vuelvan a sus actividades rutinarias, repito, ha sido un simulacro!
—¿Un simulacro? — Alejandro abrió la boca con asombro. — ¡Wow! — Comenzó a reír. — Creí que era real. — Siguió riendo, aunque no era una risa genuina, eran nervios.
Lo aventé lejos de mi y me puse de pie haciendo mucho ruido por no tener cuidado con los escritorios.
—¿Cómo es que el jefe no va a saber que es un simulacro? — Pregunté amenazante. —¿Esto fue una broma? — Estaba muy molesta, quería una buena respuesta. — ¡¿Te estuviste burlando de mí?! — Advertí, él se puso de pie.
—No, no. — Alejandro mostró sus manos en gesto de que me calmara. — En serio creí que era real, quizá me confundí.
—¡Nada de confusión! — Le di una patada en la espinilla derecha mientras le gritaba, Alejandro lanzó un quejido ahogado mientras que alzó su pie para sobarlo. — ¿Te divirtió hacerme ver como una estúpida? — Le di un puñetazo en el brazo. — ¡Deja de jugar conmigo!
—Sí me dolió. — Dijo en tono bajo
—"Parecemos una pareja" — Fingí la voz en un tono tonto. — ¿Esas palabras también eran un juego para ti? ¿Te gusta confundirme o incomodarme? — Hablé sin separar los dientes, estaba llena de rabia.
—¿No puedes ser más cariñosa? — Se quejó, parecía que no escuchó lo que dije. — El golpe en el brazo está bien, quizá podrías golpear mi pecho y así yo podría abrazarte ¡¿Por qué no eres normal?! Matas el romanticismo.
— ¡Eres mi peor enemigo! — Patee su otra espinilla haciendo que cayera para sobar ambas piernas, salí corriendo.
—¡Espera, Ana! — Fue lo último que escuché.
Fui directamente a la oficina, ¡De verdad que no entiendo a Alejandro! Sólo se la pasa jugando conmigo ¡Debí parecer una tonta! Lo bueno es que no lloré del susto.
Cuando entré al piso Adam me miró aliviado.
—¿Dónde estabas?
—No alcancé a salir y mejor me escondí, no sabía que era un simulacro. — Adam asintió.
—Al menos estás bien, yo fui a buscarte pero tampoco sabía que era un simulacro así que no te grité ni te llamé porque no quería causarte un inconveniente. — Adam me abrazó, le correspondí el abrazo pero lo separé casi al instante. — Lo siento. — Me sonrió comprendiendo mi incomodidad.
Toda la oficina habló de lo sucedido, de lo nerviosos y asustados que estaban.