Estaba en mi escritorio tratando de controlarme, no habíamos recibido respuesta por parte del hotel.
¿Seguía Ana Torres siendo mi nombre?
Adam me repetía lo asombrosa que fui, realmente estaba orgullosa, si se vende o no, yo sé que fue lo mejor que he hecho.
Cada quien trabajaba en su escritorio, había mucha tensión.
El teléfono de Tabata sonó, todos la miramos esperanzados.
La cara de Tabata no me decía mucho, sólo escuchaba y asentía.
—Sí, está bien. Muchas gracias. — Tabata colgó y Berna se puso de pie ansioso.
—¿Qué pasó? ¿Era el hotel? — Berna exigió saber, Tabata asintió lentamente. — ¿Y qué pasó? ¿No le gustó la propuesta?
Todo el piso miró a Tabata esperando la respuesta.
—Todo lo contrario. — Tabata sonrió, aunque parecía estar en shock. — Les encantó. — Me relajé de inmediato.
—¡¿En serio?!— Berna parecía muy feliz, me dirigió una mirada de felicidad. — ¡Felicidades, Ana!
—¡Dame esos cinco! — Adam se puso de pie y se acercó a mi, yo golpeé la palma de su mano con la mía, estaba realmente feliz, no lo podía creer del todo.
—Se lo voy a contar a la señora Elizabeth.— Tabata se puso de pie y salió corriendo. — ¡Ahora regreso! — Gritó pero Luisa fue detrás de ella.
—¿No deberías ir con ella? — Me preguntó Adam animándome a hacerlo.
Me puse de pie y corrí detrás de Tabata, paré en seco cuando noté que caminaban hacia la sala del café, las seguí lentamente, parecían conversar.
—No debes preocuparte, será un trato exclusivo. — Tabata despreocupó a Luisa. ¿De qué hablarán? — Será algo increíble, gracias a esto y a Ana, nuestro estatus se elevará como nunca antes.
—Pero hay que tener en cuenta que dejarle un proyecto de esta magnitud a una pasante es algo… exagerado. — Luisa se encogió de hombros sembrando la preocupación en Tabata. — El contrato de Ana terminará en poco tiempo. — Le recordó. — Y no es seguro que siga con nosotros. — Su tono se volvió dulce, casi manipulador. — ¿No cree que sería mejor que alguien responsable se encargue de este proyecto hasta el final…? — Lo pensó un segundo. — Pero es sólo una sugerencia. — Luisa rió nerviosa al mirar la cara de Tabata que parecía estar en un dilema.
—Luisa, creo que… —Tabata respondió con una sonrisa.
—¿De qué están hablando? — Alejandro preguntó sobresaltando a Tabata, a Luisa y a mi. Estaba a mi lado y no lo noté. Entró a la pequeña sala enfrentando a ambas.
—Yo… yo… — Luisa estaba completamente pálida. — No… no quise decir eso…
—¿Saben algo? — Alejandro las miraba amenazante. — Ví a Ana trabajar durante noches enteras en la propuesta y a mi me parece que eso es importante. — Tabata bajó la cabeza recibiendo el regañó, Luisa la imitó. — Además, ¿¡Cómo pudo encargarle este proyecto a una pasante!? — Le gritó a Tabata. — ¿Si resulta bien sólo es gracias a mi pero si la propuesta falla es culpa de la pasante? ¿¡Eso pensó!?
— Perdón, disculpe director. — Tabata levantó la vista, tenía cara de preocupación.
—¿Cómo está manejando el departamento? — Alejandro parecía decepcionado, Luisa comenzó a llorar. — ¿Cree que es correcto robarse el esfuerzo de otra persona sólo porque no tiene un contrato permanente en la empresa? — Tabata volvió a bajar la cabeza. — Le pido que supervise a los empleados y haga funcionar el equipo, no explotarlos para beneficiarse usted o sus favoritos. — Señaló con la mirada a Luisa.
— Perdón. — Susurró Tabata, parecía muy apenada, arrepentida.
Alejandro se dió la vuelta y salió de la sala deteniéndose un segundo a mi lado.
—A la azotea. — Susurró y yo me giré exaltada ¿En serio? ¿Ahora?
Alejandro con la cabeza me señalaba el elevador y me sonrió amistosamente.
Subió al ascensor y yo me quedé pensando si debería subir o no.
¿Por qué hizo eso? ¿Para hacerme sentir mejor? ¿Por lástima? ¿Qué querrá?
Decidí subir pero no verlo, no quería que Elizabeth pensara que no voy a cumplir mi palabra. En el ascensor subí hasta el piso siete y después subí por las escaleras de emergencia, me asomé y ahí estaba Alejandro, mirando el horizonte, el viento lo golpeaba en la cara.
Tomé mi teléfono y lo llamé, él miró su teléfono, miró alrededor confundido pero me contestó.
—Qué — Respondí de mala gana.
—¿Qué? — Parecía decepcionado pero lo pasó de largo y tomó aire para reír simpáticamente. — El trato con el hotel Maldiva… quieren firmar ya, lo lograste. — Parecía orgulloso. — Te felicito.
—Ah… — Sí era lástima, quería hacerme sentir bien. — ¿Era eso? Pues gracias. — Contesté con ironía, Alejandro guardó silencio.
—¿Por qué no subiste? — De nuevo sonaba decepcionado.
—Estoy arriba pero no puedes verme. — Informé y él miró hacia todos lados buscándome.
—Olvida eso. — Se rindió. — Se me ocurre algo ¿Qué te parece si cenamos juntos ésta noche? — Me tomó por sorpresa. — Quisiera celebrarte.
—¿Es una cita? — Pregunté esperanzada.
— ¿Qué? — Parecía que le tomó por sorpresa. — No. — Comenzó a reír. — No, no. — Siguió riendo. — Nada de eso. Sólo es… una cena amistosa.
Entonces no había ningún otro sentimiento.
Las palabras de Elizabeth vinieron a mi mente "¿Crees que lo hace por amor?" Ahora estaba segura de que no, se lo había preguntado directamente y claramente dijo que no.
—No puedo, tengo planes. — Mentí.
—¿Planes? ¿Con quién? — Pareció molestarse pero yo no estaría a su disposición siempre que él quisiera.
—Eso no te importa, debo regresar al trabajo.
— ¡Espera! ¿Dónde estás? Hablemos de frente. — Imploró.
— No tengo tiempo. — Comencé a bajar las escaleras.
—Escuchame, Ana. Vamos a tu restaurante favorito. — Pidió de nuevo. — En donde pasamos nuestro tercer aniversario.
—Ya te dije que no voy a ir. — Repetí.
—Me quedaré ahí hasta que llegues, no importa la hora en la que te desocupes, yo estaré ahí. — Prometió.