Carmen salió fingiendo que iría a comprar la cena, Alejandro y yo nos quedamos sentados en medio de todo el desorden de las cajas, emociones y recuerdos.
Le había contado todo, inicié contándole de la prueba de embarazo que me hice y mi primer pensamiento… abortar.
Le expliqué que no estábamos listos pero que realmente no quería hacerlo, por eso trabajé tanto pero nada resultó como yo quería, le conté esos días como mis últimos recuerdos felices. Le hablé del día en el que perdí el amor por mi misma y por él, le conté de mi pérdida de esperanzas en él. Le revelé que todo se lo llevó mi bebé y que sólo tenía cicatrices que dolían, por eso es que no lo dejaba volver.
Después de eso no dijimos nada, ambos calmamos el llanto quedando cansados emocionalmente.
Alejandro tenía mi mano entre las suyas pero no podía mirarlo, no sé si él sí lo hacía pero yo no quería, no podía.
—¿Ana? — Su voz resonó en todo el departamento asustandome. —¿Ana? — Me llamo de nuevo.
—¿Si? — Respondí sin mirarlo.
— Te voy a proteger, te juro que ya nada más te hará llorar, no dejaré que nada te lastime. — Acariciaba mi mano. — Pero debes prometerme que no volverás a tomar decisiones sin mí, no me ocultarás nada y nunca te guardarás cualquier cosa que te preocupe. — No respondí. — Quizá esto te incomode, ya me dijiste una vez que no necesitas que nadie te proteja pero no se me ocurre qué otra cosa decir.
—Alejandro… — Dije con voz débil.
—¿Sí? — Seguí sin mirarlo.
— Dime la verdad. — Guardé silencio. —¿Por qué no viniste tres días a la casa? — Él sabía a qué me refería.
— Estuve... trabajando en la aplicación, ya servía pero tuve que hacer propuestas, buscar contactos e ir a juntas. — Explicó lentamente. — Algunas veces los socios cenaban y debía tenerlos contentos, así que tomaba con ellos hasta quedar borracho y por eso no llegaba a casa. No quería que pensaras que no estaba trabajando. — Parecía apenado.
— ¿Por eso no contestaste tu teléfono? — Imaginé de nuevo la escena.
— Sí. — Tomé aire.
—Cuando salí tres días después del accidente, tuve que sentarme en la sala de espera mientras Carmen firmaba todo. — Naré. — Y a mi lado había una mujer embarazada. — Sonreí. — Tenía buen color, su panza era enorme y su esposo cargaba la bolsa de ella. Estaban radiantes y me pregunté ¿Por qué yo? ¿Por qué? — Alejandro no contestó. — ¿Recuerdas mi color? ¿Recuerdas mi aspecto? — Guardé silencio para que me respondiera.
—Sí. — Se le quebró la voz.
— Al llegar al departamento me senté en el sofá, llegaste dos minutos después pero sólo me preguntaste qué había de comer y me pregunté. ¿Por qué yo? — Guardé silencio de nuevo pero no hubo respuesta. — No te contesté así que te disculpaste por no venir a casa a dormir, por no tener dinero y hasta por no contestar mis llamadas, pero yo solo me preguntaba ¿Por qué yo? — Alejandro soltó mi mano unos segundos para limpiar su rostro. — Y tengo miedo ahora, porque hace un tiempo comencé a preguntarme de nuevo ¿Por qué yo? Yo, tus sentimientos y los míos… estoy confundida. — Lloré de nuevo. — No sé nada, me siento pérdida y tengo miedo.
—Ana… yo…
—Ya hemos fallado una vez y yo no quiero fallar otra vez. Basta y sobra con sufrir una sola vez.
—No volveré a hacerte daño, te cuidaré, cumpliré mi promesa. No estarás sola, no más.— Suplicó.
— Alejandro. — Llamé su atención. — Perdón. Me pediste otra oportunidad para demostrar todo pero…
—Ana, mírame. — Suplicó.
—No puedo. — Revelé. — Es más fácil para mí así. Si no te veo, no puedes nublar mi mente.
— Dime entonces, ¿Qué debo hacer? — Se escuchaba desesperado. — Nunca tuve que conquistar a nadie, nunca pensé que debería hacer algo más para que te quedaras a mi lado. Hice promesas vacías y lo siento, pero esto es distinto. Haré lo que quieras, ¡Seré infeliz si lo deseas! — Imploró. — Lo merezco. — Susurró.
—No lo mereces, tenías razón. — Asentí. — El primer día que te hablé fue por interés, pero eres tan bueno que terminé enamorada. Eras perfecto para mí, hiciste mi vida mejor.
— Ambos nos complementamos, siempre fue así y no me importa si fue para que te pasara el examen o quisieras algo de mí, porque tú lo mereces todo. Así que dime ¿Qué debo hacer?
—No hagas nada. — Imploré de inmediato. — Vete y déjame sola, necesito pensar.
Alejandro comenzó a llorar de nuevo pero no pude girar a verlo, solo besaba mi mano.
— ¿Me odias? — Preguntó después de un largo silencio. — ¿Me quieres lejos porque te arruiné la vida? — Finamente giré mi vista hacia él que esperaba ansioso por mi respuesta, solo negué con mi cabeza.
—Y tú… ¿Me odias por qué no te lo dije? — Él negó. — y… ¿No me odias ahora que sabes que no puedo hacerte feliz?
—¿De qué hablas? — Parecía ofendido.
— Yo seré feliz sólo por el simple hecho de tenerte a mi lado y tener el honor de que me quieras.
—Quiero estar sola. — Repetí, no podía pensar claro de nuevo, sus palabras me creaban nubes en mi cabeza.
— Está bien. — Aceptó. — Me iré y mantendré mi distancia si así lo quieres, quiero que seas feliz y no quiero incomodarte. — Se puso de pie. — Pero por favor no me abandones, acercate a mi cuando estés lista porque te estaré esperando.
Alejandro esperó una respuesta de mi parte pero no la obtuvo. Caminó lentamente a la puerta.
—¿Y Elizabeth? ¿Está bien? — Me acordé de ella, no quería que nada malo le pasara.
—Sí, no te preocupes por nada. — Alejandro esperó unos segundos pero después siguió caminando hasta salir y cerrar la puerta.
Me puse de pie y fui directo a la cama, no estaban las cosas acomodadas, sólo quería recostarme y lo hice, no tenía cobija ni nada. Sólo estaba sobre el colchón observando el techo, Carmen llegó un tiempo después. Movió algunas cosas para después entrar a mi habitación para darme una almohada y una cobija.
Hoy fue un mal día, pero mañana será peor.