La junta terminó, en el elevador hubo silencio absoluto pero cuando estuvimos cada quien detrás de su escritorio comenzó la conmoción.
Luisa se sentó entre los escritorios de Tabata y Berna para comenzar con el drama.
—¿ADAM FERRER? ¿ELIZABETH FERRER? — Luisa estaba muy confundida y yo aún más. Ella hiperventilaba.
—¿Cómo no lo vimos antes? — Berna se quejaba. — ¡Era obvio, se parecen! — Berna se azotó en su escritorio. —¿Y si era parte de eso de jefe encubierto? ¡¿Y si hice algo mal?! — Contuvo sus lágrimas. — Varias veces le decía que no a las cosas que me pedía. ¿Serían una prueba?
Luisa y Berna miraron a Tabata, ella estaba tranquila, evitando la vista de ellos.
—Jefa… ¿Ya lo sabía? — Luisa la acusó.
— Eso no importa. — Parecía apenada. ¡Claro que lo sabía! ¡Nunca le exigía nada y siempre le decía que sí! Ahora todo cobraba algo de sentido, siempre llegaba tarde y nadie le decía nada.
—¡No puede ser! — Luisa se cubría el rostro exasperada. — Con razón su ropa era cara y siempre compraba cosas costosas.
— Como su café de cada día. — Berna asintió dándole la razón a Luisa.
— Debí ser más amable con él. — Luisa seguía lamentándose. — Si lo hubiera sabido seríamos amigos.
— ¡Ahí viene! — Un compañero gritó y todos volvieron a su trabajo, miraban su pantalla fingiendo ser productivos aunque Adam ya sabía ese truco.
Adam apareció en mi campo de visión. Caminaba con la asistente de Elizabeth a su lado.
—Buenas tardes. — Saludó mirando su reloj. Yo no sabía qué hacer o qué pensar, realmente era algo que no esperaba, todavía no me lo creía.
Tomé la decisión más valiente, madura y fiel a mi persona que pude… me escondí debajo del escrito rezando que no me viera.
—Buenas tardes, jefe. — Tabata sonrió incómoda.
— Por el momento estaré en el lugar de mi hermana. — Hizo el anuncio formal. — Sé que pueden sentirse incómodos ya que yo estuve todavía ayer trabajando como pasante.
—¡No! — Todos negaron riendo hipocritamente, eso fue muy incómodo. — Realmente no, nos dió mucho gusto.
Siguieron adulandolo y Adam reía sin poder creerlo.
—Les pido su cooperación para poder trabajar bien y por favor traténme igual si nos encontramos. — Rogó. — Luisa me odia y quisiera seguir molestándola con mis comentarios. — Todos rieron, Luisa sonrió amigable.
—Claro, señor. — Respondió con tono dulce.
—Especialmente Ana. — Adam mencionó y todos guardaron silencio a los halagos que le hacían para girar a verme, yo asomé mi cabeza.
—¿Qué? — Fue lo único que logré articular.
—Que dejes de ignorarme y vengas a saludar. — Adam parecía muy serio, me puse de pie.
Adam me miró divertido y me hizo una señal con la cabeza para que lo siguiera, lo hice en total silencio. ¿Qué quería? ¿Su hermana le habrá contado todo? ¿Pensará que lo engañé?
Subimos al ascensor y presionó el botón de la azotea, genial…
La secretaria iba con nosotros así que estuvimos en silencio, cuando llegamos bajó Adam y me indicó que bajara, detuvo a la secretaria indicándole que lo esperara en su oficina.
Adam espero a que el ascensor se cerrara y avanzó hasta una banca, comúnmente nos sentamos ahí. Yo sólo lo seguí incómoda, ¿Debía decirle felicidades?
Adam llamó mi atención golpeando levemente la banca en señal de que me sentara, lo hice con pesar, lo miré un segundo pero después desvíe mi vista.
—¿Estás enojada? — Preguntó tristemente, parecía arrepentido.
—No. — Lo miré fijamente, él parecía sorprendido. — Todos tenemos secretos.
Yo también le había mentido, en varias ocasiones, espero él no se enoje conmigo si llega a enterarse porque creo que Elizabeth podría contarle todo.
—¿Realmente te sorprendió? — Se había creado una admosfera tensa, asentí lentamente.
— Más que eso, estaba confundida. Como si estuviera en un universo paralelo y nada tuviera sentido. — Estaba seria, él no rió.
—Lamento haberte decepcionado, no creas que quise engañarte o que era una prueba o algo así. — No lo había procesado pero eran posibles esas opciones. — Yo sólo quería mostrarme como realmente soy. — Sonaba sincero. — Mi padre insistía en que debía trabajar en la empresa. — Comenzó la explicación. — Por eso entré como pasante, yo quería que me corrieran a la semana pero… bueno ya estamos aquí. — Suspiró. — No quería tener ningún tipo de ventaja contigo, no quería que te sintieras de alguna forma… — Buscó la palabra correcta. — Intimidada con algúna cosa.
—Entiendo. — Realmente no lo juzgaba, la vida en la oficina hubiera sido incómoda si yo lo hubiera sabido, hubiera sido completamente diferente.
— Ojalá hubiéramos sido compañeros de escritorio hasta el final. — Parecía triste, cansado y frustrado.
—¿Me ocultas algo más? — Él sacudió su cabeza tratando de salir de sus pensamientos y se centró en mi. — No quiero que haya más secretos entre tú y yo. Hay que ser sinceros. — Insistí.
Él contuvo la respiración unos segundos, suspiró pesadamente, estaba tomando una decisión.
— Siendo sincero… — Tragó saliva. — Hay algo que todavía no te digo. — Lo miré atentamente esperando lo que fuera que me diría. — Yo… — ¿Qué más podría ocultar? — Soy cercano al señor Sosa, es mi mejor amigo… — Quedé aún más impactada. — Para ser precisos, somos como hermanos. Nos conocemos hace muchos años pero todo se consolidó hace tres. — Me quedé en silencio. — También sé que el señor… — Sacudió la cabeza guardando silencio. — Sé que Alejandro. — Rectificó rápidamente. — y tú… — Tomó valor unos segundos. — Sé que eras la esposa de Alejandro.
—¿Siempre lo supiste? — Quedé sin aliento.
—No. — Dijo de inmediato. — No sabía nada, me enteré mucho después de conocernos.
—¿Cuándo? — Debía saberlo.
— Ya éramos novios… fue… — Parecía que le costaba mucho trabajo decirlo. — El día de tu cumpleaños.
—¿Alejandro te lo dijo? — Él negó con su cabeza.