Soltera divorciada

RUMORES

—¿Es la voz de un hombre? — Luisa se acercaba sigilosamente a mi escritorio, los demás observaban lo que ocurría. 

—No. — Agité mi cabeza en modo de negación. 

—Lo oí yo misma. — Me habló evidenciándome. — Déjame ver eso, quiero saber qué clase de hombre se metería contigo. — Estiró su brazo pidiéndome el oso de peluche.

—¡No! — Tabata, Berna y yo gritamos horrorizados.

Tabata se puso de pie y corrió al lado de Luisa, Berna la imitó. 

—No te metas en mis cosas. — Le advertí a Luisa.

—Ya la oíste, déjala en paz. — Berna la empujó un paso hacia atrás. 

—Ella no quiere enseñarte eso, es algo personal y debes respetarlo. — Tabata la empujó un paso más hacia atrás poniendo una barrera entre ella y yo. — Todos aquí debemos respetar la privacidad de los demás. — Lucía muy nerviosa, nunca la había visto de ese modo.

—¿Desde cuándo ella tiene novio? — Luisa les preguntó a ambos como si fuera imposible.

— Eso no te importa. — Tabata contestó de mala gana, Luisa se sorprendió y yo también. 

—Ella sólo debería estar trabajando sin parar para lograr tener un contrato permanente. — Se justificó. — Por eso me importa. 

Luisa se dió media vuelta y regresó a su escritorio, Berna y Tabata me sonrieron en modo empático y volvieron a sus lugares. 

Yo miré el oso y cerré los ojos con hartazgo, ¡Maldito oso! 

Azoté el peluche contra el escritorio en señal de que lo odiaba y él me respondió el golpe sonando de nuevo.

—Lo siento mucho, Ana. Te amo. — Lo presioné de nuevo para que se callara, pero sólo habló de nuevo, una y otra vez. — Lo siento mucho, Ana. Te amo. Lo siento mucho, Ana. Te amo. Lo siento mucho, Ana. Te amo. — Las personas que se habían girado a trabajar de nuevo, me miraban a mi, Luisa más que nadie ponían verdadera atención. — Lo siento mucho, Ana. Te amo. 

—¡Cállate! — Susurré desesperada, la única solución que encontré fue sentarme encima del oso pero aún así se escuchaba. 

—Lo siento mucho, Ana. Te amo.

— No, no, no. — Hablaba con el oso como si me entendiera. 

Todos me miraban y lo único que pude hacer entonces fue tomar el peluche y correr lejos, a un lugar donde no haya gente. 

Corrí muerta de vergüenza hacia las escaleras de emergencia. Cuando subía las escaleras me topé con Fernanda y Héctor, los cuales estaban discutiendo. 

— No entiendo de verdad lo que quieres. — Héctor tenía un tono cálido, pero su cara era de hartazgo. 

—¡Ya te lo dije, no quiero nada! — Fernanda hacía un berrinche azotando los pies en el piso.

—¿Entonces cuál es el problema? — Preguntó él de nuevo. 

—¡Nada! ¡No hay ningún problema! 

—Hector. — Me atreví a interrumpirlos, ambos giraron hacía mi avergonzados. — ¿Puedes regresarle esto a Alejandro? — Le extendí el oso de peluche. 

—Lo siento mucho, Ana. Te amo. — Héctor sonrió al escuchar el oso. 

—No te rías. — Advertí entre dientes.

—Ana, ¿Por qué te pelaste con mi cuñado? — Fernanda tomó el oso entre sus manos contenta. 

—No lo llames así, estamos divorciados hace mucho, es momento de que lo superes. — La regañé.

—Pero, Ana. Ayer … — Héctor quería una explicación, yo sólo me di la vuelta para regresar a mi piso y renunciar. 

Se me aceleró el corazón, se me puso la piel de gallina y me marié al mirar a Luisa a mitad de las escaleras. 

—¿Eres la ex esposa del señor Sosa? — Luisa susurró lo bastante fuerte para que yo lo escuchara, parecía sentirse mal. 

—No otra vez. — Fernanda se cubrió el rostro frustrada. 

— Escucha, Luisa… — Mi mente estaba en blanco ¿Qué debía decirle? — No puedes decirle a nadie. — Sonreí para tratar de llegar a un acuerdo.

—Eres la… — Luisa se desmayó callendo algúnos escalones y aterrizando en el piso. 

Esto ya se salió de control. 

Héctor, Fernanda y yo nos miramos muy asustados. 

—Si se muere se soluciona el problema, ¿No? — Fernanda cambió su postura a despreocupada.

—¡No digas tonterías! — La regañé corriendo hacia Luisa, todavía respiraba.

Unas mujeres bajaban las escaleras hablando entre ellas, miraron toda la escena armada ahí y se preocuparon por Luisa ya que ellas son amigas. 

Pensé que Luisa no tenía amigas, pero suena lógico que tenga algún tipo de club de fans de Alejandro aquí. 

Ellas le pidieron a Héctor cargarla para llevarla al doctor o por lo menos intentar que despertara. 

—Me encargaré. — Me susurró él al pasar a mi lado, Fernanda y yo fuimos a buscar a Gerardo para contarle pero él no estaba por ninguna parte. 

—Puede que Luisa no sea tan mala y como un milagro de la navidad ella cerrará la boca ¿No? — Fernanda sólo alimentaba mi presentimiento pero creo que no debo de preocuparme tanto, hoy renunciaré y el día lunes no me presentaré a trabajar.

Además, es Luisa ¿Quién puede creerle a ella? Nadie me conoce en la empresa, ¿O si? 

Le pedí a Fernanda que regresara a trabajar mientras yo iba a buscar a Luisa para hablar con ella. 

Fui a nuestro piso y no estaba, fui a cada piso de la empresa a buscarla pero no la encontré. Le llamaba a Héctor pero él no contestaba su teléfono, debía ir con Alejandro y terminar todo, lo alejaría, renunciaría y no volvería a trabajar mañana, mañana era mi último día, lo especificó Carmen en la carta, pero también puedo sólo ya no volver. 

Aunque aún así me enteraría de todo, cuando Fernanda y Gerardo escuchen los rumores me los dirán, me buscarán para contarme lo que pasa en la empresa y nunca saldré de aquí limpia. 

Fui a la oficina de Alejandro pero estaba vacía, ni él ni Héctor estaban en el piso. 

Quizá Adam pueda ayudarme, puedo hablar con él, le contaré todo y entonces él me dirá qué hacer.

Corrí a su oficina pero de igual forma estaba vacía, ni él ni su secretaria estában ahí. ¿Estarán en junta? 

Fui a la sala de juntas para verificar mi teoría y las chicas que estaban fuera de la sala me lo confirmaron. ¿Qué debía hacer? Fingir que todo estaba bien y seguir con mi día o simplemente irme para no volver jamás. 



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En el texto hay: comedia, romance, venganzayamor

Editado: 26.12.2020

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