🌙 – La Mansión Arslan
El auto negro se detuvo frente a las enormes puertas de hierro forjado.
Selin miró a través del vidrio polarizado y sintió que su respiración se detenía.
La mansión Arslan se alzaba sobre la colina, bañada por el sol de Kavseria.
Blanca, majestuosa, con jardines perfectamente cuidados… pero bajo esa belleza había algo gélido.
Como si el aire mismo advirtiera que allí dentro, el amor no florecía.
El chofer le abrió la puerta.
Su vestido beige ondeó con la brisa marina.
Podía escuchar el rugido del mar en la distancia, mezclado con el sonido de las cigarras.
Era un lugar hermoso… y una jaula dorada.
Al entrar, el silencio la envolvió.
El mármol brillaba, los retratos de los antepasados observaban desde las paredes, y al fondo, en la escalera, estaba Feride Hanım.
—Llegas tarde —dijo con una sonrisa que no alcanzó los ojos.
—El tráfico en la costa… —intentó responder Selin.
—En esta casa, la puntualidad es respeto —la interrumpió la mujer, girando con elegancia—. Espero que aprendas rápido.
Demir apareció poco después, impecable en su traje oscuro.
Su mirada la recorrió, rápida, distante.
—Tu habitación está lista. No esperes que compartamos la misma cama —dijo sin emoción.
Selin bajó la vista.
—No lo esperaba —susurró, aunque su corazón dolía.
Él caminó hacia el balcón, encendió un cigarro y añadió, sin mirarla:
—Cumple tu papel, Selin. Eso será suficiente.
Ella lo observó en silencio, con la brisa agitando su cabello.
Por un instante, juraría haber visto tristeza en sus ojos… pero desapareció tan rápido como el humo que dejó atrás.
Mientras subía las escaleras hacia su nueva habitación, una sensación la invadió:
aquella casa no era solo el hogar de su esposo.
Era un campo de batalla.
Y, aunque aún no lo sabía, Selin no había nacido para ser víctima…
sino para despertar a las bestias dormidas del clan Arslan.