Sombra de arslan

Capitulo 7

– La casa trasera

El amanecer apenas iluminaba los muros de la mansión principal cuando Feride apareció con su paso firme.
—Selin, a partir de hoy vivirás en la casa trasera —dijo con frialdad—. Necesitas aprender disciplina y orden. Allí podrás hacer todas las tareas que corresponden a tu posición.

Selin se sorprendió, pero asintió.
—Sí, señora.

La casa trasera estaba abandonada desde hacía años.
Las ventanas tenían polvo, los muebles estaban cubiertos con telas, y el jardín se había convertido en un pequeño bosque salvaje.
Era más humilde que su hogar en Vahira, pero ahora parecía una cárcel dorada.

Al bajar las escaleras, Selin se encontró con un joven trabajador que venía de otro pueblo a trabajar en la mansión.
Se llamaba Tahir, 25 años, de cabello oscuro y ojos amables.
—Hola, soy Tahir —dijo tímidamente—. Puedo ayudarte a limpiar y acomodar la casa si quieres.

Selin sonrió con gratitud.
—Gracias… no sé ni por dónde empezar.

Durante la mañana y la tarde, barrieron, limpiaron ventanas, reorganizaron muebles, y quitaron polvo de cada rincón.
Selin se sentía cansada, pero cada movimiento lo hacía con cuidado, intentando no fallar en nada.

Feride no tardó en aparecer para supervisarla.
—La limpieza no termina hasta que todo esté perfecto —dijo, mientras observaba con ojos críticos—. También quiero que hagas la lista de compras, cocines y prepares la casa para los invitados de esta semana.

Selin asintió, obediente, y comenzó a trabajar con Tahir a su lado.
Aunque cansada, su corazón se sentía un poco más ligero gracias a su nueva amistad.
Tahir la alentaba, le enseñaba trucos para ordenar, y a veces le contaba historias de su pueblo natal, recordándole que no estaba completamente sola.

Esa noche, mientras Selin cerraba las ventanas de la casa trasera, un grito lejano rompió el silencio.
Corrió hacia la mansión principal y vio a Demir siendo emboscado en los jardines exteriores.
Hombres armados, autos rodeándolo… la escena era como de pesadilla.
Selin se quedó paralizada, con el corazón latiendo frenético, hasta que los guardias y la policía privada lo sacaron entre gritos y disparos.

A la mañana siguiente, un mensajero llegó con noticias:
—Señora Selin… el señor Demir está en terapia intensiva. Ha recibido múltiples heridas graves.

Selin sintió que el mundo se detenía.
El miedo, la impotencia y la culpa la hicieron llorar silenciosamente.
No podía desobedecer ni cuestionar, pero su corazón estaba atrapado entre el dolor y la incertidumbre.

Tahir la sostuvo con cuidado, sin decir mucho.
—No estás sola —susurró—. Vamos a sacar esto adelante.

Pero en la mansión, Feride y Melda observaban desde lejos, satisfechas con la prueba de vulnerabilidad de Selin, ignorando que esa misma vulnerabilidad estaba despertando una fuerza que aún no conocían.




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