Sombra y Luz

Capítulo 27

— Debes saber Magnus, que este grupo fue creado a la época en que este Campus estudiantil fue construido. —Contaba Rivius—. Somos emisarios de la Sombra, descendientes de los primeros seguidores del Portador de Sombra y guardianes del mal. Nuestro propósito inicial era esperar la llegada del siguiente vástago y junto con él, tomar el control no solo de este Campus, sino de toda la ciudad, y por consiguiente, de todo el país y el mundo entero. Sin embargo, existieron seres que intentaron por todos los medios detener nuestros planes a toda costa, los llamados guardianes de la Luz, algo así como tus seguidores.

— ¿En serio? ¡No sabía que el Portador de Luz también tuviera adeptos a su causa! —Exclamó sorprendido Magnus.

— Cariño… —Intervino Sena corrigiendo a su pololo.

— Lo siento… —Respondió este.

— Estos sujetos poseían sus bases en las antiguas catacumbas subterráneas que existieron debajo de este Campus. Por años influyeron a muchos estudiantes a seguirlos bajo su noble causa, con el único propósito de dominar los destinos de estas facultades, esperando la llegada del vástago, y apoyando su camino para enfrentarse contra su rival acérrimo. —Seguía relatando Rivius—. Por desgracia para ti, esos iluminados fueron destruidos por nuestros séquitos más antiguos, aquellos quienes nos instruyeron a nosotros para continuar su legado.

— Sí sí, muy bonito todo lo que cuentas pero… Magnus te preguntó la relación que tienen Silfer, los tórtolos y Sena contigo. —Aclaró Frank instando a ir al meollo del asunto.

— ¡Frank! —Reprocharon Magnus y Sena al joven.

— What! —Exclamó sorprendido este.

— Yo llegué a la Facultad de Derecho hace tiempo, alrededor de unos 9 años aprox. —Relataba Rivius—. Por aquél entonces, fui llamado para ser emisario de la Sombra y se me confió la tarea de encontrar al elegido para ser su nuevo portador y vástago. Como ya saben, me convertí en el prodigio de las leyes y se me identificó con el apodo que todos ustedes conocen. Durante mis últimos años de estudiante, un joven novato llegó a la Facultad a estudiar la carrera. Era muy parecido a ti, un chico inocente, puro, con ansias de aprender y por sobre todo, dotado de un increíble sentido de justicia, mezclado a la vez con la lógica más fría y calculadora que yo había conocido antes.

— Silfer… —Interrumpía Magnus sacando conclusiones—. Estás hablando de Silfer.

— Exacto. —Afirmaba Rivius—. Yo lo conocí cuando ya estaba en quinto año, ad portas de titularme. Al verlo por primera vez, percibí en él algo diferente, único. Tenía un poder oculto, totalmente diferente al tuyo. Sentí como la Oscuridad corría por sus venas con una fuerza indescriptible de la cual no fui capaz de describir por aquel entonces. Sin querer, había encontrado al predestinado Portador, así que me hice su amigo, estudiamos juntos, conversamos de la vida y me gané su confianza, hasta que finalmente lo convencí de que se nos uniera a Anarquía para que descubriera la razón de su increíble y particular destino.

— Así que fuiste tú quien lo indujo a este grupo. — Agregó por conclusión Sena.

— Sí. —Volvía a afirmar Rivius—. Él se unió a nosotros y se volvió un iniciado como todos los que están aquí, ávidos y sedientos de conocimiento acerca de la Sombra y sus particulares características. Por un tiempo aprendimos juntos a controlar nuestros poderes y a convivir en armonía con las dotes oscuras. Hasta que un día… él se marchó.

— ¿Qué? —Reaccionó sorprendida Sena al escuchar eso último de la boca de Rivius.

— Ese traidor nos abandonó. —Intervino Tarso con rabia—. El Gran Líder lo acogió como si se tratara de un hermano más, pero el muy hipócrita se acobardó y prefirió dejarnos en la incertidumbre, aun a sabiendas de lo que le esperaba por vivir.

— Su partida nos causó dolor a todos, inclusive a mí. —Contaba Rivius—. No podía entender como él, un prodigio con un destino tan trascendental e irresistible, nos abandonara de la noche a la mañana.

— ¡No te hagas el sentimental Rivius! —Exclamaba Magnus—. Conociendo a Silfer, de seguro descubrió algo turbio en lo que estaban haciendo ustedes como organización. Puede que él sea Portador de Sombra, pero también sé que es muy listo como para que intenten persuadirlo por algo tan simple.

— ¡Tu agudeza va más allá de tu natural ingenuidad, me sorprendes! —Exclamó risueño y admirado Rivius—. Tal y como acabas de decir, si teníamos un propósito con él que iba más allá de ser su amigo y compañero. Ya te lo dije antes, soy un emisario de la Sombra y como tal, mi propósito era que Silfer descubriera sus verdaderos poderes para servir a los objetivos de Anarquía. Durante el tiempo que permaneció junto a nosotros, nuestro grupo fue capaz de crear un imponente dispositivo de energía pura, capaz de someter por completo a todos aquellos quienes intentasen oponerse a nuestra causa. Un arma, para ser más exactos.

— ¿Un arma? ¿Qué acaso ustedes se creen terroristas o algo así? —Preguntó escéptico Frank.

— ¡Frank, ya…no sigas! —Intentaba Sena calmar el ímpetu del joven.

— ¿A qué clase de arma te refieres? —Hizo Magnus la pregunta.

— Un arma divina. —Respondía Rivius—. La llamamos… Lumine.

— ¿Lumine? —Preguntaba atónito Magnus al escuchar aquel nombre—. ¿Y qué se supone que es?




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