Sombras.

Escape.

Estamos divididos en tres grupos, los que viven como humanos, los que nos camuflamos y los que tienen su propia sociedad.

La primera división es la más numerosa, algunos no aceptan que son diferentes, otros no quieren esconderse y deciden dejar sus orígenes de lado.

La segunda división es menos numerosa, pero lo suficiente para llevar una amplia cuenta y manejar empresas exclusivas para nosotros.

Y la tercera división está casi extinta, son pocas las familias que quisieron conservar sus orígenes al cien por ciento, aunque eso implicase aislarse de casi todo.

Yo pertenecí a la tercera división, mi familia ha sido una de las más poderosas desde nuestros orígenes, actualmente somos la más fuerte. Pude permanecer ahí y seguir viviendo como la princesa que era, pero eso conlleva sacrificios que no estaba dispuesta a aceptar, mi vida no era mía, mi padre siempre decidía por mí.

No salgas de casa, no hables con nadie, haz todo lo que te diga sin rechistar.

Viví siguiendo esas normas durante veinte años, hasta que explote. Todos tenemos un punto de quiebre y el mío era perder lo poco de libertad que me quedaba.

Mis padres me despertaron el día de mi cumpleaños con la peor noticia que pudieran haberme dado, tenía regalo de cumpleaños, un regalo vivo e insoportable.

Al cumplir veinte consideraron que ya tenía edad para saber porque era obligada a forjar lazos amistosos con ciertas familias, o descendientes en concreto de estas. Y sobre todo con un chico en específico.

Wade Garzmon.

Él era mi regalo de cumpleaños. Mi prometido.

Y ese día tendría una fiesta sorpresa, no tan sorpresa. La fiesta seria en honor a mi boda, la cual se celebraba ese mismo día. Más que una fiesta sorpresa era una boda sorpresa.

Yo como toda joven adulta, tome la decisión que me pareció más adecuada, negarme a la boda. Lastimosamente esa no era una opción para mí, pues una vez más la decisión era de mi padre y ya no había vuelta atrás.

Recurrí a la segunda decisión más sensata que se me ocurrió, escape de mi propia boda sorpresa.

Sabía que en mi sociedad no podría mantenerme oculta y tome la tercera decisión más sensata de mi vida, decidí formar parte de la segunda división. Camuflarme entre los humanos, pero sin dejar mis orígenes de lado.

Admito que mi primera opción fue formar parte de la primera división y vivir la vida de una humana ordinaria, pero pensándolo bien olvidar mis orígenes no parecía tarea fácil y debía ver cómo me iba en la sociedad humana primero.

Tome mi ropa y cosas de aseo personal y las escondí en la oscuridad, sería la manera más sencilla de llevarlas conmigo.

Mi estrategia empezó así, luego de que mis padres declinaran mi petición de cancelar la boda me notificaron que vendría un equipo profesional a prepararme – una de las empresas más grandes del mundo del maquillaje, que a su vez era enteramente controlada por nuestra raza. Todos pertenecientes a la segunda división. – mientras ellos llegaban pedí tiempo a solas para acostumbrarme a la idea.

Una total farsa, solo necesitaba poner mi plan en marcha. Para mi fortuna accedieron, pues siempre he sido la hija sumisa, nunca había desobedecido una orden o por lo menos no que ellos supiesen. En ese momento venia el siguiente paso; guardar en la oscuridad todo lo que quisiese llevarme.

Acción que realice lo más rápido que pude para tener tiempo de idear como salir sin ser vista. Sin muchas alternativas la mejor idea fue salir por la ventana, mi habitación se encontraba en la séptima planta – y todavía había más plantas, más que una casa se asemejaba a un castillo o un edificio entre antiguo y moderno – bajar no suponía un problema, nuestras habilidades son todo terreno.

Solo debía deslizarme entre las sombras y llegaría intacta al piso. Lo difícil era no ser vista.

Cambie el pijama que todavía no me había quitado por unas licras deportivas, una camiseta de tirantes y unos zapatos deportivos; todo de color negro, no es que fuese necesario, solo lo usaba porque en todas las películas lo hacen y creí que sería más divertido así.

Trepe el marco de la ventana y me acomode de una forma en que pudiese saltar, tome impulso y lo hice, en el aire flexione ligeramente las rodillas y espere a tocar suelo con la planta de los pies.

Al momento del contacto con el suelo escuche como me llamaban desde el pasillo que daba a mi habitación, siendo consciente de que era ahora o nunca empecé a correr, siempre entre las sombras para tener mayor rapidez.

Mis cosas flotaban ocultas en la oscuridad al mismo ritmo al que yo corría, al vivir alejados de la sociedad humana no quedan muchas zonas urbanas en las que podamos habitar y menos si lo que se busca es mantenernos escondidos, por ello la zona donde nos asentamos es rural y consta de un terreno que nunca me había parecido tan tedioso.

Supongo que cuando escapas todo parece estar en tu contra, eso es algo que vi en muchas películas, pero nunca tome en serio, hasta ahora. Salto piedras, arbustos y algunos otras cosas que no alcanzo a ver con claridad por lo rápido que corro, pero esa no es la peor parte, esquivar las ramas de los arboles es lo más difícil. Todas parecen estar de acuerdo en una cosa, golpearme la cara, el cuello o los brazos.




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