Han pasado varios días desde la última vez que vi a hombres que posiblemente trabajen en negocios ilegales y ya es sábado, hoy la tienda permanece abierta hasta la madrugada ya que las ventas son buenas a esas horas, solemos tener clientes que pasan por algo de comer antes de llegar a sus casas de una fiesta o incluso antes de ir a estas.
Me encuentro en la cocina preparando unos cupcakes para darles de merienda a las chicas que se quedan al turno de la noche y madrugada de los sábados, en estos momentos no las dejo entrar para que sea una sorpresa el aperitivo, por ello cuando escucho golpes en la puerta de la cocina me sobresalto.
Termino de acomodar la merienda sobre una bandeja y salgo con ella para ofrecerla a las chicas, la dejo sobre una de las mesas desocupadas y les digo que hay tres para cada una, estas se acercan nerviosas y me hacen señas de que mire a mí alrededor. Al hacerlo noto que el lugar está casi lleno cada mesa ocupada por varios hombres de vestimenta oscura y con armas sobre las mesas y demás.
Me siento como si estuviese en un sueño, ver un enfrentamiento en un sitio cualquiera en plena noche era una casualidad, ver una especie de reunión en un muelle supongo que también entra en la categoría de coincidencias, pero que aparezcan en donde trabajo luego de varios días sin ver nada raro eso no puede ser al azar.
“ ¿Qué pasa ahora? ¿Por qué tengo tan mala suerte? “
– Disculpe, señorita – espeta una voz a mis espaldas, doy vuelta y debo alzar la cara para poder ver al hombre trajeado que me habla. – Sentimos mucho irrumpir en su tienda de esta forma, pero hoy hemos tenido una larga jornada y todos tenemos hambre, varios de mis muchachos pidieron parar aquí alegando que tienen muy buenos platos y postres exquisitos, además de una atención al cliente muy agradable – explica y por alguna razón me parece que se está burlando.
– Asumo que entenderá que mi personal este algo incómodo por las armas, agradecería que las guardasen o por lo menos las quiten de las mesas. Por otro lado es halagador escuchar lo que dicen de la tienda y por supuesto los atenderemos – digo cordial y al mismo tiempo fingiendo ser una chica asustada que trata de mantener la calma.
– Primero dejaremos algo claro, no somos buenos y si llaman a la policía morirán antes de que lleguen, segundo no buscamos incomodar a sus empleados así que ya escucharon muchachos nada de armas sobre las mesas y tercero espero quedar tan encantado con este lugar como la mayoría de las personas de esta ciudad – expresa sonriendo.
– Ya saben que hacer chicas a trabajar, hay muchos clientes que atender – exclamo alentándolas a fingir que no pasa nada y relajarse un poco.
Me mantengo atenta a cómo se comportan los clientes con mis chicas, no voy a permitir que las traten mal. Tengo que mantener la situación bajo control y actuar como una humana intentando razonar lo haría, pero las personas que trabajan aquí siguen siendo como mi familia y no permitiré que les pase nada. Ellos pueden creerse muy fuertes con sus musculosos cuerpos y armas, pero con apagar las luces yo gano. Claro que eso solo ocurriría de ser estrictamente necesario.
Las chicas reparten los menús y esperan a que les dicten los pedidos, otras están en la cocina preparando todo para que les sea más fácil realizar los pedidos en cuanto lleguen. Yo por mi parte acomodo algunos adornos y vigilo a los clientes. Algunos de ellos deciden que comer casi sin mirar la carta, otros la releen una y otra vez discutiendo opciones y pidiendo detalles de ciertos platos que les interesan.
Veo ir y venir al personal, traen comidas y bebidas, yo las ayudo a entregar los pedidos para que no se inquieten más. Ellos realmente devoran la comida y luego los postres, bromean y ríen entre ellos, en algunos casos hasta intentan hacer reír a las chicas. Estas les siguen la corriente y luego se alejan de forma disimulada, todas se resguardan detrás de mi saben que pueden confiar ciegamente en mí.
– Relájense un poco ya deje en claro que ninguna va a salir lastimada, mientras no hagan nada imprudente claro. Y tu deja de parecer mamá oso protegiendo a sus oseznos, mis chicos saben comportarse – dice lo último alzando la ceja.
– Me temo que no es fácil relajarse, esta no es una situación común para nosotras – exprese.
– Para algunas más que otras en realidad – dice con un tono burlón y una sonrisa de lado.
Frunzo el ceño y lo miro por unos segundos, él imita mi acción y nos enfrascamos en un duelo de miradas donde ninguno planea perder, un agudo llanto resuena en la cafetería y una de las chicas me observa preocupada por su bebé, con un movimiento de cabeza le indico que vaya a verlo.
Los hombres ahora hacen silencio y se miran entre ellos, el que parece ser el jefe – porque es el único que ha hablado y dado órdenes – se levanta de su mesa y se dirige al pasillo por donde desapareció Dakota, antes de que llegue me interpongo en su camino y con la mirada en alto le demuestro que no lo dejare pasar.
– ¿Tienen un bebe aquí? – pregunta.
– ¿Eso importa? – le respondo con otra pregunta, se voltea y le hace señas a uno de sus hombres este se levanta y deja un maletín sobre el mostrador, las chicas se acercan a mí y contienen la respiración, el hombre abre el maletín y todas dejan ir el aire. Está lleno de dinero y el jefe dice que ahí hay suficiente para pagar por todo y las propinas.
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Editado: 27.02.2019