Al llegar a la cafetería señalo un dulce que estaba en la vitrina y entiendo que es ese por el que todo esto ocurrió. No puedo evitar sonreír al recordar como llego hasta nuestro menú.
Flashback.
Dos años antes.
Cristina llego de uno de sus viajes hablando maravillas de un postre casero que la dejo fascinada, desafortunadamente no consiguió la receta y por ello hizo cientos de intentos por recrearlo usando ingredientes originarios de ese sitio, pero para nosotros eran sumamente exóticos. Sus jueces principales estaban encantados con todos los resultados, sin embargo ella no.
Luego de meses intentando recrearlo entro en un estado de frustración monumental, Trevor – uno de sus hijos – insistió en que él sabía que le faltaba al dulce, su madre esperanzada lo dejo alterar la receta que ella aseguraba era la más parecida en sabor. El pequeño se encerró durante horas en la cocina alegando que necesitaba concentrarse como tantas veces había visto hacer a su madre.
Pasaron alrededor de tres horas para que Cristina se diese cuenta del desastre que estaba ocurriendo en su cocina, un intenso olor a chocolate lleno todo el ambiente logrando que todos nos mirásemos confundidos y después corriésemos al sitio de dónde provenía el olor.
Al llegar tocamos la puerta una y otra vez pidiéndole al pequeño que abriese, este por supuesto se negó. Su madre preocupada abrió con las llaves de emergencia y al entrar corrió en dirección a su niño, lo abrazo y le pregunto qué estaba haciendo con el chocolate, este le respondió con otra pregunta ¿Me prometes que no te molestaras conmigo ni me regañaras? Ella respondió que sí.
Trevor alzo su brazo y con un dedo apunto en dirección al horno que estaba todo manchado con una mezcla muy espesa y de tonalidad oscura, su mamá le aseguro que eso sería fácil de limpiar y recibió de respuesta una sonrisa nerviosa acompañada de una seña para que abriese el horno. Ella lo hizo y grito de horror al ver el interior.
Me acerque preocupada por lo que pudiese encontrar y me sorprendí enormemente cuando vi la misma mezcla del exterior solo que esta se desbordaba de la bandeja en la que estaba y por si fuera poco hasta burbujeaba como si del caldero de una bruja se tratase.
Apagamos el horno y esperamos a que la mezcla dejara de burbujear, estuvimos ahí aproximadamente dos horas hasta que intentamos sacar la bandeja. Por alguna razón la mezcla se había endurecido tanto que no permitía despegar la bandeja del horno ni mucho menos intentar sacar la mezcla por partes.
Probamos muchas cosas para sacar ese desastre, pero nada funciono. Después de horas intentando se llegó a la conclusión de que la única solución era comprar un nuevo horno, Cristina intentaba mantenerse fiel a su promesa de no enfadarse con su pequeño aunque en esa situación se le estaba complicando mucho.
Trevor explico cómo había hecho semejante desastre y finalizo con una noticia que borro todo el disgusto, lo había logrado, logro recrear la receta. Abrió la nevera y saco una bandeja llena de una mezcla algo espesa, pero también muy llamativa. Cada uno de los presentes lo probamos y quedamos encantados ahora solo faltaba Cristina, esta degusto la creación de su hijo y sonrió.
Levanto al niño en brazos y lo lleno de besos al tiempo que le preguntaba como lo había hecho, este accedió a contarnos poniendo como condición que le dejaran ayudar a hacer más postres para la cafetería.
Fin del Flashback.
Después de buscar una caja llena de estos dulces le entrego su pedido y demando que me lleve de vuelta a mi departamento, por supuesto conseguir eso me llevo un tiempo. El cliente decidió empezar una absurda discusión demandando la receta de su orden. Esta era un secreto de la cafetería, pues no conocíamos a nadie más en el país que los vendiera.
Me negué rotundamente y contra todo pronóstico se rindió, no sin antes decir que quien los iba a degustar era una de las mejores reposteras que conocía y que en poco tiempo tendría a alguien que conociese la receta y supondría una competencia para nuestra cafetería. No pude evitar reírme a carcajadas y advertirle que un horno ya había muerto en esa batalla.
Su ceño fruncido me indico que estaba dándole vueltas a lo antes mencionado, le dije que no preguntara y salí de la cafetería esperando a que hiciese lo mismo para poder cerrarla e irme a disfrutar de mi día de descanso.
Este pasó por mi lado en dirección a su carro y se sentó sobre el capo mientras me observaba dejar todo como estaba cuando llegamos. Al terminar entre y me senté en el asiento del copiloto, lo vi imitarme y sentarse en el asiento a mi lado, su teléfono emitió un ruido alertando que le había llegado una notificación.
En la pantalla salía un mensaje de parte de un tal Cody y decía: problemas con los Seals, están a una cuadra.
Por alguna razón ese mensaje parece molestar a mi acompañante, este arranca a toda velocidad y yo me pongo el cinturón de seguridad asustada por su repentino intento de imitación de Dominic Toretto.
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Editado: 27.02.2019