Sombras de amor

Capítulo 3: Gideon

—Gracias por todo, Cole.  

—No lo menciones. No solo soy tu abogado, sino también tu amigo. No era justo que ese imbécil intentara demandarte por un sistema que robó de tu empresa.

—Ahora perdió su título y dudo que encuentre trabajo.

—Fuiste bueno al no meterlo preso. Yo en lugar lo hubiera denunciado y dejado que la policía se lo llevara a prisión. 

—Es joven y tiene a su madre enferma. No justifico su accionar y por eso su carrera quedó en la nada. No quise complicar las cosas enviándolo a prisión.

—Lo repito, fuiste bueno—mira la hora en su reloj—. Rayos, ya debo irme a tribunales. Un caso de divorcio. Por cierto, Jake me mostró el contrato que quieren hacerle firmar a tu tío. No sabía que seguías adelante con la venganza hacia tu tío.

Me tenso ante la mención de él.

—Por supuesto. Ya casi lo logro.

Mi amigo niega con la cabeza.

—Deberías dejarlo ir y seguir adelante con tu vida. Tantos años de deseo de venganza no es bueno. Te consume el alma.

Exhalo un suspiro.

—No me importa. Me da igual mi alma. Pronto conseguiré mi objetivo y seguiré adelante.  

—Tú sabrás. Me voy porque tengo que ir a la corte. Nos estamos viendo.

Él se va casi corriendo, como casi siempre, porque anda de un lado al otro.

Yo necesito tomarme unas vacaciones y buscarme alguna mujer que me complazca. Llevo tiempo sin encontrar alguna que me llene y me deje completamente satisfecho. La última vez fue cinco años atrás con la prometida de un amigo, más bien ex amigo porque él dejó de hablarme cuando le conté que me acosté con su prometida. No quería decirle que la chica era virgen, pero él lo sabía y no me quiso creer, aun así, dejó de hablarme y me hizo un favor. Ojo por ojo y diente por diente. No sé si Nika confirmó lo que pasó entre nosotros y quise no saber, pues ya me sentía bastante mal luego de arrebatarle su virginidad en un momento de debilidad.

Quizás podría haberme interesado en ella y sentar cabeza si no fuera que ella se acostó conmigo por estar dolida por el engaño de Iñaki. Sé que unos meses después me llamó y escribió, y no contesté contra mi fuerza de voluntad. No tenía idea que quería y no quise saber.

Estaba seguro que no era posible que hubiera superado a Iñaki en tres meses, no cuando tuvieron una relación de más de un año y se iban a casar. Además, no estaba seguro de que podría haberle correspondido. En aquel momento pasaba por conflictos personales que me tenían en un lugar oscuro y mi mente solo estaba en venganza, claro que sigo con esa idea en la mente, sin embargo, cinco años atrás la idea era más fuerte y lo único de lo que quería ocuparme.  

Las muertes de mis padres y la ambición de mi tío me han afectado mucho. Poco a poco mi alma se ha consumido y a veces siento que sigo de pie porque tengo el objetivo de acabar con mi tío y su familia. 

Sacudo la cabeza borrando esos recuerdos y decido ir a mi casa. Mañana tomaré un vuelo a Tampa y hoy me quiero relajar.

—Tonta máquina.

Una voz infantil capta mi atención, volteo hacia la esquina y encuentro a una niña pequeña de cabello castaño pateando la máquina de las golosinas. No creo que a la máquina le afecte el golpe de sus pequeños pies.

La pequeña niña se cruza de brazos y mira con enojo a la máquina. Esa acción me hace reír.

No soy amante de los niños, al menos no he tratado con ellos, sin embargo, esa niña llama mi atención. Tiene carácter.

Debería seguir mi camino y dejarla sola con la máquina, pero me arrimo a ella.

—¿Qué te hizo la máquina para que la golpees?

Ella gira la cabeza y sus ojos marrones verdosos me observan con atención. Su mirada me recuerda a alguien, si bien no sé a quien.

—El tío Tey me dijo que esta máquina da dulces y no quiere darme.

Río.

—Debes poner una moneda o un billete para que te lo den.

Abre la boca con sorpresa. Sus pequeñas manos tocan los bolsillos de su pantalón y exhala un suspiro hondo.

—Yo no tengo.

—Puedes pedirles a tus padres.

—Mi mami no me deja comer muchos dulces, antes debo comer mis molachas y los puntos verdes que son feos—mi sonrisa se amplía—. Y no tengo papá.

Trago con fuerza.

—¿Dónde está tu mami y tu tío Tey?

—Ahí dentro, viendo cosas de la hetencia de mi abu muerta. ¿Señor, tú tienes una moneda o un billete para sacar dulces?

Hago una mueca.

—No quiero que tu madre se enoje conmigo.

—No le diré.

Suelto una carcajada. La niña me agrada y eso no pasa seguido. Tiene carácter y me gusta.

No debería darle un dulce, en especial si su madre se los limita. No tengo idea que son molachas y puntos verdes.

—¿Qué son los puntos verdes?




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