¿Qué posibilidades hay de cruzarme de nuevo a Gideon Foster?, fue la pregunta que me hice en el aeropuerto de Nueva York. Y aquí está, en el estudio de abogados y con mi hija, quien es su hija también, a quien rechazó cuando no respondió mis llamadas ni mensajes.
Creía que cuando lo cruzara, si es que sucedía, podría actuar con indiferencia y hacer de cuenta que nunca lo conocí, sin embargo, no imaginé que lo encontraría y Regina estuviera conmigo.
Siento rabia por el rechazo que le hizo y tristeza por lo mismo.
No tengo deseos de hablar con él, ni fingir que no me importa y que todo está bien. Ya tengo suficiente con Naila y el desastre de la herencia.
Agarro la mano de Regina.
—Dale las gracias al señor Gideon y vámonos con tus tíos.
—Gracias, señor Gideon. Que sea feliz.
Y me alejo con mi pequeña de la mano en busca de Assia y Trey que se adelantaron porque la primera estuvo a punto de asesinar a Naila, y lo habría logrado si Trey no la hubiera agarrado, y yo la habría ayudado si no tuviera una hija bajo mi responsabilidad.
—¡Nika!
La voz de Gideon llamándome me tensa. No tengo idea por qué me llama y tampoco me interesa escucharlo. Perdió la oportunidad años atrás.
—Mami, el señor Gideon te llama.
—No importa, Regi. Ignoralo.
—¿Puedo quedarme con mis dulces? ¿Estás enojada porque los acepté?
Me detengo y exhalo un suspiro antes de sonreírle a mi hija. Dudo mucho que Gideon le haya dado los dulces sin que ella los hubiera pedido, pero lo dejo pasar por ahora.
—No estoy enojada contigo y puedes quedarte con ellos. Esta vez.
Asiente.
Diviso a Assia y a Trey afuera. El segundo está tratando de calmar a la primera. La voz de Gideon me desconcentra y lo veo caminar hacia mí. ¿Y ahora qué?
—Regi, ve con tus tíos un momento. Yo ahora voy.
—¿La tía Assia está enojada?
—Solo algo alterada.
—¿Por la muerte de la abu que está en el inferno?
Cierro los ojos. No puedo creer que nos haya escuchado. Cuido mucho lo que digo delante de ella, pero es complicado cuando ella escucha a escondidas y Assia no siempre se controla. Regi corre hacia ellos y yo enfrento al padre de mi hija. Me cruzo de brazos y permanezco seria.
No estoy de humor para ser amable, no hoy, no después de que Naila queriendo impugnar el testamento para quedarse con todo, alegando que mamá no nos quería ni a Assia ni a mí y que llevamos años sin preocuparnos por ella.
Las casas nos pertenecen a las tres, si alguna la quiere debe comprar la parte de otra o venderlas y repartir entre tres. El dinero que quedó en el banco, que sorpresivamente mamá no gastó todo, también es de las tres, si bien Naila lo quiere para ella. Yo estaba dispuesta a dárselo con tal de sacarla de mi vida, pero Assia no y comenzaron la pelea.
—¿Qué quieres, Gideon? No tengo tiempo para lidiar contigo.
—¿No tienes tiempo? ¿Qué tal si te lo haces para que hablemos sobre mi hija? Es mía. ¿Verdad?
Ruedo los ojos. Lo único que me faltaba. Que años después se haga el padre ofendido.
—¿Ahora es tu hija? Siento decirte que no lo es, es solo mía porque decidiste no ser parte de su vida.
Arruga el ceño, pareciendo confundido.
—¿Cómo iba a ser parte de ella si no sabía que existía?
—¿No? Recuerdo que te llamé varias veces queriendo hablar contigo, te envié mensajes diciéndote que necesitábamos hablar, hasta fui a tu casa y a tu empresa, de donde fui echada…
Se queda callado y desvía la mirada durante un momento.
—No sabía que querías hablar sobre ella. No dijiste…
—¿De qué pensaste que quería hablar? ¿De mi virginidad perdida? ¿Acaso creías que me había enamorado de ti y buscaba compromiso? Pues no—dejo caer los brazos tratando de calmar mi acelerado corazón y él vuelve a mirarme—. Te envié un correo diciéndote del embarazo cuando tenía cuatro meses e incluso adjunté el análisis de laboratorio y la ecografía, pero no obtuve respuesta, así que tomé el silencio como que no te interesaba formar parte de su vida.
—Yo no… —vuelve a callar y pasa la mano por su cabello en señal de nerviosismo—. No recibí el correo.
—Tal vez terminó en el buzón de spamo se te pasó por alto o simplemente no te interesó en el momento y ahora que la conociste quieres ser parte de su vida.
—Te juro que no leí ningún correo que hablara de tu embarazo. Nika, si lo hubiera sabido, me habría hecho cargo de ella, habría querido ser parte de su vida.
—Sí, claro.
—Le dijiste que yo no la quise. Ella me lo dijo cuando le pregunté por su padre.
—¿Y qué le iba a decir? ¿Qué te secuestraron los marcianos o que estabas de viaje y no sabía cuando regresarías? Yo soy partícipe de que a los niños hay que decirle la verdad y no crearle cuentos de fantasías.