Sombras de amor

Capítulo 6: Nika

—Qué extraño nombre es Nika.

—En realidad el nombre completo era Nicaragua. Lo eligió mi padre porque de ahí era su madre y él la amaba. Aunque amaba a mi padre y apreciaba su historia familiar, me lo cambié oficialmente al cumplir la mayoría de edad. Todos me decían Nica con C y decidí conservarlo solo que remplacé la C por la K para que fuera diferente.

—¿A tu padre no le molestó?

Niego con la cabeza.

—No, él quería que yo fuera feliz.

Sonríe.

No quiero que sonría ni sea amable. Deseo que sea el tipo frío y distante que conocí cuando Iñaki me lo presentó. No quiero al hombre pasional al que le entregué mi virginidad y tampoco al atento que está sentado aquí.

Estoy aquí para tratar la cuestión de Regina, si bien no hemos hablado de ella.

Assia me dijo que dejara que Gideon me llevara a la justicia donde podríamos pelear. Yo consideré hablar con él e intentar llegar a un acuerdo para evitar la situación estresante. Tendría que quedarme más de lo debido en Nueva York y podría ser estresante para Regina. Ella es mi prioridad.

Mi deseo sería nunca haberme cruzado a Gideon y regresar a mi vida en Victoria con mi hija. Lástima que no puedo hacerlo y él está determinado a ser parte de la vida de mi pequeña. Y me guste o no, tengo que aceptarlo y ser flexible porque él tiene derechos, me guste aceptarlo o no. Aunque un juez tenga en cuenta mi aviso, él sigue teniendo derechos y estoy segura que le darán días de visitas. Tal vez no le concedan parte de la custodia, al menos no al principio, pero sí los días de visitas y Regina estaría en medio de Nueva York y Victoria. Además, él debe tener buenos contactos, por lo que es mejor arreglar por nuestra cuenta. Me guste o no debo ceder.

Regina ha estado bien sin un padre, aceptó lo que le dije cuando me preguntó hace unos meses por él y no volvió a cuestionar nada.

También me dijo que el señor Gideon había sido amable y le agradó mucho, no solo por los dulces. Y eso que ella no sabía que hablaba con su padre.  

—Bueno, ya comimos algo y apenas hemos hablado. Intento ser paciente y que me digas que planeas hacer.

Bebo un poco de agua para hidratar mi garganta seca y relamo mis labios antes de hablar.

—No voy a impedir que conozcas a Regina, ni que la veas.

Vuelve a sonreír. Ignoro la puntada que se instala en mi pecho. No es por su sonrisa, sino por el hecho de que tendré que compartir a mi hija.

—Me alegra oír eso. De verdad lamento no haberte respondido. No era por ti, sino por mí. Estaba pasando por algunos problemas bastantes complejos que me tenían desbordado. Mi atención estaba por completo ahí e ignoré todo lo demás…

—No necesitas explicarte. Como dije, no cambia nada.

Él parece aliviado con no tener que contarme sobre esos conflictos. Me da curiosidad, sin embargo, eso no cambia nada de nuestro presente.

—Muy bien. ¿Cómo haremos? ¿Tendré que esperar para decirle que soy su padre? Comentó que le dijiste que no la quería.

—Es lo que yo pensaba y no quería mentirle. Cuando fuera mayor le explicaría lo que realmente pasó. Acepto que la veas, al principio conmigo presente y tendrá que ser en Canadá.

Arruga el ceño.

—¿Canadá?

—Sí. Vivimos en Victoria con Assia. No podemos quedarnos en Nueva York para que conozcas a Regina. Tengo un trabajo, aunque trabajo la mayor parte del tiempo en casa para poder estar con mi hija, también debo ir a la oficina. Regina va a jardín y tiene clase de natación y francés. No podemos dejar todo para quedarnos aquí y que la conozcas. Si quieres ser parte de su vida, tendrás que acomodarte a su vida y su rutina.

Su mirada se endurece, no dice nada por un momento y asiente.

—Supongo que la ventaja de ser mi propio jefe es que puedo organizar mi vida personal sin pedir permiso. No sería mala idea viajar a Canadá y ver posibles negocios. No me gusta, pero por mi hija puedo hacerlo.

Bebo un poco más de agua. Ya suponía que puede manejarse a su antojo y aunque yo podría trabajar por completo desde casa, decido ir a la oficina cuando Regina está en jardín, solo para distraer la mente y no estar encerrada.

También es una forma de probar a Gideon, ver si realmente está interesado en mi hija o solo está alucinado.

Regina tiene carácter y él debe conocerla en todos sus momentos buenos y malos.

—Bien. Tal vez pienses que es adorable, y lo es, a menos que se enoje.

Suelta una carcajada.

—La conocí pateando una máquina de dulces. Creo que puedo hacerme una idea de como es su carácter.

—¿Pateando la máquina de dulces?

—Sí, estaba enojada porque no podía sacar los dulces. Su tío Tey, como dijo ella, le dijo que podía obtener dulces, pero no le dijo que necesitaba dinero; creía que eran gratis.  

Cierro los ojos.

Diría que estoy sorprendida y estaría mintiendo. Eso suena como Regina. No es que sea agresiva y se enoje por todo, pero tiene sus momentos.




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