Sombras de amor y traicion

capitulo 1

El estruendo de los disparos rompió el silencio de la noche. Las balas silbaron tan cerca que Isabella sintió cómo el aire a su alrededor se cortaba. Se pegó contra la pared fría del callejón, su corazón retumbando en su pecho como un tambor desaforado. ¿Cómo había llegado a esto? Todo había comenzado con una simple cena...

Seis horas antes, el lujoso restaurante "La Rosa Nera" brillaba bajo las luces de la ciudad. Isabella ajustó su vestido rojo, suave como la seda y peligroso como una llama. Se miró en el espejo y se dijo a sí misma que solo era una cena de negocios, nada más. Pero en el fondo sabía que no podía confiar en Marco Bianchi.

Él era todo lo que su padre le había advertido: atractivo, carismático y mortal. El heredero del imperio criminal más temido de la ciudad. Y, sin embargo, cuando sus ojos oscuros se cruzaron con los de ella, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era miedo. Era algo mucho más peligroso.

Marco sonrió, una curva en sus labios que parecía prometer problemas. —¿Lista para hacer negocios, Isabella?

Ella alzó la barbilla, decidida a no mostrar ninguna debilidad. —Solo si juegas limpio, Marco.

Él soltó una carcajada, un sonido profundo que hizo eco en su pecho. —En mi mundo, nadie juega limpio. Pero contigo... tal vez haga una excepción.

Las palabras colgaron en el aire, llenas de promesas y amenazas. Isabella sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía dar marcha atrás. No ahora. No cuando tanto estaba en juego.

La puerta del restaurante se cerró detrás de ellos, pero Isabella no podía sacudirse la sensación de que acababa de cruzar un umbral del cual no habría retorno.

El interior de "La Rosa Nera" era tan opulento como peligroso. Las lámparas de araña colgaban del techo alto, bañando todo en un resplandor dorado. La música suave flotaba en el aire, pero Isabella apenas la escuchaba. Cada uno de sus sentidos estaba enfocado en el hombre que caminaba a su lado.

Marco la guio hasta una mesa apartada, estratégicamente ubicada en un rincón desde donde se dominaba toda la sala. Un movimiento astuto, pensó Isabella. Siempre vigilando sus espaldas.

—Espero que el lugar sea de tu agrado —dijo Marco mientras le acercaba la silla.

—He visto mejores. —Su respuesta fue cortante, pero el brillo travieso en sus ojos delataba su provocación.

Marco se rió suavemente, una risa que vibró en el aire como una promesa peligrosa. —Me gusta tu honestidad. Es... refrescante.

Isabella se acomodó en su asiento, manteniendo la espalda recta y el mentón alto. No estaba aquí para disfrutar una cena romántica. Estaba aquí por respuestas. Y, si tenía suerte, por venganza.

Un camarero apareció en silencio, sirviendo una botella de vino tinto. Marco tomó la botella y la inclinó, llenando su copa con la precisión de alguien acostumbrado al lujo. Cuando llenó la suya, alzó la copa hacia ella.

—Por nuevas alianzas.

Ella no alzó su copa de inmediato. Sus ojos escudriñaron los de él, buscando cualquier atisbo de engaño. —¿Alianzas o manipulaciones?

Él sonrió de nuevo, esa sonrisa suya que podía derretir hielo. —¿Por qué no ambas?

Ella finalmente levantó su copa y la chocó suavemente con la de él. —Por la verdad, entonces.

El cristal tintineó suavemente, pero el sonido parecía resonar como una advertencia. Ambos bebieron, sin apartar la mirada. Era un duelo silencioso, un baile peligroso del cual ninguno saldría ileso.

Antes de que pudiera decir algo más, un hombre corpulento se acercó a Marco y susurró algo en su oído. La expresión de Marco cambió al instante, endureciéndose.

—Discúlpame un momento, Isabella. —Se levantó con elegancia, su presencia dominante incluso cuando se alejaba de la mesa.

Ella observó cómo desaparecía en un pasillo oscuro, sus instintos alertándose. Algo no andaba bien. Y lo que fuera, tenía que ver con Marco Bianchi.

Sin dudarlo, dejó su copa y se deslizó fuera de la mesa. Si él pensaba que ella simplemente esperaría, estaba muy equivocado.

Isabella se movió con sigilo, manteniéndose a una distancia segura mientras seguía a Marco por el oscuro pasillo. Sus tacones apenas hacían ruido contra el mármol pulido, una habilidad que había perfeccionado trabajando para su padre, un hombre cuyos negocios eran tan oscuros como los de Marco, aunque nunca tan públicos.

El pasillo conducía a una puerta de madera maciza, ligeramente entreabierta. Se acercó con cautela y se asomó. Marco estaba de pie, su postura rígida y sus músculos tensos. Frente a él, un hombre con el rostro ensangrentado y las manos atadas a la espalda se arrodillaba en el suelo.

—Me traicionaste, Carlo. —La voz de Marco era baja, peligrosa. Cada palabra era una sentencia.

El hombre levantó la mirada, sus ojos suplicantes. —No... no fue así, jefe. Yo...

—Silencio. —La palabra cortó el aire como un cuchillo. Marco se agachó, su rostro a centímetros del de Carlo. —Le diste información a nuestros enemigos. A cambio de dinero, nada menos.

Isabella sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Era esto lo que Marco había querido ocultarle? ¿Este lado brutal y despiadado? Y, sin embargo, no podía apartar la mirada.

Carlo sollozó, su cuerpo temblando. —Por favor, jefe... tengo una familia...

Marco se enderezó, sus ojos oscuros sin rastro de compasión. —Debiste pensar en ellos antes de traicionarme.

Un silencio pesado cayó en la habitación. Entonces, sin previo aviso, Marco sacó una pistola de su chaqueta. El brillo metálico parpadeó bajo la tenue luz.

—Esto no es personal, Carlo. Es solo... negocios.

El disparo resonó en el aire, breve y definitivo. Carlo cayó al suelo sin un sonido, sus ojos abiertos y vacíos.

Isabella se llevó una mano a la boca, conteniendo un grito. Sabía que Marco era peligroso, pero verlo ejecutar a alguien con tanta frialdad... eso era otra cosa.

Antes de que pudiera reaccionar, Marco se giró hacia la puerta, sus ojos oscuros clavándose en los de ella.



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Editado: 23.05.2025

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