Sombras de amor y traicion

capitulo 9

El tiempo pareció detenerse. Isabella apuntaba su arma directamente al corazón de Sofía, la persona que había sido su amiga, su confidente, su hermana elegida. Pero también la traidora que había vendido sus secretos a Russo, poniendo en peligro su vida y la de su familia.

Sofía sollozaba, sus manos temblorosas alzadas en señal de rendición. —Isa... por favor... Yo... yo no quería...

—No mientas. —La voz de Isabella era baja, fría. —Tomaste una decisión. Me traicionaste. Lo sabías, y aun así lo hiciste.

—¡No tuve elección! —gritó Sofía, sus ojos llenos de lágrimas. —Russo... él me mostró fotos... de mi madre, de mis hermanos... Tenía hombres siguiéndolos... amenazó con matarlos si no cooperaba. ¡No podía permitirlo!

Isabella sintió una punzada de dolor. Entendía el miedo de Sofía, pero eso no justificaba la traición. Ella también había enfrentado amenazas. Ella también había tenido miedo. Pero jamás había vendido a su gente.

—¿Y mi familia? —Su voz tembló ligeramente, su rabia filtrándose en sus palabras. —¿No pensaste en lo que le haría a mi padre? ¿A mí?

Sofía sollozó, su cuerpo desplomándose en el suelo. —Pensé... pensé que si te mantenía distraída, si te daba información superficial... podrías defenderte... No sabía que te pondría en tanto peligro...

—¡Mentira! —gritó Isabella, sus ojos ardiendo con furia. —¡Sabías exactamente lo que hacías! Me vendiste, Sofía. Me entregaste a Russo. ¡A mi peor enemigo!

Sofía lloraba incontrolablemente, sus hombros sacudiéndose. —¡Lo siento...! ¡Por favor, Isabella...! ¡Eres todo lo que tengo...!

—No me llames así. —La voz de Isabella se quebró. —Ya no tienes derecho a usar ese nombre.

Sofía levantó la mirada, sus ojos llenos de desesperación. —Por favor... Isa... Yo... te amo...

Isabella sintió cómo sus manos temblaban. La furia y el dolor se mezclaban en su pecho, formando un nudo imposible de deshacer. Quería apretar el gatillo. Quería terminar con la traición. Pero también quería perdonar.

—Te amaba, Sofía. —Su voz era apenas un susurro. —Confié en ti. Te di mi lealtad. Y me apuñalaste por la espalda.

—¡Lo sé...! ¡Y viviré con esa culpa para siempre...! —Sofía cayó postrada ante ella, sus manos agarrando el dobladillo de su chaqueta. —¡Haz lo que quieras conmigo... pero por favor, perdóname...!

Isabella sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero se negó a dejarlas caer. No podía permitir que la debilidad la dominara. No ahora.

—Perdonarte... —Su voz tembló. —No puedo hacerlo. No después de todo esto.

Sofía sollozó, sus lágrimas empapando el suelo de cemento. —Entonces... acaba con esto. Por favor...

Isabella miró el arma en su mano, su dedo rozando el gatillo. Sabía que era lo correcto. Sabía que era su deber. Pero su corazón se rompía con cada segundo que pasaba.

—No puedo... —Su voz era apenas un susurro. —No puedo matarte.

Sofía levantó la mirada, sus ojos llenos de asombro y alivio. —Isa...

—No me malinterpretes. —Isabella apartó el arma, sus manos temblando. —No te perdono. Jamás volveré a confiar en ti. Pero no puedo matarte... porque hacerlo me convertiría en un monstruo como él.

Sofía sollozó, asintiendo frenéticamente. —Gracias... gracias...

—No me des las gracias. —Isabella la miró con frialdad. —Te estoy dejando vivir... pero tu vida ya no me pertenece. No eres parte de mi mundo. No vuelvas a buscarme. No vuelvas a mencionarme. Para mí... estás muerta.

Sofía se desplomó en el suelo, su rostro lleno de dolor. —Lo... lo entiendo...

Isabella sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. Pero no podía permitir que la traición la definiera. Tenía que ser fuerte. Tenía que seguir adelante.

—Lárgate. —Su voz fue firme, sin temblor. —Si te vuelvo a ver... no dudaré dos veces.

Sofía asintió, sus lágrimas cayendo al suelo. Se levantó lentamente, sus piernas tambaleándose. —Adiós... Isabella...

Sin decir una palabra más, Sofía se giró y corrió hacia la salida, desapareciendo en la oscuridad. Isabella se quedó sola en el almacén, su respiración entrecortada, su corazón destrozado.

—¿Por qué la dejaste ir?

La voz de Marco la hizo girarse. Estaba allí, de pie en las sombras, su mirada dura e impenetrable.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —preguntó Isabella, su tono desafiante.

—El tiempo suficiente. —Marco salió de las sombras, su expresión severa. —No esperaba que tuvieras tanta misericordia.

—No fue misericordia. —Isabella guardó su arma, enderezando los hombros. —Fue justicia. La vida de Sofía ahora será un infierno. Vivirá con su traición hasta el día de su muerte. Ese es su castigo.

Marco la estudió en silencio, sus ojos oscuros llenos de respeto. —Eres más fuerte de lo que pensé.

—No necesito tu aprobación. —respondió Isabella fríamente. —¿Qué pasó con Russo?

Marco apretó la mandíbula. —Escapó. Tenía un barco esperando en el muelle. Pero dejó atrás a sus hombres... y ya están hablando. Pronto sabremos sus planes.

—Entonces esto aún no ha terminado. —Isabella sintió cómo la furia volvía a arder en su pecho. —Russo aún respira... y no puedo permitirlo.

—No lo permitirá por mucho tiempo. —Marco se acercó, sus ojos brillando con determinación. —Vamos a cazarlo. Juntos.

Isabella lo miró con intensidad. Sabía que Marco tenía sus propias razones para odiar a Russo. Sabía que su alianza era peligrosa... y que en cualquier momento, él podría traicionarla.

Pero también sabía que lo necesitaba. Al menos por ahora.

—Entonces prepárate. —dijo, su voz firme y autoritaria. —Porque vamos a acabar con él. Y no mostraré piedad.

Marco sonrió, esa sonrisa peligrosa que tanto la intrigaba. —Eso esperaba escuchar.

Isabella sintió cómo la furia y el dolor se transformaban en pura determinación. Había perdido a una amiga... a una hermana. Pero había ganado claridad.

La guerra apenas comenzaba. Y no descansaría hasta ver a Russo caer.



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Editado: 25.06.2025

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