Sombras de amor y traicion

Capitulo 12

El viento nocturno azotaba el rostro de Isabella mientras observaba cómo sus hombres limpiaban el desastre en el club "El Paraíso". Los cuerpos de Luigi Moretti y sus guardaespaldas eran sacados en silencio, sus rostros congelados en expresiones de sorpresa y miedo.

Isabella se mantuvo firme, sus ojos oscuros y fríos. No había remordimiento en su corazón. Moretti había elegido su destino cuando traicionó a su familia.

—Uno menos. —La voz de Marco llegó a su lado, su tono neutral. —Pero aún quedan muchos más.

—Entonces vayamos a por ellos. —respondió Isabella, su mirada fija en la noche. —Quiero que sientan el miedo, que sepan que los cazaré hasta el último rincón de esta ciudad.

Marco la observó en silencio, su rostro inescrutable. —Te estás volviendo más despiadada que ellos.

Isabella no parpadeó. —No voy a caer. No me van a destruir. Si tengo que convertirme en un monstruo para proteger a mi gente... entonces que así sea.

Marco sonrió levemente, una mezcla de respeto y tristeza en su mirada. —Eso es lo que hace la venganza. Consume todo a su paso.

—Entonces no te interpongas en mi camino. —Isabella se giró hacia él, su expresión implacable. —Porque aún no he terminado.

—Nunca lo haría. —Marco mantuvo su mirada fija en ella. —Estoy aquí hasta el final.

Isabella sintió un nudo en el estómago. Sabía que Marco decía la verdad... pero también sabía que la había traicionado antes. No podía permitirse confiar en él. No otra vez.

—Entonces prepárate. —dijo, comenzando a caminar hacia el coche. —El próximo objetivo es Alessandro Mancini, el encargado de blanquear el dinero de Russo. Sin él, sus operaciones financieras se vendrán abajo.

—Mancini... —Marco apretó la mandíbula. —Ese es un pez gordo. Se esconde detrás de negocios legítimos. Será difícil de alcanzar.

Isabella sonrió fríamente. —Entonces lo sacaremos de su escondite.

—¿Cómo?

—Organizaremos una reunión falsa. —explicó Isabella, su mente trabajando rápidamente. —Le haremos creer que uno de sus contactos quiere renegociar términos. Cuando aparezca... lo atraparemos.

Marco sonrió, impresionado. —Eres despiadada... y astuta.

—No llegué hasta aquí siendo ingenua. —respondió Isabella fríamente. —Consigue los detalles. Yo me encargaré del resto.

—¿Y si no cae en la trampa?

Isabella se detuvo, su mirada llena de determinación. —Entonces arrasaremos todo lo que tenga. Le quitaremos sus negocios, sus aliados... su poder. Hasta que no tenga a dónde correr.

Marco asintió, su rostro endureciéndose. —Haré los arreglos.

Sin decir una palabra más, Isabella subió al coche, sus pensamientos ya en el próximo movimiento. La venganza había comenzado, y no se detendría hasta verlos a todos caer.

Al día siguiente, Isabella se encontraba en su despacho, rodeada de documentos, mapas y teléfonos encriptados. Había pasado la noche planificando cada detalle, anticipando cada movimiento. No habría margen de error.

Un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos. Isabella levantó la mirada y vio a Enzo, su jefe de seguridad, entrando con una expresión sombría.

—¿Qué sucede? —preguntó Isabella, enderezándose en su silla.

—Tenemos... un problema. —dijo Enzo, su voz tensa. —Encontramos a uno de nuestros hombres muerto. Estaba en el callejón detrás del club... con esto en el bolsillo.

Enzo extendió un sobre negro con un símbolo grabado en cera roja: un cuervo negro.

Isabella sintió cómo el frío le recorría la espalda. Era el mismo símbolo que había visto antes... el mismo símbolo que conectaba a Russo con sus traidores.

—¿Estás seguro de que es uno de los nuestros? —preguntó, su voz tensa.

—Sí. —asintió Enzo. —Es... era uno de los guardias de confianza. Pero parece que alguien más lo encontró primero.

Isabella sintió cómo su furia crecía. Había un topo en su organización. Alguien que aún trabajaba para los aliados de Russo.

—¿Alguien más ha visto esto? —preguntó, sus ojos ardiendo con intensidad.

—No. Me aseguré de traerlo directamente a ti.

Isabella asintió lentamente. —Bien. Mantén esto en secreto. No quiero que cunda el pánico.

—¿Y qué haremos con el traidor?

Isabella apretó el sobre con fuerza, sus uñas clavándose en el papel. —Lo encontraremos. Y lo haremos pagar.

Enzo asintió, sus ojos oscuros reflejando lealtad. —Haré lo que sea necesario.

—Empieza revisando las comunicaciones. Quiero saber quién tenía contacto con Russo... o con Mancini. Alguien está pasando información, y no podemos permitirnos otro golpe.

—A la orden. —Enzo hizo una reverencia antes de salir de la habitación.

Isabella se quedó sola, mirando el sobre negro en sus manos. El cuervo negro la observaba, como si le recordara que la traición aún corría en sus filas.

—¿Qué encontraste?

La voz de Marco la hizo girarse rápidamente. Estaba de pie en la puerta, su postura relajada, pero sus ojos oscuros alertas.

—Otro mensaje. —dijo Isabella, mostrando el sobre. —Hay un topo en mi organización. Alguien que aún trabaja para los aliados de Russo.

Marco frunció el ceño. —¿Alguna idea de quién podría ser?

—No. Pero lo averiguaré. —Isabella apretó los dientes. —Y cuando lo haga, no mostraré misericordia.

Marco asintió, su mirada oscureciéndose. —Te ayudaré a encontrarlo.

—No necesito tu ayuda. —replicó Isabella, sus ojos fríos. —Solo necesito saber que no eres tú.

Marco la miró fijamente, su rostro endureciéndose. —Si fuera yo, ya estarías muerta.

—Buena respuesta. —Isabella guardó el sobre en su escritorio. —Pero aún te estoy vigilando.

Marco sonrió levemente. —Eso espero.

Isabella sintió una mezcla de desconfianza y algo más profundo. Algo que no podía permitirse sentir. No ahora.

—Prepárate. —dijo finalmente, enderezando los hombros. —Esta noche atraparemos a Mancini. Y cuando termine, descubriremos quién está trabajando para él.



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Editado: 25.06.2025

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