El disparo resonó en el aire, cortando el silencio de la noche. La bala atravesó el pecho de Dante Moretti, su cuerpo arqueándose hacia atrás antes de caer pesadamente contra la barandilla.
Isabella observó cómo su rostro se contorsionaba de dolor, sus ojos oscuros llenos de incredulidad. Había esperado ganar. Había creído que podía destruirla... pero había subestimado su voluntad de sobrevivir.
—No... puede... ser... —jadeó Dante, su voz temblorosa mientras la sangre brotaba de su herida.
—Sí puede. —respondió Isabella, su tono gélido y despiadado. —Te dije que te destruiría... y cumplo mis promesas.
Dante intentó levantarse, sus manos temblorosas aferrándose a la barandilla para mantenerse de pie. —Yo... yo era... el más fuerte...
—No. —Isabella negó con la cabeza, sus ojos fríos. —Eras el más débil. Usaste mentiras y manipulación... porque sabías que nunca podrías vencerme cara a cara.
Dante rió, su risa amarga y quebrada. —Tal vez... pero aún así... te rompí el corazón...
Isabella sintió cómo la rabia ardía en su pecho, pero no permitió que sus palabras la afectaran. Se acercó lentamente, su arma aún apuntando al corazón de Dante. —Sí. Me rompiste. Me convertiste en esto... en alguien capaz de matarte sin remordimientos.
—Entonces... ya gané. —Dante sonrió, su rostro manchado de sangre. —Te convertí... en un monstruo... como yo.
Isabella sintió cómo sus palabras la golpeaban con fuerza, su corazón latiendo dolorosamente en su pecho. ¿Era cierto? ¿Se había convertido en lo mismo que él...?
No.
—No soy como tú. —dijo, su voz firme. —Yo lucho por proteger a mi familia... por vengar sus muertes. Tú solo querías destruir. Esa es la diferencia entre tú y yo.
Dante la miró fijamente, sus ojos oscuros llenándose de odio. —Entonces acaba con esto... si tienes tanto valor.
Isabella sintió cómo su dedo apretaba el gatillo, sus manos firmes. Había amado a Dante. Había confiado en él... y él la había traicionado de la manera más cruel.
—Adiós, Dante. —dijo fríamente, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y furia. —Nos vemos en el infierno.
Antes de que pudiera apretar el gatillo, el sonido de sirenas llenó el aire. Las luces rojas y azules iluminaron el cielo oscuro, acercándose rápidamente al almacén.
—¡Maldición! —jadeó Isabella, girándose hacia el borde del techo. —¡La policía...!
Dante rió débilmente, su voz llena de burla. —No puedes escapar, Isabella... siempre estuve un paso por delante...
Isabella sintió cómo la furia ardía en su pecho. Dante había planeado esto. Había llamado a la policía, asegurándose de que ella fuera capturada después de matarlo.
—¡No voy a caer en tu trampa! —gritó Isabella, sus ojos oscuros llenos de determinación. —¡No esta vez!
Dante sonrió, su rostro retorcido por el odio. —Entonces... hazlo. Dispárame... y escapa... como la criminal que eres...
Isabella apretó los dientes, su dedo temblando en el gatillo. Todo lo que quería era acabar con él... destruir al hombre que había destrozado su corazón.
Pero si lo mataba ahora... si huía como una criminal... Dante ganaría. Habría destruido no solo su corazón, sino también su nombre... su legado.
—No. —dijo finalmente, su voz baja y peligrosa. —No voy a darte esa satisfacción.
Dante parpadeó, sorprendido. —¿Qué...?
—No voy a matarte. —continuó Isabella, su tono frío. —Vas a vivir... y vas a pagar por todo lo que hiciste.
Dante rió amargamente, su risa llena de dolor. —¿De verdad crees que puedes ganar... llevándome ante la justicia...?
—Sí. —Isabella se acercó lentamente, sus ojos oscuros llenos de odio. —Porque no hay nada peor para un hombre como tú... que vivir sin poder.
Dante intentó levantarse, pero su cuerpo se desplomó de nuevo contra la barandilla, sus fuerzas desvaneciéndose. —No... no puedes hacerme esto...
—¿No? —Isabella sonrió fríamente. —Entonces observa cómo lo hago.
Se giró hacia la puerta del techo, sus pasos firmes y decididos. —¡Marco!
Marco apareció rápidamente, su rostro endurecido. —Las patrullas están rodeando el edificio. No tenemos mucho tiempo.
—Quiero que lo entregues. —ordenó Isabella, señalando a Dante con desprecio. —Que sepan quién es... y todo lo que hizo.
Marco arqueó una ceja, sorprendido. —¿Vas a entregarlo a la policía?
—Sí. —asintió Isabella, su expresión implacable. —Quiero que su nombre sea arrastrado por el barro. Quiero que lo encierren... y que lo vean como el monstruo que es.
Dante gritó con furia, sus ojos ardiendo con odio. —¡No puedes hacerme esto! ¡No puedes humillarme así...!
—¿No? —Isabella se giró hacia él, sus ojos brillando con malicia. —Me enseñaste a destruir a mis enemigos... ¿recuerdas? Estoy aplicando tu lección.
Dante intentó levantarse, sus manos aferrándose a la barandilla. —¡Isabella...! ¡Esto no ha terminado...!
—Sí. Sí ha terminado. —dijo Isabella, su tono gélido. —Te entregué mi corazón... y lo destruiste. Ahora te estoy destruyendo a ti.
Dante la miró fijamente, su rostro contorsionado por la rabia y el dolor. —Te maldigo... Isabella De Luca...
Isabella no respondió. Se giró y caminó hacia la salida, su postura elegante y firme. Sabía que Dante intentaría arrastrarla al infierno con él... pero ella no caería.
Marco se acercó a Dante, sus ojos fríos y duros. —¿Quieres que me encargue de esto?
—No. —dijo Isabella sin girarse. —Quiero que todos sepan lo que hizo. Quiero que su nombre sea una vergüenza... un recordatorio de su fracaso.
Marco asintió, sus ojos brillando con respeto. —Entonces así será.
Isabella caminó hacia la escalera, sus pasos resonando en el almacén vacío. Había ganado. Había destruido a Dante... y había protegido su legado.
Pero mientras bajaba las escaleras, sintió cómo su corazón se rompía una vez más. Había amado a Dante... había confiado en él... y ahora solo quedaban cenizas.