Sombras de amor y traicion

Capitulo 22

La lluvia caía pesadamente sobre la ciudad cuando Isabella se dirigió al viejo club nocturno en el distrito sur. La fachada del edificio estaba descuidada, sus luces de neón parpadeando con intermitencia mientras la música retumbaba en el interior. Era un lugar olvidado, donde las sombras se reunían para susurrar secretos.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Marco, su voz apenas audible bajo el sonido de la lluvia. —Este lugar está lleno de traidores... y posibles emboscadas.

—Precisamente por eso estoy aquí. —respondió Isabella, ajustándose el abrigo negro. —Si el verdadero cuervo sigue acechando, sus informantes estarán aquí. Y voy a hacerlos cantar.

Marco sonrió levemente, esa sonrisa peligrosa suya. —Entonces será mejor que entremos antes de que sospechen.

—Sí. —dijo Isabella, sus ojos oscuros llenos de determinación. —Esta noche, descubriré quién está detrás de todo esto.

Cruzaron la calle con paso firme, sus siluetas elegantes deslizándose entre las sombras. Isabella empujó la puerta del club y entró, el sonido ensordecedor de la música golpeándola de inmediato. Las luces parpadeaban en colores brillantes, iluminando brevemente las caras de los clientes despreocupados.

Pero Isabella no estaba allí para divertirse. Estaba allí para cazar.

Sus ojos recorrieron el lugar, analizando cada rincón, cada cara. Buscaba a alguien en particular... alguien que siempre sabía demasiado.

Salvatore Mancini.

Un traficante de información. Un soplón sin lealtad que vendía secretos al mejor postor. Había trabajado para Russo... para Ricci... y para Dante. Si alguien sabía quién estaba tirando de los hilos, era él.

—Allí. —murmuró Marco, señalando discretamente hacia la esquina trasera del club.

Isabella siguió su mirada y vio a Salvatore sentado en un reservado privado, rodeado de mujeres y guardaespaldas. Se veía relajado, riéndose mientras bebía un costoso whisky.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Marco, sus ojos oscuros brillando con anticipación.

Isabella sonrió fríamente. —Voy a tener una charla con él.

Antes de que Marco pudiera responder, Isabella caminó directamente hacia el reservado, sus pasos firmes y elegantes. Los guardaespaldas de Salvatore se tensaron al verla acercarse, sus manos moviéndose hacia sus armas.

—Tranquilos. —dijo Isabella con voz fría, sus ojos oscuros clavándose en los de ellos. —Solo quiero hablar.

Los guardaespaldas intercambiaron miradas nerviosas, pero ninguno hizo un movimiento. Sabían quién era Isabella De Luca... y sabían que enfrentarse a ella significaba una muerte rápida y dolorosa.

Salvatore levantó la vista, su sonrisa desvaneciéndose al ver a Isabella. Sus ojos se agrandaron de sorpresa, su rostro empalideciendo. —Isabella... ¿qué... qué estás haciendo aquí...?

—Salvatore. —dijo Isabella, su tono cortante. —Tenemos asuntos pendientes.

—¿Asuntos...? —Salvatore intentó reír, pero su voz tembló. —No sé de qué hablas... yo...

—No juegues conmigo. —interrumpió Isabella, su mirada fría como el hielo. —Sé que trabajabas para Dante. Sé que le pasabas información. Y sé que sabes quién está detrás de todo esto.

Salvatore tragó saliva, su rostro volviéndose aún más pálido. —No... no sé nada...

—¿No? —Isabella sonrió peligrosamente. —Entonces no te importará tener una pequeña charla... en privado.

—Isabella... yo... yo soy leal...

—¿Leal? —Isabella arqueó una ceja, su expresión burlona. —La lealtad es algo que se compra... y yo tengo más dinero que paciencia. Así que levántate... o te arrastraré fuera de aquí.

Salvatore dudó un segundo antes de asentir nerviosamente. —Está bien... está bien... hablemos...

Isabella se giró hacia los guardaespaldas. —No se muevan. Si lo hacen... sus cuerpos estarán flotando en el río antes del amanecer.

Los hombres no dijeron nada, pero sus ojos mostraban miedo. Sabían que Isabella cumplía sus promesas.

Marco se acercó en silencio, su postura relajada pero sus ojos alertas. —Tengo el coche listo.

—Bien. —dijo Isabella, empujando a Salvatore hacia la salida. —Vamos a charlar... lejos de las orejas curiosas.

El callejón detrás del club estaba oscuro y solitario, el sonido de la lluvia amortiguando cualquier ruido. Isabella empujó a Salvatore contra la pared de ladrillo, su mirada fría y peligrosa.

—Empieza a hablar. —ordenó, su voz baja y letal. —¿Quién es el verdadero cuervo?

—Yo... yo no sé nada... —gimió Salvatore, su cuerpo temblando. —Te lo juro, Isabella... ¡no sé nada...!

—Mientes. —dijo Isabella, su expresión implacable. —Siempre sabes algo. Esa es tu especialidad... vender información. Así que habla... antes de que te haga hablar.

Salvatore tragó saliva, sus ojos llenos de miedo. —No puedo... él me matará...

—¿Él? —Isabella sintió cómo su corazón latía con fuerza. —¿Quién es él...? ¿Quién está detrás de todo esto...?

Salvatore tembló, su rostro pálido. —No lo sé... no conozco su nombre... nadie lo conoce...

—¿Entonces cómo te contacta...? —presionó Isabella, su tono gélido. —¿Cómo te da las órdenes...?

—Mensajes. —admitió Salvatore, su voz temblorosa. —Mensajes encriptados... en mi teléfono. No sé de dónde vienen... solo llegan...

—¿Y qué te dijo...? —demandó Isabella, sus ojos oscuros ardiendo con furia. —¿Qué órdenes te dio...?

—Me dijo que observara... que informara sobre ti... sobre tus movimientos... —balbuceó Salvatore, su voz quebrada. —Dijo que... quería verte caer... quería destruirte...

Isabella sintió cómo la furia ardía en su pecho. —¿Por qué...? ¿Por qué alguien querría destruirme...?

—Porque... porque te odia. —susurró Salvatore, sus ojos llenos de terror. —Dijo que... te había amado... y que tú lo traicionaste...

Isabella sintió cómo su piel se erizaba, sus pensamientos girando en espiral. —¿Amado...?

—Sí... —Salvatore comenzó a sollozar. —Dijo que tú eras suya... y que lo traicionaste... que debía hacerte pagar...



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Editado: 18.06.2025

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