El arma temblaba en las manos de Adriano, su mirada oscura fija en el rostro de Isabella. Sus ojos estaban llenos de dolor, rabia... y algo más profundo, algo que ella reconoció de inmediato.
Amor.
—Hazlo. —dijo Isabella, su voz baja y temblorosa. —Si eso es lo que necesitas... si necesitas vengarte... entonces dispara.
Adriano apretó la mandíbula, su cuerpo temblando. —No me tientes, Isabella. No juegues conmigo...
—No estoy jugando. —respondió ella, sus ojos llenos de lágrimas. —Te rompí el corazón. Te traicioné. Y si necesitas matarme... entonces hazlo.
—¡Cállate! —rugió Adriano, sus manos temblando mientras apuntaba el arma a su pecho. —¡No puedes... no puedes decirme eso...!
—Te amé... —susurró Isabella, sus lágrimas cayendo sin control. —Te amé más de lo que amé mi propia vida... pero fui una cobarde. No fui lo suficientemente fuerte... para elegirte a ti.
Adriano cerró los ojos, su rostro contorsionado por el dolor. —¿Por qué... me hiciste esto...? ¿Por qué... me dejaste...?
—Porque tuve miedo. —admitió Isabella, su voz quebrándose. —Tuve miedo de perderlo todo... de perder mi nombre... mi poder...
—¿Y yo...? —Adriano abrió los ojos, sus lágrimas brillando. —¿No significaba nada...?
—Significabas todo. —dijo Isabella, su voz llena de dolor. —Pero no fui lo suficientemente fuerte para elegirte.
Adriano dejó escapar un sollozo, sus hombros sacudiéndose mientras su arma temblaba en sus manos. —Yo... te esperé... pensé que volverías... pensé que me salvarías...
—Lo sé... —Isabella cayó de rodillas frente a él, sus lágrimas cayendo al suelo. —Y te fallé.
Adriano la miró fijamente, sus ojos llenos de amor y odio. —Quiero matarte... quiero odiarte... pero no puedo...
—Entonces dispárame. —dijo Isabella, su voz temblando. —Porque no puedo vivir sabiendo que te hice esto.
Adriano apretó los dientes, sus manos temblando mientras apuntaba el arma a su corazón. —No me hagas esto... Isabella... no me hagas elegir...
—No tienes que elegir. —susurró Isabella, su mirada llena de dolor. —Solo tienes que apretar el gatillo.
El tiempo pareció detenerse mientras Adriano la miraba, su rostro contorsionado por la agonía. Sus manos temblaban, su cuerpo temblaba de rabia, dolor... y amor.
—No... no puedo... —jadeó, sus lágrimas cayendo libremente. —No puedo... matarte...
Isabella cerró los ojos, su corazón rompiéndose. —Entonces... ¿qué vas a hacer...?
Adriano dejó escapar un grito de furia, su arma temblando en sus manos. —¡No puedo... amarte... y odiarte... al mismo tiempo...!
—Entonces elige. —dijo Isabella, su voz apenas un susurro. —Elige si quieres amarme... o destruirme.
Adriano dejó caer el arma, su cuerpo colapsando mientras caía de rodillas frente a ella. —Te odio... porque aún te amo...
Isabella sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. Se arrodilló frente a él, sus manos temblando mientras tocaba su rostro. —Adriano...
—¿Por qué... me hiciste esto...? —sollozó Adriano, sus ojos llenos de dolor. —¿Por qué... me rompiste...?
—Porque fui débil. —admitió Isabella, sus lágrimas cayendo. —Porque elegí el poder... en lugar de nuestro amor.
Adriano cerró los ojos, sus manos temblando mientras la abrazaba con fuerza. —Te odié... tanto...
—Lo sé. —susurró Isabella, su voz quebrándose. —Y merezco tu odio... porque te traicioné.
Adriano se aferró a ella, sus lágrimas empapando su hombro. —No puedo... vivir odiándote... no puedo...
Isabella lo abrazó con fuerza, su corazón latiendo dolorosamente. —Entonces vívelo conmigo... o mátame ahora.
Adriano se apartó lentamente, sus ojos oscuros llenos de amor y dolor. —No puedo matarte... porque aún te amo.
—Entonces quédate. —susurró Isabella, sus manos acariciando su rostro. —Quédate... y perdóname... o destrúyeme ahora.
Adriano la miró fijamente, su mirada llena de confusión. —¿Cómo... puedo perdonarte...?
—No lo sé. —dijo Isabella, su voz quebrada. —Pero si te vas ahora... nunca lo sabrás.
Adriano cerró los ojos, su cuerpo temblando mientras la abrazaba con fuerza. —Te odié... pero nunca dejé de amarte...
—Entonces quédate. —repitió Isabella, su corazón latiendo con fuerza. —Quédate... y destruyamos este odio... juntos.
Adriano la abrazó con fuerza, su cuerpo sacudido por sollozos. —No sé... si puedo...
—Entonces aprende. —dijo Isabella, sus lágrimas cayendo. —Aprende... a amarme de nuevo... o a odiarme para siempre.
Adriano la miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de dolor y amor. —No puedo prometerte nada...
—Solo prométeme... que no desaparecerás otra vez. —susurró Isabella, su voz temblando. —Porque no puedo perderte... otra vez.
Adriano la besó, sus labios llenos de dolor y pasión. Isabella sintió cómo su corazón latía con fuerza, su cuerpo temblando mientras lo abrazaba con fuerza.
Cuando se separaron, Adriano apoyó su frente contra la de ella, sus ojos cerrados. —No puedo prometerte... que te perdonaré...
—No te lo estoy pidiendo. —dijo Isabella, su voz suave. —Solo te pido... que te quedes.
Adriano asintió lentamente, sus manos temblando mientras la abrazaba de nuevo. —Entonces me quedaré... hasta que decida si puedo amarte... o destruirte.
—Entonces quédate. —susurró Isabella, su corazón latiendo dolorosamente. —Porque no importa cuál sea tu elección... la enfrentaré contigo.
Adriano la abrazó con fuerza, sus lágrimas cayendo silenciosamente. Isabella cerró los ojos, permitiéndose sentir su calor... su amor... su odio.
Sabía que la batalla no había terminado. Sabía que su amor aún estaba teñido de dolor y traición.
Pero por primera vez en mucho tiempo... tenía esperanza.
—Entonces... comencemos de nuevo. —dijo Isabella, susurrando contra sus labios. —Y descubramos... si el amor... puede destruir el odio.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones para Isabella. Adriano se quedó en la mansión De Luca, bajo su protección... y su vigilancia. Aunque habían compartido lágrimas, confesiones y besos llenos de dolor, Isabella sabía que la herida aún estaba abierta.