Sombras de amor y traicion

Capitulo 26

Las semanas pasaron lentamente en la mansión De Luca, cada día lleno de tensión mientras Isabella y Adriano navegaban por el delicado equilibrio entre el amor y el odio. Vivían bajo el mismo techo, compartiendo silencios incómodos, miradas cargadas de emociones y conversaciones llenas de dolor.

Pero Isabella sabía que el perdón no llegaría fácilmente. No cuando las heridas eran tan profundas.

Adriano a veces la observaba en silencio, sus ojos oscuros llenos de conflicto. Quería odiarla... pero el amor que una vez sintió por ella seguía ardiendo en su pecho, mezclándose con la rabia y el resentimiento.

—No puedes mirarla así y seguir diciendo que la odias.

La voz de Marco cortó el silencio, su tono afilado. Adriano se giró bruscamente, encontrándolo en la entrada del pasillo, sus ojos oscuros ardiendo con furia contenida.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí...? —espetó Adriano, su mandíbula tensa.

—El suficiente. —respondió Marco, su postura relajada pero sus ojos llenos de desconfianza. —Sigues mirándola... como si estuvieras esperando que te dé una razón para amarla de nuevo.

Adriano apretó los puños, su mirada oscureciéndose. —¿Y a ti qué te importa...?

—Me importa... porque yo también la amo. —admitió Marco, su voz baja y peligrosa. —Y no voy a permitir que juegues con sus sentimientos solo porque estás roto por dentro.

Adriano rió fríamente, sus ojos llenos de burla. —¿Jugar...? ¿Yo...? Eres tú quien la ha estado manipulando... aprovechando su vulnerabilidad para acercarte a ella.

—Yo estuve allí cuando tú no estabas. —respondió Marco, sus ojos ardiendo con furia. —Yo la sostuve cuando lloró tu muerte. Yo la protegí... mientras tú planeabas destruirla.

—¡No hables de cosas que no entiendes! —rugió Adriano, dando un paso hacia Marco. —¡No sabes nada sobre lo que sufrí... sobre lo que ella me hizo...!

—Sé que aún la amas. —dijo Marco, su mirada fría e implacable. —Y sé que ese amor te está destruyendo.

Adriano se quedó en silencio, sus labios apretados mientras sus manos temblaban de rabia. —No... no puedo amarla... no después de todo lo que perdí...

—Entonces déjala ir. —exigió Marco, su voz llena de dolor. —Si no puedes perdonarla... entonces vete. Pero no te quedes aquí... consumido por tu odio.

—¿Y dejarla... contigo...? —la voz de Adriano tembló, su mirada llena de celos. —¿Dejarte... amarla en mi lugar...?

—Si no puedes amarla... entonces sí. —respondió Marco, su tono cortante. —Porque yo sí puedo.

Adriano sintió cómo su pecho se apretaba, el dolor y los celos ardiendo en su interior. —No... no puedo...

—Entonces decide. —dijo Marco, su mirada desafiante. —Decide si puedes amarla... o si la vas a dejar ir.

Sin decir nada más, Marco se giró y se alejó, sus pasos resonando en el pasillo vacío. Adriano sintió cómo sus manos temblaban, su corazón latiendo dolorosamente.

Quería odiarla. Quería destruirla.

Pero no podía dejar de amarla.

Esa noche, Isabella estaba en su despacho, rodeada de documentos y mapas. La guerra había terminado... pero el peligro aún acechaba. El vacío de poder dejado por Dante y los demás enemigos caídos había atraído a nuevas amenazas... y ella debía estar preparada.

—¿Esperabas a alguien más...?

La voz de Adriano llegó desde el umbral de la puerta, su tono bajo y cauteloso. Isabella levantó la vista rápidamente, sorprendida al verlo allí.

—No... —admitió, sus ojos brillando con emoción contenida. —¿Necesitas algo...?

Adriano entró lentamente, sus pasos cautelosos mientras cerraba la puerta detrás de él. —Necesito... respuestas.

Isabella sintió cómo su pecho se apretaba. Sabía que este momento llegaría... sabía que él tenía preguntas.

—Entonces pregunta. —dijo, su voz suave pero firme. —No voy a esconderme más.

Adriano la observó en silencio, sus ojos oscuros recorriendo su rostro, buscando mentiras, buscando algo que lo hiciera odiarla de nuevo. Pero solo encontró dolor... y amor.

—¿Por qué no me buscaste...? —preguntó finalmente, su voz quebrada. —¿Por qué... aceptaste mi muerte tan fácilmente...?

Isabella sintió cómo sus lágrimas ardían en sus ojos. —Porque tuve miedo.

—¿Miedo...? —Adriano arqueó una ceja, su mirada llena de dolor. —¿Miedo de qué...?

—De descubrir que te habían matado... por mi culpa. —admitió Isabella, su voz temblando. —Me dijeron que te ejecutaron... para castigarme... para enseñarme una lección.

Adriano se quedó en silencio, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y dolor. —¿Te dijeron... eso...?

—Sí. —Isabella apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas. —Me dijeron que fue mi culpa... que si no hubiera intentado huir contigo... aún estarías vivo.

Adriano sintió cómo su pecho se apretaba, sus propios recuerdos regresando como un torrente. —No... no sabía que te dijeron eso...

—Por eso no te busqué. —continuó Isabella, sus lágrimas cayendo. —Porque pensé... que te había matado... con mi debilidad.

Adriano la miró fijamente, sus ojos oscuros llenos de dolor. —Entonces... ambos fuimos manipulados.

—Sí. —dijo Isabella, su voz rota. —Nos separaron... y nos llenaron de odio... para controlarnos.

Adriano sintió cómo su rabia comenzaba a disiparse, reemplazada por un dolor profundo. —Isabella... yo...

—No te estoy pidiendo que me perdones. —lo interrumpió, sus ojos brillando con tristeza. —Solo... necesito que entiendas... que nunca dejé de amarte.

Adriano sintió cómo sus lágrimas caían libremente, su corazón latiendo dolorosamente. —Te odié... porque pensé que me abandonaste...

—Lo sé. —susurró Isabella, sus lágrimas cayendo. —Y lo acepto... porque te fallé.

Adriano se acercó lentamente, su cuerpo temblando mientras la abrazaba con fuerza. Isabella sintió cómo su corazón latía con fuerza, su cuerpo temblando mientras se aferraba a él.

—No sé... si puedo perdonarte... —admitió Adriano, su voz rota. —No sé... si puedo amarte de nuevo...



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Editado: 25.06.2025

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