Los días siguientes estuvieron llenos de reuniones estratégicas y alianzas renovadas. Isabella trabajaba incansablemente para consolidar su poder, tejiendo una red de lealtades y acuerdos que fortalecerían el imperio De Luca.
Pero no todo fue fácil.
—No puedo prometerte lealtad... no mientras las sombras de Moretti sigan acechando. —dijo Vittorio Conti, uno de los aliados más antiguos de la familia. Era un hombre de rostro severo y mirada calculadora, conocido por cambiar de bando cuando le convenía.
—Entonces elige tu lealtad... antes de que yo la elija por ti. —respondió Isabella, su tono gélido. —Porque no tengo paciencia... para la traición.
Vittorio la observó en silencio, sus ojos oscuros evaluándola. —Eres más peligrosa de lo que imaginé...
—Porque no tengo miedo. —dijo Isabella, sus ojos brillando con intensidad. —Ni de ti... ni de tus aliados.
Vittorio rió suavemente, su mirada llena de respeto. —Entonces tienes mi apoyo... por ahora.
—Entonces espero... que seas leal a tu palabra. —dijo Isabella, su tono cortante. —Porque si no lo eres... no vivirás para romper otra promesa.
Vittorio asintió lentamente, su sonrisa desapareciendo. —Entonces... a tu servicio, Reina de las Sombras.
Isabella lo observó marcharse, su postura elegante y poderosa. Había ganado otro aliado... pero sabía que la lealtad de Vittorio era tan frágil como una hoja al viento.
—¿Confías en él...? —la voz de Marco llegó suavemente desde el umbral de la puerta.
—No. —admitió Isabella, su mirada fría. —Pero no necesito su lealtad... solo necesito su miedo.
Marco sonrió, sus ojos llenos de admiración. —Entonces lo tienes bajo control.
—Por ahora. —dijo Isabella, su tono calculador. —Pero no cometeré el mismo error que mi padre... no voy a subestimar a mis enemigos.
—Entonces... ¿cuál es el siguiente movimiento...? —preguntó Marco, acercándose lentamente.
—Consolidar nuestras alianzas. —respondió Isabella, su mirada intensa. —Y eliminar cualquier amenaza... antes de que tengan la oportunidad de atacarme.
Marco asintió lentamente, su mirada oscureciéndose. —¿Incluye eso... a los leales de Moretti...?
—Sí. —dijo Isabella, su voz fría. —No dejaré ni una sola sombra de su traición... en mi ciudad.
—Entonces estaré a tu lado... hasta que no quede ninguna. —prometió Marco, su tono firme. —Porque no permitiré... que vuelvan a hacerte daño.
Isabella lo miró fijamente, sus ojos llenos de emoción contenida. —No necesito tu protección... pero agradezco... tu lealtad.
Marco sonrió suavemente, sus ojos brillando. —No te estoy protegiendo... solo estoy luchando... a tu lado.
Isabella sintió cómo su pecho se llenaba de amor y respeto. —Entonces luchemos... juntos.
Marco asintió, su postura relajada pero alerta. —Siempre... juntos.
Esa noche, Isabella se encontraba en su habitación, observando su reflejo en el espejo. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, sus ojos oscuros brillando con determinación. Pero también vio sus cicatrices... las sombras de su pasado aún presentes en su mirada.
—Aún piensas en él... ¿verdad?
La voz de Marco llegó suavemente desde detrás de ella. Isabella giró lentamente, encontrándolo de pie en la puerta, su postura relajada pero sus ojos llenos de preocupación.
—No puedo evitarlo. —admitió Isabella, su voz baja. —Adriano... siempre será parte de mí.
—Lo sé. —dijo Marco, su mirada comprensiva. —No te estoy pidiendo que lo olvides... solo... que no te pierdas en su recuerdo.
Isabella sintió cómo sus lágrimas ardían en sus ojos. —Es... difícil. A veces... siento su presencia... siento su amor... y su odio... aún persiguiéndome.
Marco se acercó lentamente, sus manos acariciando suavemente sus hombros. —No tienes que luchar contra sus sombras... sola.
—No quiero arrastrarte a mi dolor... —susurró Isabella, sus lágrimas cayendo. —No quiero romperte... como yo estoy rota.
—No me romperás. —dijo Marco, su voz suave. —Porque he elegido amarte... incluso con tus cicatrices.
Isabella sintió cómo su corazón latía con fuerza, su pecho ardiendo con emoción. —No sé... si puedo amarte... de la misma manera...
—No estoy pidiendo perfección. —dijo Marco, su mirada intensa. —Solo estoy pidiendo... una oportunidad.
Isabella sintió cómo sus lágrimas caían libremente, sus manos temblando mientras se aferraba a él. —No quiero... perderte...
—No me perderás. —prometió Marco, abrazándola con fuerza. —Porque estaré aquí... hasta que decidas... si puedes amarme de nuevo.
Isabella cerró los ojos, permitiéndose descansar en sus brazos. Sabía que las sombras de Adriano aún la perseguían... pero también sabía que Marco estaba dispuesto a luchar contra ellas... a su lado.
—¿No te cansas... de esperar...? —susurró Isabella, su voz temblando.
—No. —respondió Marco, su tono firme. —Porque vales la pena... incluso cuando dudas de ti misma.
Isabella sintió cómo su pecho se llenaba de amor y gratitud. —No merezco... tu paciencia...
—Entonces gánatela. —dijo Marco, su sonrisa suave. —Demuestra... que aún puedes amar.
Isabella rió suavemente, sus lágrimas cayendo. —Eres... demasiado bueno para mí...
—No soy perfecto. —admitió Marco, su mirada intensa. —Pero soy lo suficientemente terco... para no dejarte ir.
Isabella sintió cómo su corazón latía con fuerza, su cuerpo temblando mientras lo abrazaba con fuerza. —Entonces... quédate.
—Siempre. —prometió Marco, sus labios rozando suavemente su cabello. —Siempre... a tu lado.
Isabella cerró los ojos, permitiéndose sentir su amor... su calidez... su lealtad. Sabía que el camino hacia la sanación sería difícil... pero al menos no estaría sola.
Y por primera vez en mucho tiempo... sintió esperanza.
—Entonces... enfrentemos las sombras... juntos. —susurró Isabella, sus labios temblando.
—Juntos. —repitió Marco, sus corazones latiendo al unísono. —Hasta que no quede ninguna sombra.