Sombras de amor y traicion

Capitulo 30

Los días transcurrieron en un delicado equilibrio entre poder y amor. Isabella continuaba consolidando su imperio, tejiendo alianzas estratégicas mientras enfrentaba las amenazas que aún acechaban en las sombras.

Pero el misterio de quién financiaba a los leales de Moretti seguía sin resolverse. Y eso la inquietaba profundamente.

—Están jugando con nosotros. —gruñó Marco, su rostro tenso mientras revisaba los informes junto a Isabella. —Cada pista que seguimos... nos lleva a un callejón sin salida.

—Entonces estamos lidiando con alguien inteligente... y peligroso. —dijo Isabella, su mirada oscura mientras se recostaba en su silla de cuero. —Alguien que conoce nuestro mundo... y cómo cubrir sus huellas.

—¿Podría ser... uno de los nuestros...? —sugirió Marco, sus ojos oscuros brillando con sospecha.

Isabella sintió cómo su pecho se apretaba. La idea de una traición interna no era descabellada... pero era dolorosa. Había trabajado incansablemente para reconstruir su imperio, rodeándose de aliados en quienes creía poder confiar.

—No lo descarto. —admitió, su tono frío. —Pero primero... quiero confirmar todas las pistas. No voy a empezar una caza de brujas... sin pruebas.

Marco asintió, su mirada firme. —Entonces necesitamos a alguien que conozca el submundo... alguien que pueda rastrear información... sin levantar sospechas.

—Ya tengo a alguien en mente. —dijo Isabella, su voz baja. —Pero encontrarlo... será complicado.

—¿Quién...? —preguntó Marco, frunciendo el ceño.

—Lorenzo Mancini. —respondió Isabella, su mirada intensa. —El maestro de los secretos... y el mejor informante de la ciudad.

Marco apretó los labios, su rostro mostrando preocupación. —Mancini es peligroso... su lealtad siempre ha estado a la venta.

—Lo sé. —dijo Isabella, su tono gélido. —Pero también sé que le debo un favor... uno que aún no ha cobrado.

—¿Estás segura de esto...? —preguntó Marco, sus ojos oscuros llenos de preocupación. —¿Confiarás en un hombre... que no conoce la lealtad...?

—No necesito su lealtad. —respondió Isabella, su voz fría. —Solo necesito... su información.

Marco la miró fijamente, sus labios apretados. —Entonces iré contigo.

—No. —dijo Isabella, su tono cortante. —Voy sola.

—¿Sola...? —Marco arqueó una ceja, su postura tensa. —No permitiré que te arriesgues así...

—No es tu decisión. —respondió Isabella, su mirada fría. —Este es mi imperio... y estas son mis reglas.

Marco apretó los dientes, su frustración evidente. —¿Y si es una trampa...? ¿Y si te entregan... a los leales de Moretti...?

—Entonces lucharé. —dijo Isabella, su tono firme. —Porque no soy una reina débil... y no necesito que me salven.

Marco la miró en silencio, su mirada llena de emoción contenida. —Solo... prométeme que volverás...

Isabella sintió cómo su pecho se apretaba. Sabía que Marco la amaba... pero también sabía que no podía permitir que su amor interfiriera con sus responsabilidades.

—Volveré. —prometió, su voz suave. —Porque aún tengo... un futuro contigo.

Marco sonrió levemente, sus ojos brillando con amor y preocupación. —Entonces ve... y regresa victoriosa.

—Siempre. —dijo Isabella, su mirada llena de determinación. —Porque no pienso caer... ante las sombras.

Marco la observó en silencio, su postura tensa mientras la veía salir de la habitación. Sabía que Isabella era fuerte... pero también sabía que su corazón aún estaba herido.

Y temía... que sus enemigos usaran ese dolor... en su contra.

La noche era oscura y fría cuando Isabella llegó al antiguo almacén en el distrito sur. La fachada estaba deteriorada, con grafitis cubriendo las paredes y basura acumulada en las esquinas.

—Siempre tuviste mal gusto para los lugares de reunión... Lorenzo. —dijo Isabella, su tono burlón mientras entraba en el edificio abandonado.

—Y tú siempre fuiste demasiado elegante... para el mundo en el que vives.

La voz de Lorenzo Mancini llegó desde las sombras, su tono suave y peligroso. Isabella lo vio salir de la penumbra, su figura alta y delgada envuelta en un abrigo oscuro.

—¿Así que viniste... a cobrar tu favor...? —preguntó Lorenzo, su sonrisa astuta mientras se acercaba. —Pensé que nunca lo harías... Isabella De Luca.

—Necesito información. —dijo Isabella, su tono frío. —Y tú... eres el único que puede conseguirla.

Lorenzo sonrió ampliamente, sus ojos brillando con interés. —¿Información...? ¿Sobre qué...?

—Alguien está financiando a los leales de Moretti. —respondió Isabella, su mirada intensa. —Quiero un nombre.

—Ah... eso. —Lorenzo chasqueó la lengua, su postura relajada. —He escuchado rumores... pero nadie sabe quién está detrás de todo esto.

—Tú lo sabes. —dijo Isabella, su tono gélido. —Porque siempre lo sabes todo.

Lorenzo rió suavemente, su mirada burlona. —Quizás... pero la información... tiene un precio.

—Ya te debo un favor. —dijo Isabella, sus ojos brillando con peligro. —¿Qué más quieres...?

Lorenzo la observó en silencio, su rostro mostrando una expresión pensativa. —Quiero... una alianza.

Isabella frunció el ceño, su postura tensa. —¿Una alianza...? ¿Conmigo...?

—Sí. —dijo Lorenzo, sus ojos oscuros brillando. —El poder está cambiando en esta ciudad... y quiero estar... del lado ganador.

Isabella lo miró fijamente, su mente trabajando rápidamente. Sabía que Lorenzo era astuto... y peligroso. Pero también sabía que su información podía darle la ventaja que necesitaba.

—¿Y cómo sé... que no me traicionarás...? —preguntó Isabella, su tono cauteloso.

—No lo sabes. —admitió Lorenzo, su sonrisa suave. —Pero también sabes... que soy más valioso como aliado... que como enemigo.

Isabella apretó los labios, sus ojos fijos en él. Sabía que estaba jugando con fuego... pero también sabía que necesitaba sus respuestas.

—Entonces... tienes tu alianza. —dijo finalmente, su tono firme. —Pero si me traicionas... te mataré yo misma.




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