La mansión De Luca se transformó en un cuartel de guerra. Isabella se movía con rapidez, organizando sus recursos, trazando estrategias y preparando su confrontación final con Adriano.
No podía permitirse errores. No esta vez.
—¿Estás segura de que vendrá...? —preguntó Marco, su voz tensa mientras observaba el mapa extendido sobre el escritorio.
—Sí. —dijo Isabella, su tono frío y calculador. —Si realmente está financiando a los leales de Moretti... entonces querrá acabar conmigo en persona.
—¿Y si envía a sus mercenarios en lugar de venir él mismo...? —preguntó Marco, sus ojos oscuros llenos de preocupación.
—Entonces los mataré a todos. —respondió Isabella, su mirada intensa. —Pero tarde o temprano... tendrá que enfrentarme.
Marco la observó en silencio, su mandíbula tensa. Sabía que Isabella estaba decidida a terminar esto... incluso si eso significaba destruir al hombre que una vez amó.
—¿Y si... no puedes hacerlo...? —preguntó en voz baja, su tono lleno de emoción contenida. —¿Y si no puedes... matarlo...?
Isabella sintió cómo su pecho se apretaba, sus manos temblando levemente. Sabía que la pregunta era válida... y sabía que aún albergaba sentimientos por Adriano.
Pero también sabía... que él la había traicionado.
—Entonces él... me matará a mí. —dijo finalmente, su voz baja y peligrosa. —Porque no hay espacio en esta ciudad... para ambos.
Marco apretó los labios, su mirada llena de dolor. —No puedo... perderte...
—No me perderás. —prometió Isabella, su tono firme. —Porque aún tengo un futuro... contigo.
Marco sintió cómo sus lágrimas ardían en sus ojos. —Entonces... lucha por ese futuro.
—Lo haré. —dijo Isabella, su mirada decidida. —Y destruiré... a cualquiera que intente arrebatármelo.
Marco asintió lentamente, su postura tensa mientras la veía girarse y salir de la habitación. Sabía que Isabella era fuerte... pero también sabía que enfrentarse a Adriano sería la prueba más difícil de su vida.
Y temía... que su corazón roto la hiciera dudar... en el momento más crucial.
El cielo estaba cubierto de nubes oscuras cuando Isabella llegó al lugar acordado. Un viejo teatro abandonado en el distrito oeste, un lugar lleno de sombras y ecos de un pasado olvidado.
Caminó lentamente por el vestíbulo polvoriento, sus pasos resonando en el silencio. El aire estaba frío y pesado, y la oscuridad parecía susurrar secretos.
—Siempre fuiste... demasiado dramático. —dijo Isabella, su voz cortando el silencio. —Incluso para una confrontación... eliges un escenario.
—¿Dónde más debería enfrentarme... a la Reina de las Sombras...?
La voz de Adriano llegó desde la penumbra, profunda y llena de amargura. Isabella sintió cómo su pecho se apretaba al escuchar su tono... al sentir su presencia.
Lo vio salir de las sombras, su figura alta y poderosa envuelta en un abrigo negro. Su rostro estaba endurecido, sus ojos oscuros ardiendo con odio... y algo más.
Dolor.
—Adriano... —susurró Isabella, su voz temblando.
—No. —espetó él, sus ojos llenos de furia. —No digas mi nombre... no con esos labios traicioneros.
Isabella sintió cómo sus lágrimas ardían en sus ojos. —¿Por qué... estás haciendo esto...?
—¿Por qué...? —Adriano rió amargamente, su voz llena de desprecio. —¿De verdad no lo entiendes...? ¿De verdad no comprendes... cuánto te odio...?
—Pensé... que te habías despedido de mí. —jadeó Isabella, sus manos temblando. —Pensé... que habías dejado atrás... todo este odio.
—Me despedí... de la mujer que amé. —dijo Adriano, sus ojos llenos de dolor. —Pero esa mujer... murió el día que me traicionaste.
—No... —murmuró Isabella, sus lágrimas cayendo. —Yo... te amé...
—¡Mentira! —rugió Adriano, sus ojos ardiendo con furia. —Si me hubieras amado... habrías venido por mí... no me habrías dejado... morir en soledad.
Isabella sintió cómo su pecho se apretaba, el dolor desgarrándola por dentro. —Pensé... que estabas muerto...
—¿Y nunca te preguntaste... si era verdad...? —dijo Adriano, su tono lleno de amargura. —¿Nunca cuestionaste... lo que te dijeron...?
Isabella cerró los ojos, sus lágrimas cayendo. —Tuve miedo...
—Entonces elegiste el miedo... sobre nuestro amor. —espetó Adriano, su rostro contorsionado por el dolor. —Y por eso... te odio.
Isabella lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas. —¿Entonces... todo esto... es por venganza...?
—Sí. —admitió Adriano, su voz fría. —Porque quiero que sufras... como yo sufrí.
—Entonces... veniste aquí... para matarme. —dijo Isabella, su voz temblorosa. —¿Ese... es tu objetivo...?
—No. —dijo Adriano, sus ojos oscuros brillando con una emoción peligrosa. —Vine aquí... para destruirte. Para arrebatarte... todo lo que amas.
—¿Incluyendo... a Marco...? —preguntó Isabella, su tono lleno de dolor.
—Sí. —respondió Adriano, su voz baja y cruel. —Porque él... tiene lo que yo perdí... tu corazón.
Isabella sintió cómo sus lágrimas caían sin control. —¿Y entonces... esto es... por celos...?
—No. —dijo Adriano, sus ojos ardiendo con odio. —Esto... es por traición.
—Entonces... ¿vas a matarme...? —preguntó Isabella, su voz temblando.
—No. —Adriano sacó un arma, apuntándola a su pecho. —Voy a hacer que me ruegues... por tu vida.
Isabella lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza. —No voy a rogar... no a ti.
Adriano sonrió fríamente, su mirada llena de desprecio. —Entonces morirás... como la reina fría y despiadada... en la que te convertiste.
—Sí. —dijo Isabella, su voz firme. —Porque elegí mi corona... sobre un amor roto.
—Entonces muere... como una reina. —dijo Adriano, su dedo apretando el gatillo.
El disparo resonó en el teatro vacío, el eco rebotando en las paredes como una sinfonía de destrucción. Isabella sintió cómo el tiempo se ralentizaba, su cuerpo reaccionando instintivamente mientras se lanzaba a un lado.