El cielo estaba cubierto de nubes oscuras cuando Isabella llegó al lugar del enfrentamiento final. Una fábrica abandonada en las afueras de la ciudad, rodeada de ruinas oxidadas y escombros olvidados. El viento frío soplaba entre las estructuras rotas, susurrando presagios de muerte.
Había elegido este lugar... porque aquí no habría testigos. Aquí no habría interrupciones.
Aquí... solo quedaría uno de ellos con vida.
Adriano estaba de pie en el centro de la fábrica, su figura alta y poderosa envuelta en sombras. Llevaba un abrigo negro que ondeaba con el viento, y su rostro estaba endurecido, sus ojos oscuros ardiendo con odio... y amor.
Isabella sintió cómo su pecho se apretaba al verlo, su corazón latiendo dolorosamente. Recordó la primera vez que lo vio, en una fiesta clandestina, cuando él era solo un joven arrogante con una sonrisa peligrosa.
Había caído por él... tan fácilmente. Había amado su risa, su pasión... su alma oscura.
Y ahora... estaba allí, esperando para destruirla.
—Viniste sola... —dijo Adriano, su voz profunda resonando en la fábrica vacía. —Siempre supe... que no podrías confiar... en nadie más... para matarme.
Isabella dio un paso adelante, su mirada fría y calculadora. —Esto... es entre tú y yo. No necesito a nadie... para acabar contigo.
—¿Acabar conmigo...? —Adriano sonrió amargamente, sus ojos llenos de dolor. —¿Así como acabaste... con nuestro amor...?
Isabella sintió cómo sus lágrimas ardían en sus ojos. —Nuestro amor... murió el día... que elegiste odiarme.
—No elegí odiarte. —espetó Adriano, su rostro contorsionado por la rabia. —Tú me obligaste... cuando me dejaste morir... solo.
—¡Creí... que estabas muerto! —gritó Isabella, su voz quebrándose. —¡Creí... que te habían matado... por mi culpa!
—¿Y por eso... te olvidaste de mí...? —jadeó Adriano, sus ojos oscuros llenos de dolor. —¿Por eso... elegiste a Marco...?
Isabella sintió cómo su pecho se apretaba. —No elegí... amarlo... solo... sucedió... porque pensé... que te había perdido... para siempre.
—¿Y ahora...? —preguntó Adriano, su mirada intensa. —¿A quién... eliges ahora...?
Isabella sintió cómo sus lágrimas caían. —No estoy... eligiendo amor... estoy eligiendo... sobrevivir.
—Entonces... no has cambiado. —dijo Adriano, su tono lleno de amargura. —Siempre elegiste... tu propia supervivencia... sobre nuestro amor.
—Porque no puedo... permitir que me destruyas... —jadeó Isabella, su voz temblando. —No puedo... permitir... que me arrastres... a tu oscuridad.
Adriano la miró fijamente, sus ojos llenos de emoción contenida. —Entonces... ¿por qué... aún me amas...?
Isabella sintió cómo su corazón se rompía una vez más. —Porque no sé... cómo dejar de amarte... incluso cuando me destruyes.
Adriano cerró los ojos, su cuerpo temblando. —Yo... también... te amo...
—Entonces... ¿por qué... estamos aquí...? —susurró Isabella, sus lágrimas cayendo. —¿Por qué... estamos... apuntándonos... como enemigos...?
Adriano abrió los ojos, su mirada llena de dolor. —Porque no sé... cómo perdonarte... por elegir... sobrevivir... en lugar de luchar... por mí.
Isabella sintió cómo su pecho ardía. —Entonces... ¿esto... es por venganza...?
—No. —dijo Adriano, su voz baja y peligrosa. —Esto... es por justicia.
Antes de que Isabella pudiera responder, Adriano sacó su arma, apuntándola directamente a su corazón. Isabella sintió cómo su cuerpo se tensaba, sus manos temblando mientras se preparaba para luchar.
—Entonces... acaba con esto. —dijo Isabella, su voz baja y firme. —Acaba... con mi sufrimiento... si crees... que eso te dará paz.
Adriano apretó los dientes, sus ojos brillando con lágrimas. —Nada... me dará paz... porque te amo... incluso cuando te odio.
—Entonces... ¿qué quieres...? —jadeó Isabella, sus lágrimas cayendo. —¿Qué... necesitas... para sanar...?
—Necesito... verte... sufrir. —dijo Adriano, su voz quebrándose. —Necesito... verte... rota... como me rompiste a mí.
—Entonces... dispara. —dijo Isabella, sus labios temblando. —Dispara... y rómpeme... porque no puedo... seguir amándote... cuando me odias.
Adriano apretó el gatillo, sus manos temblando. Pero no disparó. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su cuerpo temblando mientras bajaba el arma lentamente.
—No puedo... —jadeó, sus lágrimas cayendo. —No puedo... matarte... porque te amo... demasiado.
Isabella sintió cómo sus lágrimas caían sin control. —Entonces... ¿qué vas a hacer...?
—Voy a... odiarte... hasta que deje de amarte. —dijo Adriano, su voz llena de dolor. —Voy a... destruir... todo lo que amas... hasta que ya no duela.
—Entonces... rómpeme... —susurró Isabella, su voz temblando. —Rómpeme... porque no puedo... seguir viviendo... así.
Adriano la miró fijamente, sus ojos llenos de amor y odio. —No puedo... romperte... porque si te destruyo... me destruiré... a mí mismo.
—Entonces... quédate. —dijo Isabella, sus lágrimas cayendo. —Quédate... y ámame... incluso cuando duela.
Adriano soltó un sollozo, sus hombros temblando mientras dejaba caer su arma. —No sé... cómo hacerlo... sin odiarte... al mismo tiempo.
—Entonces... odiémonos... juntos. —dijo Isabella, su voz quebrándose. —Ámame... y ódiame... pero no me dejes... otra vez.
Adriano cayó de rodillas frente a ella, sus lágrimas empapando el polvo del suelo. Isabella se arrodilló junto a él, sus manos temblando mientras tocaba su rostro.
—No puedo... vivir sin ti... —susurró Adriano, sus labios temblando. —No puedo... dejar de amarte... incluso cuando me destruyes.
—Entonces... quédate. —dijo Isabella, su voz temblando. —Quédate... y enfrentemos... este amor roto... juntos.
Adriano la abrazó con fuerza, sus cuerpos temblando mientras compartían su dolor... y su amor roto. Sabían que las cicatrices nunca desaparecerían, sabían que su amor estaba manchado de traición y odio.