Sombras de amor y traicion

Capitulo 36

La ciudad se llenó de susurros cuando corrió la noticia: Adriano Ricci había regresado. La sombra que todos creían desaparecida había vuelto a caminar por las calles, desafiando a sus enemigos y reclamando su lugar en el submundo.

Pero esta vez... no como enemigo. Sino como la sombra de Isabella De Luca.

Nadie comprendía cómo era posible. Nadie entendía cómo la Reina de las Sombras había aceptado de vuelta al hombre que una vez intentó destruirla.

Y nadie sabía... que Isabella estaba jugando un juego más peligroso que nunca.

—¿Estás segura... de esto...? —preguntó Enzo, su voz llena de preocupación. —¿Estás segura... de que puedes controlarlo...?

—No estoy tratando de controlarlo. —dijo Isabella, su mirada fija en el horizonte. —Estoy tratando... de mantenerlo cerca... para no volver a perderlo.

—¿Entonces... lo amas...? —preguntó Enzo, sus ojos oscuros llenos de incertidumbre.

—Sí. —admitió Isabella, su voz suave. —Pero también lo odio... porque me rompió... como nadie más.

Enzo asintió lentamente, su rostro mostrando comprensión. —Entonces... lo amarás... y lo odiarás... al mismo tiempo.

—Sí. —dijo Isabella, sus labios curvándose en una sonrisa amarga. —Porque no sé... cómo dejar de amarlo... ni cómo dejar de odiarlo.

Enzo la observó en silencio, su postura tensa. —Entonces... esto no terminará... hasta que uno de los dos... caiga.

—Lo sé. —respondió Isabella, su mirada fría. —Pero prefiero... tenerlo a mi lado... que en mi contra.

Enzo apretó los labios, su rostro endureciéndose. —¿Y si... te traiciona...?

Isabella se giró lentamente, sus ojos oscuros llenos de peligro. —Entonces... lo destruiré... incluso si me rompe... por última vez.

Enzo asintió con respeto, su voz firme. —Entonces... te seguiré... incluso a través de las sombras.

—Porque las sombras... son mi corona. —dijo Isabella, su voz fría. —Y nadie... desafía mi corona... y vive para contarlo.

Enzo salió de la habitación, su postura leal mientras dejaba a Isabella sola. Ella permaneció en silencio, sus pensamientos girando en espiral mientras procesaba todo lo que había ocurrido.

Había aceptado a Adriano de vuelta... había aceptado su amor roto... y había aceptado su condena compartida.

Porque no podía vivir sin él.

Pero tampoco podía... confiar en él.

Horas más tarde, Isabella se encontraba en el balcón de su habitación, observando las luces de la ciudad. La brisa fría jugaba con su cabello, sus pensamientos llenos de recuerdos y cicatrices.

—Aún... dudas de mí... ¿verdad?

La voz de Adriano llegó suavemente desde detrás de ella. Isabella giró lentamente, encontrándolo de pie en la puerta, sus ojos oscuros observándola con intensidad.

—Siempre... dudaré de ti. —admitió Isabella, su tono gélido. —Porque me enseñaste... que el amor... no es suficiente.

Adriano asintió lentamente, su mirada llena de dolor. —Entonces... ¿por qué... me aceptaste de vuelta...?

—Porque no sé... cómo vivir... sin ti. —respondió Isabella, sus lágrimas brillando. —Porque te amo... aunque me rompas... cada vez que me miras.

Adriano cerró los ojos, su cuerpo temblando. —Yo... también... estoy roto... por ti.

—Entonces... quédate. —dijo Isabella, sus labios temblando. —Quédate... incluso cuando me odies... incluso cuando me ames... pero no vuelvas... a dejarme.

Adriano caminó lentamente hacia ella, sus ojos llenos de emoción. —No puedo... prometerte... que no te romperé... de nuevo.

—Entonces... rómpeme... —susurró Isabella, su voz temblando. —Rómpeme... y ámame... al mismo tiempo... pero no me dejes... otra vez.

Adriano la abrazó con fuerza, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor roto... y su condena. Sabían que su relación nunca sería perfecta. Sabían que su amor estaba manchado de traición y odio.

Pero también sabían... que no podían vivir el uno sin el otro.

Porque su amor... era su corona... y su maldición.

—Entonces... somos... amantes... y enemigos... —susurró Adriano, sus labios rozando suavemente los de ella.

—Sí. —dijo Isabella, sus lágrimas cayendo. —Porque no puedo... amarte... sin odiarte... al mismo tiempo.

—Entonces... odiémonos... y amémonos... hasta que uno de los dos... deje de respirar. —dijo Adriano, su mirada intensa.

—Hasta el último aliento. —prometió Isabella, sus labios temblando. —Porque no puedo... vivir... sin tu amor... y tu odio.

Se besaron apasionadamente, sus almas entrelazadas mientras compartían su amor roto... y su redención. Sabían que estaban destinados a destruirse mutuamente, sabían que su relación estaba condenada.

Pero también sabían... que su amor era eterno.

Y estaban dispuestos... a arder en su propio fuego... hasta el final.

Días después, los rumores continuaron extendiéndose por la ciudad. Los aliados de Moretti no sabían si confiar en Adriano, no sabían si él había cambiado de lealtad... o si estaba jugando un juego aún más peligroso.

—¿Entonces... están confundidos...? —preguntó Isabella, su tono frío mientras leía los informes.

—Sí. —respondió Enzo, su mirada intensa. —No saben... si deben desafiarte... o arrodillarse ante ti.

—Bien. —dijo Isabella, su mirada calculadora. —Porque la duda... es el arma más poderosa... en una guerra.

Enzo asintió lentamente, su respeto evidente. —Entonces... estás usando a Adriano... para sembrar el caos...

—Estoy usando su nombre... y su sombra. —corrigió Isabella, sus ojos brillando con peligro. —Porque aunque lo amo... no puedo... confiar en él.

—Entonces... ¿cuál es el plan...? —preguntó Enzo, su mirada intensa.

Isabella sonrió suavemente, su rostro reflejando frialdad. —Voy a mantenerlo cerca... voy a amarlo... y voy a odiarlo... hasta que descubra... si aún me ama... o si planea destruirme.

Enzo asintió lentamente, su voz llena de admiración. —Entonces... estás preparada... para esta guerra.




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