Sombras de amor y traicion

Capitulo 37

La noche era oscura y pesada cuando Isabella y Adriano salieron juntos de la mansión De Luca, caminando hombro a hombro hacia la guerra que los esperaba. Sus pasos resonaban en el silencio, firmes y sincronizados, como si sus almas estuvieran atadas por un hilo invisible.

Pero ambos sabían... que ese hilo estaba hecho de amor... y odio.

—¿Estás... listo para esto...? —preguntó Isabella, su voz baja y fría. —¿Estás listo... para destruir... a tus propios aliados...?

Adriano la miró de reojo, sus ojos oscuros brillando con emoción contenida. —Ellos... dejaron de ser mis aliados... el día que decidí... amarte... otra vez.

Isabella sintió cómo su pecho se apretaba. —¿Entonces... me elegiste... a mí...?

Adriano dejó escapar un suspiro tembloroso. —No. —admitió, su voz rota. —Te elegí... porque no sé... cómo dejar de amarte... incluso cuando quiero odiarte.

Isabella sintió cómo sus lágrimas ardían en sus ojos. —Entonces... ¿lucharás... a mi lado...?

—Sí. —dijo Adriano, su tono firme. —Porque no puedo... permitir que caigas... incluso si soy yo... quien te rompe.

Isabella cerró los ojos, sus lágrimas cayendo. —Entonces... quédate... y ámame... y ódiame... hasta el último aliento.

Adriano se detuvo frente a ella, sus manos temblando mientras acariciaba su rostro. —Entonces... lucharé... y te amaré... y te odiaré... al mismo tiempo.

Isabella sintió cómo su pecho se llenaba de amor y dolor. —Entonces... enfrentemos... esta guerra... juntos.

Adriano asintió lentamente, su mirada intensa. —Porque nuestro amor... es nuestra maldición.

Isabella sonrió suavemente, sus labios temblando. —Y nuestra condena.

Se besaron suavemente, sus labios encontrándose en un beso lleno de amor roto y redención. Sabían que sus cicatrices no desaparecerían, sabían que su relación estaba teñida de odio y traición.

Pero también sabían... que no podían vivir el uno sin el otro.

Porque su amor... era su corona... y su maldición.

Horas más tarde, se encontraban en un edificio abandonado en el distrito oeste, observando cómo sus enemigos se reunían en secreto. Las sombras danzaban a su alrededor mientras analizaban cada movimiento, cada paso, cada susurro.

—Están esperando... tu traición. —dijo Isabella, su mirada fija en los hombres que se reunían en las sombras. —Esperan... que me apuñales por la espalda.

Adriano sonrió amargamente. —Entonces... se sentirán decepcionados.

Isabella lo miró de reojo, sus ojos oscuros llenos de emoción contenida. —¿Por qué... no me traicionas...?

—Porque ya lo hice... una vez... —admitió Adriano, su voz baja. —Y me destruyó... tanto como a ti.

Isabella sintió cómo su pecho se apretaba. —Entonces... ¿esto... es redención...?

Adriano negó con la cabeza, sus ojos brillando con dolor. —No... esto... es amor.

Isabella sintió cómo sus lágrimas caían sin control. —Entonces... quédate... incluso cuando me odies... incluso cuando quieras destruirme...

Adriano se acercó lentamente, sus labios rozando suavemente los de ella. —No puedo... dejarte... porque te amo... aunque me rompas.

Se besaron suavemente, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor roto... y su condena. Sabían que su relación estaba condenada, sabían que estaban destinados a destruirse mutuamente.

Pero también sabían... que no podían vivir el uno sin el otro.

Porque su amor... era su maldición.

Cuando el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, Isabella sabía que el momento había llegado. No podían esperar más. Tenían que atacar primero... o serían destruidos.

—Enzo... da la orden. —dijo Isabella, su voz fría y autoritaria. —Quiero que ataquen... y no dejen... ninguna sombra de su traición.

Enzo asintió rápidamente, su mirada intensa. —¿Y si... se rinden...?

—No habrá rendición. —dijo Isabella, sus ojos brillando con peligro. —No habrá piedad.

—Entonces... será una masacre. —dijo Enzo, su tono grave.

—Sí. —dijo Isabella, su voz gélida. —Porque no puedo... mostrar debilidad... no cuando aún dudan de mi corona.

Enzo hizo una reverencia, su respeto evidente. —Entonces... reinarás... con sangre... y sombras.

—Sí. —dijo Isabella, su tono cortante. —Porque no puedo... confiar en la lealtad... solo en el miedo.

Enzo salió rápidamente, dejando a Isabella sola con Adriano. Él la observó en silencio, sus ojos oscuros llenos de emoción.

—Entonces... ¿así es... como gobiernas...? —preguntó Adriano, su voz suave. —¿Con miedo... y poder...?

—Sí. —admitió Isabella, su mirada fría. —Porque me enseñaste... que el amor... no es suficiente.

Adriano asintió lentamente, su rostro mostrando dolor. —Entonces... también te rompí... a ti.

Isabella sintió cómo sus lágrimas caían. —Sí... porque aún... te amo.

Adriano cerró los ojos, su cuerpo temblando. —Entonces... somos... iguales.

—Sí. —dijo Isabella, su voz temblando. —Somos... amor... y odio... al mismo tiempo.

—Entonces... ¿lucharás... contra mí...? —preguntó Adriano, su mirada intensa.

—No. —dijo Isabella, sus lágrimas cayendo. —Voy a luchar... a tu lado... hasta que el odio... nos destruya.

Adriano la abrazó con fuerza, sus cuerpos temblando mientras compartían su amor roto... y su condena. Sabían que la guerra no terminaría hasta que uno de los dos cayera. Sabían que su relación estaba destinada a destruirlos.

Pero también sabían... que no podían vivir el uno sin el otro.

Porque su amor... era su corona... y su maldición.

Y estaban dispuestos... a luchar... hasta el último aliento.

—Entonces... gobierna... con sombras... y amor roto. —susurró Adriano, sus labios rozando suavemente su frente.

—Sí. —dijo Isabella, su mirada fría. —Porque no puedo... dejar de amarte... ni de odiarte... al mismo tiempo.

Adriano sonrió suavemente, sus ojos llenos de emoción. —Entonces... estamos condenados... juntos.




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