Sombras de cristal

Capítulo 4: Cadenas invisibles

La mañana siguiente al baile en Greystone Manor, Isolde despertó con una mezcla de emociones. Su mente volvía una y otra vez al beso que compartió con Sebastian, un momento tan prohibido como inolvidable. Mientras los rayos del sol atravesaban las cortinas de su habitación, sintió que había cruzado una línea que no podía desdibujarse.

**Una Propuesta Formal**

Los pasillos de la mansión Ashcroft estaban llenos de actividad. Los criados iban de un lado a otro, preparando la casa para un almuerzo formal. El Marqués de Greystone había solicitado una reunión privada con el Conde Ashcroft, e Isolde sabía exactamente lo que eso significaba.

—Mi Lady, ¿desea que prepare el vestido azul? Es uno de sus más elegantes —preguntó Alice, la doncella de Isolde, mientras depositaba un té caliente en la mesita junto a la cama.

Isolde negó con la cabeza, con la mirada perdida.

—No, Alice. Escoge algo sencillo. Prefiero no destacar más de lo necesario —respondió, intentando en vano encontrar calma en el té que sostenía.

Horas más tarde, Isolde estaba sentada en el salón principal cuando el Marqués llegó. Vestía un traje oscuro y llevaba un bastón con empuñadura de oro, lo que le daba un aire de autoridad. Su mirada, aunque amable, la hacía sentir como si fuera un objeto que estaba a punto de ser adquirido.

—Lady Isolde, confío en que está bien esta mañana —dijo, inclinándose ligeramente.

—Perfectamente, milord. Gracias por preguntar —respondió ella, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

El Conde Ashcroft interrumpió la conversación con entusiasmo, como si ya diera por hecho el desenlace.

—Marqués, pase al estudio. Estoy seguro de que podremos conversar en mayor privacidad —dijo, haciendo un gesto hacia las puertas de madera tallada.

Isolde los observó desaparecer tras las puertas cerradas. No necesitaba escuchar para saber que su futuro estaba siendo negociado sin su consentimiento.

**Un Mensaje Secreto**

Más tarde, mientras paseaba por el jardín para despejar su mente, Isolde encontró un pequeño sobre colocado entre las flores. Al abrirlo, reconoció de inmediato la caligrafía de Sebastian.

*"Esta noche, en el puente del río de los sauces. No deje que decidan por usted. —S."*

El corazón de Isolde dio un vuelco. Estaba atrapada entre dos mundos: el de las expectativas familiares y el de la libertad peligrosa que representaba Sebastian. A pesar del riesgo, sabía que no podía ignorar su llamado.

**El Puente del Río de los Sauces**

La noche cayó rápidamente, y con ella, el aire adquirió un frío cortante. Vestida con un manto negro que cubría su vestido de terciopelo rojo, Isolde se dirigió al puente del río de los sauces, un lugar aislado que solo los lugareños conocían.

Cuando llegó, lo vio esperándola. Sebastian estaba apoyado contra la barandilla del puente, con la luna iluminando su figura. Su expresión era grave, como si estuviera tan conflictuado como ella.

—Gracias por venir —dijo, avanzando hacia ella.

—No estoy segura de por qué lo hice. Esto es imprudente, Sebastian. Si alguien nos ve... —respondió Isolde, nerviosa.

—Déjeme preocuparme por eso. Lo que me importa ahora es que me escuche —dijo, tomando sus manos entre las suyas.

Isolde intentó apartarse, pero su toque era reconfortante y peligroso a la vez.

—Mi padre está presionándome para aceptar al Marqués de Greystone. Y honestamente... no veo una salida —admitió, con un susurro quebrado.

Sebastian apretó las manos de Isolde, sus ojos grises ardiendo con intensidad.

—Usted no pertenece a un hombre como él. Lo que siente por mí, Isolde, no es un capricho ni una casualidad. Es real. Y le juro que no dejaré que la alejen de mí —dijo, con una firmeza que la dejó sin aliento.

Isolde quería creerle, pero el peso de su familia y las expectativas de la sociedad la mantenían anclada.

—¿Y qué propone, Sebastian? ¿Huir? ¿Dejar todo atrás? Eso no sería más que una fantasía —dijo, aunque sus palabras sonaron más para convencerse a sí misma.

Sebastian la miró, acercándose aún más.

—Si me lo pide, sí. Dejemos todo atrás. Pero si decide quedarse, lucharé por usted aquí mismo. Solo necesito saber que no me ha dejado fuera de su corazón —respondió, con la voz cargada de emoción.

Isolde sintió que las lágrimas amenazaban con brotar. No respondió de inmediato. En cambio, se giró hacia el río, mirando cómo la luna se reflejaba en las aguas tranquilas.

—No es tan sencillo, Sebastian. No solo se trata de lo que siento, sino de lo que está en juego —murmuró.

—Nada vale más que usted, Isolde. Ni los títulos, ni la riqueza, ni las apariencias. Y si debo enfrentarme al mundo entero para estar con usted, que así sea —respondió Sebastian, antes de que su voz se quebrara.

El silencio cayó entre ellos, pero estaba lleno de promesas no dichas y de emociones que ninguno de los dos podía negar.



#2530 en Novela romántica

En el texto hay: amor, valentia, retos.

Editado: 19.03.2025

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